En Zihuatanejo, los ricos se van al cielo

José María Iglesias

Parece que aquello del "camello por el ojo de la aguja" era puro cuento. En Zihuatanejo, los ricos se van al cielo y lo confirma el hecho de que, con unos pocos millones (29 en este caso), usted puede comprar un cerro junto a la hermosa bahía y construir su lujosa vivienda a la altura que usted desee.

Si usted es rico en Zihuatanejo, no sólo puede comprar un cerro, también una playa o algunas hectáreas dentro de la propia bahía. Podrá talar todo lo que le moleste, aun en zonas ecológicas protegidas, y también perforar pozos de agua, secar pantanos, manglares; en finij, terminar con la flora y la fauna del lugar. Si usted es rico en Zihuatanejo, la Semarnat, la Profepa, el gobierno del estado, el municipal, la justicia, todos lo protegerán dándole generosamente los permisos y habilitaciones correspondientes.

Por ejemplo, esa incómoda disposición que se llama "cota 70", que son los metros sobre el nivel del mar hasta donde se puede construir, rige sólo para los pobres que no pueden comprar cerros. Ellos se acomodan como pueden en viviendas miserables sobre las laderas que rodean la ciudad.

Estas historietas son harto conocidas por esos rumbos. Pero cada una tiene matices diferentes entre sí que la hacen más atractivas desde el punto de vista literario. La más reciente es la conocida por el nombre del lugar: "Cerro del Vigía".

Como todos los cuentos, a éste habría que considerarlo dentro un género, y el más apropiado sería el de ciencia ficción. Tiene sí, un comienzo de tragedia griega, pero al paso del tiempo, se enmaraña, se complica y enriquece con el aporte que le da la voracidad y la corrupción de sus personajes.

Todo se inicia con unos terrenos propiedad del señor Benito Recio, que tenía la intención de que los mismos fuesen adquiridos por la cadena de tiendas Comercial Mexicana.

Don Benito tenía todavía una deuda pendiente con el propietario inicial de los terrenos, que era el Fideicomiso Bahía de Zihuatanejo, Fibazi, dependiente del estado de Guerrero. Aprovechándose de esa situación, Fibazi le sugiere al presidente municipal priísta que gobernaba hace cinco años atrás, Erik Fernández, que se edifique el nuevo palacio municipal dentro de los mismos terrenos.

Entregando los terrenos al municipio, Fibazi creyó que podía rescindir el contrato con dicho señor, y acepta que el municipio construya. De todos modos estas cosas siempre tienen arreglo.

Don Benito actúa en contra del fideicomiso y lo demanda. Pierde el juicio en primera instancia; lo gana en segunda y también ante la Suprema Corte de Justicia, con fallo por supuesto inapelable. De tal manera, la corte ordena al fideicomiso pagar a don Benito Recio 22 millones de pesos indexados.

Las cosas se complicaron con esta resolución. El gobernador del estado de Guerrero, a su vez presidente del consejo del fideicomiso, ordenó que el señor Juan Farill Herrera, funcionario de su confianza, solucionara el asunto.

Éste nombra al notario Bolívar Navarrete (último candidato priísta, que más tarde perdería las elecciones municipales frente al PRD) director del fideicomiso para que trate de encontrar la fórmula para resolver el entuerto. Se le proponen diferentes alternativas al señor Recio pero no acepta, él quiere el dinero. Pero ocurre que al momento del pago, la deuda se encontraba indexada, de manera que ahora eran UDIS, que a su vez habían tenido una variación relativa con el dólar. Había que pensar en algo menos costoso.

Para cubrirle a don Benito su deuda (y vaya usted a saber para qué más), se decidió entonces lotificar El Vigía, un cerro cubierto por una espesa y variada selva tropical que era, sin duda, parte misma del paisaje de la bahía. Lo hacen, superando la famosa cota 70 y se reparten entre gallos y medias noches los primeros lotes; según versiones, entre la camarilla política de turno. Hay otros lotes a nombre de personas no relacionadas con la administración.

