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México D.F. Jueves 11 de marzo de 2004

Olga Harmony

La honesta persona de Sechuán

En mi reseña de la pasada Muestra Nacional de Teatro, escribí unas cuantas líneas acerca de este espectáculo. Pero Luis de Tavira es un hombre de teatro muy importante y su proyecto de formar una compañía -el Centro de Arte Dramático de Michoacán- en la que se formen actores y pedagogos en Pátzcuaro, con lo que confirma su intención de descentralizar su teatro, es la culminación de muchos avatares que lo han llevado a otros sitios en la constante búsqueda de una sede lejos de la capital del país. Por ello escribo esta nota, mucho mayor que las contadas lí-neas que en su momento le dediqué y en la que escribí que este montaje no añadía mucho a su trayectoria, llevada de las similitudes con ese otro que hiciera en 1983 con los entonces alumnos del CUT que dirigía Ludwik Margules, quien escribió en el programa de mano que era un intento de ''interpretación de la proposición teatral de Brecht en los marcos de nuestra realidad" (tomado Brecht en México, a 100 años de su nacimiento editado por Rodrigo Johnson con las siglas de la UNAM, CITRU y La Compañía Perpetua). Verla ahora, con la escenografía de Philippe Amand y el discurso corporal y de las máscaras de Jorge Vargas, nos hace reflexionar en la intención del creador escénico de remontar, renovándolo, su experimento de hace más de 20 años con una estética de lo grotesco que nos remite al cómic.

La respuesta posiblemente esté en el tiempo en que vivimos, con nuestras recurrentes crisis acentuadas en este sexenio. Bertolt Brecht no es siempre fácil de interpretar y a su postura dialéctica -aquí exactamente representada por las transformaciones de Shen-Te en Shui-Ta- con que hace crítica del capitalismo, y en última instancia de ese lumpenproletariado que abusa de la protagonista, en donde ''si quieres comer tienes que ser cruel", podríamos añadir lo muy vigente entre nosotros de que las soluciones al hambre y la pobreza se dan gracias a la filantropía en el marco del capitalismo más extenuante y neoliberal y no con la vieja y olvidada aspiración a la justicia social. La dualidad de la protagonista ha de conservarse, dictaminan los dioses aquí convertidos en todopoderosos licenciados, porque el hombre es una contradicción viviente según un poema del mismo Brecht: ''Hombre, tú albergas dos almas/ en tu seno./ No te quedes con una sola,/ te hacen falta las dos". Pero al final de La honesta persona de Sechuán un actor debe dirigirse al público para pedirle que busque la solución -''šTiene que existir!"- al problema planteado. Para Jacques Desuché al analizar este texto, para ser realmente bueno, es necesario un mundo en donde no se sea ni explotador ni explotado.

La escenificación de De Tavira se aparta de todo dogma brechtiano (también Heiner Müller lo hizo en su trabajo con el Berliner Ensemble a la muerte de su creador. En México pudimos ver su montaje de El resistible ascenso de Arturo Ui dirigida por Müller, en un Festival Cervantino), pero conserva la distinción que el dramaturgo, como teórico del teatro, establece entre realismo -el que descubre la causa social del drama- y estilo sensualista ''en el que se puede oler, saborear, palpar todo" y en que se hace hincapié en la psicología de los personajes. El grotesco de todas las personificaciones, que nos recuerdan en mucho su primer montaje con el CUT, excepto de la linda Shen-Te y quizás algo en Yang-Sun en esta escenificación se ve reforzada por la dirección corporal de Vargas, quizás la persona más significativa en este renglón de nuestro teatro, y una escenografía de Amand que no rehúsa los recursos de cómic, tesitura en que está impostada toda la escenificación. Si bien el vestuario es bastante contemporáneo -con mezclas como ese gorro de aviador ya en desuso- y occidental, debido a Sergio Ruiz y las máscaras -que De Tavira coloca a todos sus personajes, a diferencia del montaje original- de José Pineda también hablan de un mundo no oriental, se conservan los nombres chinos, como se conserva casi todo el texto, con algunas excepciones como cuando el director hace aparecer al principio a un agente del Ministerio Público escribiendo la acusación contra Shui-Ta. La música es de Rafael Fuentes Orduña, en lugar de la original de Paul Dessau y nos remite a un Sechuán que es nuestro país, ''el arrabal más grande del mundo" según el director.

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