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México D.F. Domingo 4 de abril de 2004

MAR DE HISTORIAS

La túnica de Judas

Cristina Pacheco

as escenografías y el vestuario están listos. Después de cuatro semanas de trabajo los actores comprenden muy bien a sus personajes y dominan el escenario. Este lunes haremos un ensayo general. Filiberto, el director de escena, preguntó si teníamos dudas para que de una vez las resolviéramos. Nadie levantó la mano, sólo miramos a Gervasio. Filiberto comprendió la señal y le dijo si recordaba su promesa.

-Perfectamente.

Respondió Gervasio con voz ronca y mirando al suelo. Filiberto no es ningún tonto: se acercó y le sacó a Gervasio la botella de tequila que llevaba escondida en la chamarra.

-ƑY entonces, esto qué...?

Gervasio se controló:

-En buena onda, Fil: devuélvemela.

Filiberto, en vez de darle gusto, estrelló la botella contra el piso. Temblando, fuera de sí, Gervasio lo amenazó:

-Serás muy director de escena y las hilachas, pero te advierto una cosa: si vuelves a meterte en mi vida, te rompo la madre.

Magda se quitó el manto de la Verónica y dijo que iba por una patrulla. Taide, que personifica a la Virgen María, olvidó su carita de mustia y, hecha una fiera, impidió que Magda saliera:

-No vas a ninguna parte. Es el primer año en que hacemos nuestra representación. Si empezamos con escándalos nunca lograremos la fama internacional que ya tienen los de Iztapalapa.

Santo remedio. Todo el mundo se puso las pilas, menos Gervasio, que seguía resentido con Filiberto por haberle roto su botella. Para consolarlo, le dije:

-No perdiste tanto: ya casi te habías terminado el tequila.

Todos se rieron. Filiberto abrazó a Gervasio y le prometió regalarle una de a litro.

-Pero después de la representación.

Y otra vez le hizo prometerle que no tomaría una gota de alcohol antes del Viernes Santo:

-Gervasio, compréndelo: tienes que estar en tus cinco sentidos para que puedas trabajar bien. Imagínate si te quedas dormido o se te olvida el papel a mitad de la representación.

Gervasio no se dejó apantallar:

-ƑCuándo les he fallado? Es más: soy el único que ha venido a todos los ensayos. Pero, como la hago de Judas, no me lo toman en cuenta. En cambio a Yeison, que lleva cuatro faltas, nadie le reclama nada. šClaro! Como tiene el papel de Jesucristo y además es muy guapo, puede darse esos lujos.

Yeison sonrió, como si no le importara la acusación de Gervasio:

-Ni creas que tomo en cuenta lo que dices. šEstás borracho!

Entre todos impedimos que se agarraran a golpes. Ya calmados, Filiberto nos advirtió que no toleraría más desórdenes. Don Chema, el papá de Yeison, metió la cuchara:

-Mi hijo estaba tranquilo, Gervasio le picó la cresta. Reclámale a él y de una vez por todas adviértele que si quiere seguir aquí, tiene que portarse como Dios manda.

Eloína, que se cree muy sexy desde que le dieron el papel de la Magdalena, quiso hacerse la muy chipocluda:

-Gervasio, don Chema tiene razón. Así como andas no funcionas. Y a mí, Ƒte digo una cosa?: me avergüenzas.

La hipocresía de Eloína me pareció tan asquerosa, que solté de mi ronco pecho:

-ƑAh, sí? Pues no parece, chiquita, porque bien que te le resbalas al Gervasio. ƑA poco crees que no me he dado cuenta?

Jacqueline, que actúa de Martha en la representación, luego luego salió en defensa de su amiga. ƑY cómo no? Las dos son igual de cuzcas.

-Oye, Concha: Ƒno serás tú la que anda de buscona con Gervasio?

Me encendí y le contesté:

-ƑY si así fuera, qué? No soy casada. Eloína sí, pero como el marido se fue de mojado, ella se la pasa dándole vuelo a la hilacha.

Eloína se hizo la ofendida y se puso a chillar. Jacqueline corrió a abrazarla:

-šTonta! No le hagas caso a Concha. Está ardida porque a ti te dieron el papel de Magdalena y a ella no. Imagínate si se lo iban a dar, con esa cara...

šPinche Jacqueline! Le hubiera mentado la madre pero Filiberto me lo impidió:

-Oigan: si quieren pelearse lárguense al mercado.

Gervasio se quitó la túnica de Judas y agarró su caja de herramientas: es muy buen carpintero, lástima que sea tan borracho. Dice que toma para no acordarse.

-ƑDe qué?

Le pregunté cuando empezamos los ensayos del Viacrucis y quise convencerlo de que no tomara, al menos cuando tuviéramos reunión. No me contestó, pero los ojos se le llenaron de lágrimas. Eso jamás se lo he dicho a nadie. El lo sabe y creo que me lo agradece: lo noto en su manera de mirarme.

Cuando Gervasio se dirigía a la salida, Filiberto le gritó:

-ƑY ora tú, qué haces?

Gervasio dio media vuelta:

-ƑNo lo sabes? Me voy: dejo la obra.

Conozco a Gervasio: es más terco que una mula. No habla por hablar: promete una cosa y la cumple. Tuve miedo de que la representación se fuera al diablo. Me acerqué a Filiberto:

-Tú nos metiste en esto y es responsabilidad tuya que todo salga bien. Convéncelo de que se quede.

Filiberto abrió la boca. Se notaba que no sabía que hacer. Taide vio en peligro sus sueños de grandeza y entró al quite:

-Gervasio: a estas alturas no puedes irte. Faltan cuatro días para la representación. Si te largas y botas el papel, Ƒcómo vamos a competir con los de Iztapalapa?

Gervasio encontró rápido la solución:

-Pues buscan otro Judas. En estos tiempos šsobran!

Se armó el griterío:

-No te vayas... Nadie haría el papel como tú... Comprende... Haz el esfuerzo y quédate... Por favor, aunque sea nada más por este año.

Me dio gusto que le reconocieran sus méritos a Gervasio, pero él no lo tomó en cuenta:

-ƑPara qué quieren que me quede? ƑDe qué les sirve un méndigo borracho que nomás causa broncas y los avergüenza?

Jaqueline le dio un codazo a Eloína y le dijo:

-Tú puedes convencerlo. Háblale bonito, dile que fue una broma.

Eloína se acercó a Gervasio muy modosita, muy... Bueno: šmejor ni digo qué!

-Gervasio, no seas malo. šQuédate! ƑNo ves cuánto te necesitamos?

Gervasio se puso bien colorado y pensé: "Chin: esta lagartona ya lo convenció". Por eso, estuve a punto de aplaudir cuando él le respondió:

-Sí, claro: me necesitan para tener a quien criticar, para sentirse muy decentes, muy puros. Además, ya no quiero este papel. Ya me cansé de ser el chivo expiatorio de media humanidad. Ya se lo dije a todos ustedes: búsquense otro. En cinco minutos lo encuentran. Lo agarran, le ponen su túnica, le dan las treinta monedas, su mecate para que se ahorque šy listo!

Desde la puerta, Gervasio señaló el baúl de la utilería:

-Por cierto: allí donde está la soga dejé las treinta monedas, para que luego no digan que me las clavé.

Yeison gritó:

-Gervasio. No te vayas: sin ti no puedo representar el papel de Jesucristo.

En medio del silencio, Yeison tomó la soga y la bolsa de las treinta monedas. Cuando Gervasio las recibió tenía los ojos arrasados de lágrimas.

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