El arreglo parecía funcionar. El municipio, que había construido sin escrituras en mano un extenso palacio municipal por movidas políticas con Fibazi, tenía que salirle al quite, y limpiar el camino de las disposiciones legales, ecológicas y de medio ambiente preparando el asalto final al cerro.

El resto que quedaba del cerro, 174 mil metros cuadrados, Fibazi lo vende a Jorge Melgarejo Haddad para un megaproyecto de desarrollo privado por la atractiva suma de 29 millones de pesos, pagaderos un 8.5 por ciento a la firma del contrato, 13 millones de pesos en obra, suma que correspondería a la construcción de la carretera, y dos millones al finalizar la perforación del pozo de agua, cuyo permiso fue otorgado indebidamente por la Comisión Nacional del Agua.

El 50 por ciento restante no tiene fecha de cumplimiento de pago ni interés alguno. Será pagado sólo con la mitad de las ventas que se realicen, cuándo se realicen. Un excelente negocio.

Fibazi había cometido un delito, y para encubrirlo cometía otro mayor; al puro estilo de los "Chicago boys".

Así, violando todas las leyes, comenzaron las obras. Una supercarretera terminó con la mitad de la selva tropical que era reserva ecológica. Enormes zanjas van guardando grandes tubos de desagüe. Una casa se encuentra ya terminada justo en la cota 135, y una moderna maquinaria perfora día y noche un pozo que llegaría a los 200 metros de profundidad. Una regidora argumentó: "Los inversionistas están trabajando lentamente para darle tiempo a las águilas, guacamayas ciervos etc., para darles tiempo a que se muden a otro cerro".

La vista desde allí es magnífica, impagable, y costó poco. La selva ya cambió su aspecto y con el tiempo lujosas mansiones tapizarán El Vigía. Una amplia carretera llegará a cotas cercanas al cielo. No se verán casas miserables, ni basureros, ni bajarán del cerro aguas contaminadas. Nadie defecará al aire libre ni tirará la basura junto a su casa. No faltará el agua potable y en los jardines crecerán las rosas y los tulipanes, y verdes espacios de fino césped tendrán cómodas hamacas con vista a una de las bahías más hermosas del mundo. El cielo para los ricos. Mientras que los pobres que habitan todos los cerros que circundan la ciudad, y que no pudieron subir más allá de la cota 70, seguirán viviendo en su chozas de láminas obtenidas en tiempos preelectorales, y defecando entre la basura, al aire libre, hasta que las lluvias, realicen su tarea y lleven la inmundicia al mar.

El paisaje de la bahía de Zihuatanejo ha cambiado: espigones, marinas, hoteles, edificios de tiempos compartidos, aparecen como hongos. Ocupan ahora los espacios de los verdes cerros de selva tropical. Una vieja fotografía, será todo lo que nos quede de aquella bella bahía de Zihuatanejo. ƑImbecilidad, ignorancia, corrupción? ƑComo calificaría el lector de La Jornada Ecológica lo sucedido? ƑSerá capaz el nuevo gobierno municipal de revertir lo hecho? ƑHasta cuándo el pueblo seguirá soportando tanto atropello? Por el momento sólo son cómplices.

El autor de esta nota tuvo el honor de editar hace algunos años un libro a un prestigioso escritor mexicano, valiente y polémico, hoy desaparecido: Ricardo Garibay. El libro se llama De lujo y hambre, patrocinado por el Centro de Ecodesarrollo. En él se describen precisamente escenas como las que ocupan el espacio de esta nota. Entre las más recordadas se relatan los festejos del 15 de septiembre de los mexicanos en Las Vegas, frente a la vida entre perros sarnosos de otros mexicanos en los basurales de la Ciudad de México.

Lo que pasa en Zihuatanejo es un insulto a la condición humana. Es otro ejemplo como los que narra Ricardo en su libro De lujo y hambre. Mientras que el turismo, atraído por la belleza de estas costas beneficia a unos pocos, la miseria se extiende como la lepra por la ladera de los cerros.