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México D.F. Domingo 28 de marzo de 2004

José Antonio Rojas Nieto

Los atrincherados

Se nos adelantó David Eduardo Cortés Bastida. Fue a reunirse con Ulises Ricoy, con quien siempre luchó conjuntamente. Se nos murió este viernes, luego de una lucha de varios años contra el cáncer, la que silenciosa y admirablemente acompañó con su pelea por la defensa de Petróleos Mexicanos (Pemex), de nuestros recursos petroleros, de nuestros recursos energéticos, de nuestras riquezas naturales y de nuestros derechos laborales.

La última vez que lo vi fue en mi casa, en la colonia Roma. Me dispensó con una visita para comentarme -con un entusiasmo que no permitía, ni por asomo, descubrir su crecientemente deteriorada salud- la necesidad de fundar un consejo laboral y ciudadano de la energía y del petróleo, mediante el cual -subrayó- los trabajadores y la sociedad mexicana se esforzaran por conocer la situación real de las empresas eléctricas y petrolera de la nación; los beneficios que éstas -sus empresas- proporcionan a la sociedad en su conjunto y las opciones de desarrollo nacionalista que se tienen para contribuir a mejorar la calidad de vida de toda la población mediante -así lo pensaba- el fortalecimiento del mercado interno, la reactivación del crecimiento económico y la generación de un empleo socialmente protegido y adecuadamente remunerado para los mexicanos.

A decir de David, este consejo debería luchar por identificar y elaborar diagnósticos fieles de nuestra situación energética, desentrañar sus beneficios reales y descubrir las opciones viables que permitieran -lo enfatizaba- preservar y fortalecer el poder social que la Constitución otorga a los mexicanos, con el control nacional de los recursos energéticos y sus industrias estratégicas.

Sí, David era uno de los que, sin ningún asomo de respeto ya no sólo por el otro y los otros sino por sí mismo, en su discurso del pasado 18 de marzo el director general de Pemex, Raúl Muñoz Leos, llamó atrincherados al referirse a quienes, como David y muchos con él, nos encontramos luchando dentro del marco de los conceptos anacrónicos de soberanía y nacionalismo, que -a decir del señor Muñoz- no favorecen la modernidad y obstaculizan las transformaciones que se requieren. ƑCuáles? El mismo señor Muñoz lo sugiere cuando señala la necesidad de ser grandes, de soltar amarras y quitar lastres del marco legal vigente que impide abrirse al mundo para obtener beneficios; que no permite aprovechar las inversiones extranjeras y las oportunidades comerciales, ni tampoco las asociaciones con el capital externo para impulsar el avance tecnológico y fundar en el desarrollo económico la fuerza del nacionalismo y la defensa de la soberanía.

La situación y la ideología en las que se sustentó la expropiación petrolera ya se superaron, afirma el señor Muñoz. Hoy día, el desarrollo exige apertura al capital externo. Por eso -asegura el señor Muñoz- si logramos quitar las limitaciones a la inversión extranjera, se superarán los riesgos de la soberanía que, a diferencia de antes, hoy significan tener hambre, ser pobre, analfabeto y vivir en la inseguridad; no tener salud ni higiene; no tener vivienda decorosa, no tener oportunidades de una mejor educación ni de un trabajo digno que permita generar un ingreso suficiente.

Sí, David Cortés fue uno de esos atrincherados que luchó contra estas pobres concepciones, incapaces de la más mínima visión integral de Pemex y de nuestra realidad energética.

Pero, más que eso, David Cortés alentó un proyecto de rearticulación integral de nuestras empresas energéticas en una perspectiva de búsqueda del óptimo nacional, en la que, sin duda, el capital privado tiene una función, pero en la que el Estado, por medio de sus empresas energéticas, se obliga a cumplir su cometido constitucional. Pero también sus responsabilidades laborales.

Finalmente -y como bien nos lo recuerda José Felipe Ocampo- hay que decir que David Cortés Bastida siempre actuó con probidad, honestidad, nacionalismo y buena fe. Y hoy día -de verdad, créanmelo- esto en sí mismo ya es mucho. Muchísimo. šDescanse en paz!

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