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México D.F. Jueves 1 de abril de 2004

Adolfo Sánchez Rebolledo

El PRD: de mal en peor

El problema más grave del Partido de la Revolución Democrática (PRD) es su incapacidad de pensarse a sí mismo como un "instrumento político de y al servicio de la ciudadanía", para expresar y defender un programa alternativo al que ofrecen los demás partidos. En la medida que el propio partido se ha convertido en un fin en sí mismo para satisfacer las necesidades de sus afiliados, éste ha sacrificado aquello que debería distinguirlo de los demás: las ideas, la capacidad de vincularse a la sociedad y ser, al mismo tiempo, la conciencia crítica y el portavoz de un proyecto progresista para el país. El PRD ha crecido en número e influencia pero no ha madurado como podía y debía. En vez de institucionalizarse, se ha burocratizado, y el pluralismo originario es hoy la fractura permanente de las llamadas corrientes. De la ética del sacrificio de los primeros tiempos no queda más que un vago recuerdo hundido bajo el peso del pragmatismo y cierta arrogancia clientelar inexplicable a la luz de sus mismas experiencias. Muchos perredistas siguen viviendo ideológica y prácticamente como si nada hubiera cambiado respecto del partido de Estado y el mundo bipolar: hay una sustitución nominal de las fobias, pero el discurso y las formas permanecen tras la retórica democrática.

La crisis es real: la corrupción, el desmadre, el sectarismo, la incapacidad para abrirle paso a las nuevas generaciones, la soberbia y la pobreza ideológica de los líderes en general revela que las cosas han llegado demasiado lejos en una dirección equivocada. Y eso es muy grave y preocupante. En las condiciones actuales, lo peor que puede pasarle al país es que la izquierda comprometida con la democracia y su reglas desapareciera del mapa a causa de sus propios errores y contradicciones, como lo desea la derecha, incómoda con el "excesivo" pluralismo, siempre dispuesta a imitar el bipartidismo estadunidense. En sentido opuesto, volver a la izquierda dispersa y testimonial de otras épocas puede ser la utopía negativa de algunos nostálgicos, pero no es una alternativa razonable para millones de mexicanos que aspiran a un cambio progresista con las instituciones y dentro de la legalidad.

Tiene razón Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano cuando llama a discutir un planteamiento nacional que sirva para agrupar o reagrupar a los ciudadanos en torno a propuestas, y no sólo alrededor de las personalidades, pero la salida a la crisis actual que vive el partido del sol azteca también debería comenzar por una crítica a fondo de la política y el modelo de partido que él mismo contribuyó a crear con ejemplar e indiscutible honestidad. Algunas de las fallas que hoy se advierten en la organización perredista derivan del modo como se fueron estructurando las relaciones entre las distintas fuerzas que confluyeron a fundarlo y a la naturaleza del liderazgo que finalmente se creó para dirigirlo en tiempos de gravísimas confrontaciones y represión. La experiencia electoral del Frente Democrático cristalizó en una forma de organización definida por dos rasgos esenciales: el liderazgo político de Cárdenas Solórzano y la preminencia en los órganos de dirección de los grupos organizados sobre los militantes individuales. La fragmentación introducida por las corrientes es funcional a una dirigencia fuerte, pero resulta paralizante e ineficaz cuando ésta se retrae o es desplazada por los grupos de interés creados bajo el paraguas de un estatuto que les confiere plena legalidad. Otras características se adquirieron y modularon en el camino de la transición. Por ejemplo, el empleo del método "más democrático" de las elecciones internas para la selección de la dirección y los candidatos, que tal vez fueron un ejemplo a seguir para los demás, pero en el partido del sol azteca dejaron un saldo negativo en términos de credibilidad.

Ahora el PRD, atenazado por los escándalos y la dimisión simbólica de Cárdenas, afronta el dilema de cambiar para que todo siga igual o tomar el toro por los cuernos, pese a las amenazas poco creíbles de una escisión mortal. No se trata de simples "errores", sino de cambiar un orden de cosas que va de un descalabro a otro. Cárdenas Solórzano ha dicho con su conducta en estas semanas que no está dispuesto a convalidar cualquier postura de los órganos de dirección, lo cual es digno de reconocimiento. Pero, Ƒasí lo entenderán todos sus correligionarios? Mucho me temo que las encuestas, no el debate en profundidad, seguirán rigiendo la vida del partido del sol azteca.

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