Jornada Semanal, domingo 28 de marzo de 2004          núm. 473

ANGÉLICA
ABELLEYRA
MUJERES INSUMISAS

PILAR URRETA: APRENDER A ESCUCHAR EL CUERPO

Su vida en la danza tiene dos telones de fondo: uno cargado de poesía y el otro ligado al destino. Del primero, tiene memoria de sentirse bailando desde niña, con ese sentir de frescura expansiva sin más aspiración que el movimiento en sí. Del segundo, la vivencia de haber crecido de forma natural en una familia donde la materia prima era la alquimia de sonidos, imágenes y cuerpos convertidos en música, fotografía y baile. Con esas coordenadas creativas, Pilar Urreta (DF, 1954) ha construido su mapa interno para tratar de escuchar a su cuerpo y moldearlo con sensaciones de realidad, magia y misterio.

Sus padres la fascinaban. Le encantaba ver cómo su papá Nacho creaba tan hermosas fotografías de la vida en la calle y cómo su mamá Alicia transformaba cientos de hojas pautadas en música. Ambos, Nacho López y Alicia Urreta, se habían conocido en la Academia de la Danza Mexicana. Él tenía especial afecto por retratar ese universo tan cercano a su hermana, la bailarina Rocío Sagahón, y Alicia era pianista ensayadora de la compañía. Ese nexo a través de la danza permaneció durante muchos años, cuando en casa de la pequeña Pilar concurrían grupos de artistas que alimentaron su imaginario creativo.

Quinceañera empezó a bailar de forma profesional, y tres años más tarde hizo su primera coreografía, Cantos tristes, a partir de una composición de su madre. Con ella estudió piano y con su papá incursionó en el cine. Admiraba la entrega de ambos en su particular manera de vivir el arte, pero Pilar nunca deseó ser compositora de música ni fotógrafa. La coreografía fue desde siempre su objetivo y por ello viajó hasta Nueva York, donde residió por doce años y se formó en la compañía de danza Kei Takeiņs Moving Earth y posteriormente formó su propio grupo y estudio, Arcana.

Ha estudiado con figuras notables como Alwin Nikolais, Murray Louis y Merce Cunningham, pero sus principales guías fueron José Villanueva, Bodil Genkel y su maestra de primaria (de quien olvidó el nombre) que le dieron la confianza, la claridad, el rigor y el espíritu que hasta ahora la acompañan en su triple labor de coreógrafa, bailarina e investigadora.

Así como vio el proceso de transformación de sonidos e imágenes en la casa familiar, ella experimentó con el cuerpo. Para Pilar la danza era el resultado de esa alquimia donde el cuerpo es un recipiente moldeable, extraordinario, profundo y misterioso que expresa sensaciones abstractas, el llano placer del conocimiento del cuerpo moviéndose en el mundo, la transformación de un gesto tan sencillo como un saludo y un abrazo en una experiencia de estar en la tierra.

Pensó siempre que la danza es más que bailar: es crear con el cuerpo y no necesariamente a través de una búsqueda autobiográfica sino por medio de algo más profundo que es lo que universaliza la experiencia corporal. ƑEmociones?, pueden ser, pero de una calidad que toquen fibras sensibles en las que no hay necesidad de hacer referencia al suceso anecdótico.

Maestra de licenciatura en coreografía, decana del análisis Laban en México y titular de un seminario sobre corporalidad, arte y filosofía, considera que en la joven generación de bailarines está desapareciendo poco a poco la tiranía sobre el cuerpo que marcaba la formación dancística en el pasado. Sin embargo, observa que ahora "el cuerpo no es importante" y los alumnos carecen de un entrenamiento riguroso y de cierta mística. No juzga esta realidad, simplemente se pregunta si responde a una nueva forma de aprehender la experiencia del momento de manera más inmediata.

Lo que sí refrenda frente a ella misma y los demás es aquella sugerencia que le repitieron su madre y sus maestros tutelares: aprende a escuchar qué pasa al interior de tu cuerpo y habla con tu verdad más profunda. Esa es la única llave que sostendrá el trabajo. Con esta guía más de sesenta coreografías integran su trayectoria: Arcana mayor, la travesía del hombre; Isadora, para recordarte con la imaginación y Graniceros son algunas. Las que vienen llevan por nombre El camino de los cinco despertares, interpretada por ella a partir de textos de monjes japoneses (a estrenarse en abril en Cuernavaca) y El evangelio de Miriam (la presentará en agosto con la compañía que lleva su nombre).

"Si contemplas las aguas/ al alba, oirás/ florecer al loto."

"Abismos de frío,/ insondable/ rugido del océano."

Estos, caminos de luz en la futura coreografía de Pilar Urreta, son algunas de las imágenes que busca en su danza plena de magia y simbolismo.