Ojarasca 83  marzo 2004

Los intocables:

el sonido del parai
 

Luis Hernández Navarro

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El gobierno conservador de la India asegura que su país brilla pero los dalits no pueden verlo. El resplandor que las corredurías y los organismos multilaterales asignan al país asiático no ilumina a los intocables. El crecimiento económico sostenido durante los últimos diez años no llega a los parias de los parias.
En la nación que se convierte aceleradamente en la "oficina del planeta" por la relocalización de servicios originalmente establecidos en el primer mundo como los centros de llamadas, la investigación médica y la elaboración de software, los jodidos siguen estando jodidos.

Ellos siguen viviendo como siempre. Padeciendo la discriminación como siempre. Sufriendo la exclusión como siempre. El sol no resplandece para ellos. Eso es, al menos, lo que dicen los dalits en el Foro Social Mundial (FSM) de Mumbai.

Llegaron aquí desde las aldeas más remotas. Unos cuantos se trasladaron en una marcha que duró 45 días y cruzó diversas ciudades; la mayoría arribó en ferrocarril. En conjunto, recorrieron los casi 70 mil kilómetros de vías férreas. Sin dinero, tomaron los vagones de manera pacífica y exigieron ser transportados. De esa misma manera regresaron a sus comunidades.

Ya en Goregon, sede del Foro, hicieron todo menos pasar desapercibidos. Los invisibles se hicieron visibles. Los segregaron, se integraron. Organizaron foros para dar a conocer su palabra. Vendieron chalecos negros de algodón con la consigna: "Con los dalits otro mundo es posible". Se acercaron a los delegados de otros países para conversar en el idioma universal de los signos. Tomaron una y otra vez las calles en jubilosas y alegres manifestaciones. Se vistieron con su ropa tradicional. Hicieron sonar sus tambores e instrumentos de música tradicional.
 

Diversidad
La puerta que separa el centro de convenciones del FSM del resto de la ciudad traza, también, una frontera invisible entre la dignidad y la precariedad. Aunque la pobreza en la que viven quienes se encuentran de uno y otro lado es la misma, su actitud hacia ella difiere radicalmente. Afuera, cientos de mendigos se arremolinan para pedir limosna. Adentro no hay una sola persona que solicite una sola rupia.

El Foro es un calidoscopio que crea complejas imágenes de lenguas, culturas y razas. Una fiesta a la diversidad celebrada en un país de por sí diverso. Un continente dentro de un continente.

Viven allí 4 365 pueblos indígenas diversos. Cada uno de ellos conserva y recrea su herencia cultural, sus vestidos, sus creencias religiosas, sus ritos familiares.

Provienen de distintos grupos raciales. Proto-australoides, paleo-mediterráneos, caucásicos, negros y mongoles. Se han mezclado allí arios, persas, griegos, árabes, turcos, africanos y europeos.

Se hablan allí 325 lenguas y hay 25 idiomas escritos. Provienen de diversas familias: indo-europeos, dravidianos, tibeto-burmeses, austro-asiáticos, indo-iraníes y andamaneses. En muchas regiones el inglés, el habla de los colonizadores británicos, funciona como lengua franca.

Se practican multitud de religiones: hindú, musulmán, budista, sirio-cristiana, católica, budista y muchas más.

Pero India es, también, una nación en la que, a pesar de los que las leyes dicen, el sistema de castas sobrevive. Un sistema que segrega físicamente. Que impide los matrimonios entre personas de castas distintas y condena a sus integrantes a desempeñar empleos específicos. Que impone a las castas bajas altos niveles de analfabetismo, pobreza y carencia de tierras. Un país en el que no hay justicia para las castas bajas. En el que la discriminación es el pan nuestro de cada día, y en el que las mujeres sufren la triple discriminación de género, clase y casta.

El sistema de castas es uno de los más confusos misterios de la India. Vigente desde hace 3 mil años ha sobrevivido al desarrollo del capitalismo, la colonización inglesa, la lucha por la independencia. Pero el colonialismo como la globalización actual han refuncionalizado el sentido de las castas, su sistema cumple hoy un papel opresor en designios modernizados. La casta es una forma jerárquica de organización social que hace prácticamente imposible la movilidad social. Se determina por nacimiento. Originalmente existían, dentro de este sistema, cuatro castas. Debajo de estos grupos se encuentran los dalit, los intocables, los impuros, los contaminantes, los que no tienen casta. Ellos ni siquiera alcanzan a ser considerados como parte de la sociedad por más que la Constitución los reconozca. No tienen, siquiera, el derecho a rezar al dios hindú.

En India hay aproximadamente 240 millones de dalits. Esto es, casi uno de cada cuatro ciudadanos de este país es parte de los sobrantes sociales. Viven también en países como Nepal, Bangladesh, Pakistán y Sri Lanka.

La fiesta
Día y noche, decenas de tambores, de parais, suenan en Goregon. No toman reposo. Retumban con las primeras horas del día y siguen retumbando bien entrada la noche. Un fino polvo blanco se mezcla con el aire desde las 9 de la mañana. Manifestantes y danzantes lo levantan con sus pasos. Para los delegados que vienen de Estados Unidos o Europa respirar se hace difícil. A mediodía aparecen pañuelos cubriendo la boca.

La palabra paria servía para nombrar a los dalits del sudeste de la India, y significa "aquellos de los tambores". El parai, durante más de mil años símbolo de humillación, instrumento para ritos funerarios, se ha transformado ahora en herramienta para desafiar uno de los sistemas más inhumanos de la historia.

Con el sonido del parai Mumbai fue una fiesta. Al lado de conferencias y mesas de trabajo, el FSM transcurrió entre bailes, cantos, performances y obras de teatro. Los dalits hicieron así acto de presencia. La cultura, la tradición, los signos de identidad de los de abajo se convirtieron en el lenguaje de su política.

Los que no se ven, a los que no se oye, a los que no se debe tocar, los sobrantes, se hicieron presentes.

Su lucha viene de bien atrás. La ancestral resignación, la espera e una vida mejor por la vía de la reencarnación, comienzan a desaparecer. En toda India los dalits resisten. Crean organizaciones, se reúnen, efectúan campañas nacionales por los derechos humanos, documentan el racismo y la discriminación que padecen y, sobre todo, resisten en sus comunidades. Ganan confianza en sí mismos, incursionan en la acción militante y adquieren instrumentos de acción política.

En Mumbai, los parias de la tierra se pusieron de pie. A su manera, con su cultura, en Mumbai, los dalits gritaron ¡Viva la Internacional!
 

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Foto arriba : Marco Pesaresi. Estación del metro Dum Dum, Calcuta, India
Foto abajo: Carl De Keyzer. Calcutta, India
 

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