Salió de su país después de tres años amenazas de muerte

“No vamos a detenernos hasta conseguir la paz”: Leonora Castaño, líder campesina colombiana

Preside ANMUCIC, organización que aglutina a 100 mil mujeres y es parte de la Ruta Pacífica

Propone desmilitarizar Colombia y crear políticas que protejan a las campesinas, “las más castigadas” por el conflicto.

Graciela Atencio

No tiene reparos en denunciar las graves violaciones a los derechos humanos que sufren las mujeres colombianas que trabajan por resolver el conflicto armado a través del diálogo, la convivencia pacífica y el abandono total de las armas. Tampoco le importa estar enfrentada a la política del gobierno presidido por Álvaro Uribe, a quien acusa de haber recrudecido la crisis y de haber militarizado amplios sectores de la sociedad civil.

Leonora Castaño, colombiana, de 47 años, es una luchadora social nata, pero ella prefiere decir que sólo es una campesina. Su virtud consiste en haber multiplicado en cientos de miles de espejos la convicción de que las mujeres tienen el mismo derecho que los hombres a poseer la tierra. Y esa convicción ha llegado tan lejos en su país, que de la nada, junto a otras mujeres, hace dos décadas encabezó la creación de ANMUCIC (Asociación Nacional de Mujeres Campesinas, Negras e Indígenas de Colombia), una organización gremial de género y de servicio social, integrada por alrededor de 100 mil mujeres de todas las regiones, que ha logrado desde el reconocimiento de los derechos de las campesinas a la titularidad de la tierra, hasta la modificación de leyes agrarias a favor de las mujeres.

La lucha, lejos de casa

Su liderazgo horizontal, honesto y desprovisto de intereses personales, la han convertido en peligrosa para los sectores que “no quieren ver a una Colombia unida en un proyecto de nación, ajena al narcotráfico y a la corruptela gubernamental”. Debido a las constantes amenazas de muerte que venía sufriendo desde hacía tres años, tuvo que abandonar su país. Hoy por hoy extraña Colombia. Desde diciembre pasado reside en Alicante, España, gracias a un programa de protección para defensoras y defensores de derechos humanos, patrocinado por Amnistía Internacional. Triple Jornada la entrevistó en su nuevo hogar temporal, que comparte con su compañero y sus dos hijos, Luis Carlos, de ocho años y Miguel, de cinco.

-¿Cuál es la situación actual en Colombia?

-La situación sigue siendo grave. La guerra que venimos padeciendo ha provocado una reconcentración de la tierra y de la riqueza. Después de muchos años de reformas agrarias, hoy, por vía de desalojos de familias, hay nuevos propietarios de campos, principalmente grandes latifundistas y narcotraficantes. Cuando se inició el proceso de reformas agrarias, hace 40 años, el índice de concentración de la tierra era de un 80 por ciento. Hoy es del 87 por ciento. En ese sentido ha habido una regresión ya que los desalojos han privado a familias y a mujeres de ejercer sus derechos de propiedad. Existen tres millones de desplazados, casi todos campesinos, de los cuales, el 79 por ciento son mujeres, niños y niñas.

-¿Qué tipo de hostigamientos y violaciones a los derechos humanos han sufrido las mujeres de ANMUCIC?

-Uno de los reportes que hemos hecho, relata el drama de las más de siete mil mujeres de nuestra organización que han sido desplazadas y obligadas por los paramilitares, el ejército o la guerrilla a abandonar sus tierras. En los últimos años, nos han asesinado 35 mujeres líderes, 31 a manos de grupos paramilitares, dos de ellas por el ejército, y otras dos por la guerrilla del norte de Santander. Nos desaparecieron el año pasado dos mujeres; la hija de una de ellas, que es actualmente una de las líderes regionales de Cundinamarca, acude a cuanta fosa común aparece, para ver si encuentra el cuerpo de su madre.

-Amnistía Internacional envió a mediados del año pasado un documento al presidente colombiano, Álvaro Uribe, en el que solicitaba protección para la dirigencia de ANMUCIC ¿A raíz de que situación se hizo tal petición?

-Fue después del secuestro de Nora Cecilia Velásquez, nuestra vicepresidenta, que desapareció el 21 de julio pasado. Gracias a nuestra acción inmediata, logramos presionar al gobierno para que esta líder reapareciera con vida. Los paramilitares la entregaron después de tres días en condiciones espantosas: Nora había sido torturada y violada por seis hombres. Uno de ellos es un personaje de la inteligencia militar muy conocido en Colombia, Luis Arturo García. Actualmente sus torturadores y violadores están libres. El mensaje del secuestro fue contra la dirigencia de ANMUCIC y en especial contra mi persona. La rescatamos de un municipio controlado. Nora está exiliada en Uruguay y todavía no se ha recuperado del daño emocional y físico sufrido. Pero Nora tiene una fuerza impresionante. Aun después del horror que había padecido, antes de salir de Colombia sacó fuerzas para dejar organizado el trabajo en el departamento que ella representaba. Organizamos un taller desde donde armamos estrategias para luchar contra las amenazas y violaciones a los derechos humanos de los paramilitares. Nora animó a otras mujeres a continuar la lucha.

-¿Por qué el secuestro de Nora Cecilia Velásquez también era un mensaje para usted?

-Porque nosotras presionamos y pedimos vehementemente al gobierno que cesen los enfrentamientos armados y que se respeten los derechos humanos, totalmente avasallados en esta guerra. En las sesiones de interrogatorios a las que Nora fue sometida, la indagaron permanentemente sobre mi paradero. Después de que ella apareció con vida y regresó a Bogotá, empezó una campaña brutal de amenazas contra mí. Me llamaban todo el tiempo por teléfono y me amenazaban de muerte. Casualmente me llamaban a los celulares que me había dado el ministerio del interior para mi protección... En ese momento estaba viviendo con mi familia en un barrio al sur de Bogotá. Pero desde julio hasta diciembre pasado, fecha en la que dejé Colombia, tuve que esconderme como en cinco o seis partes diferentes. Afortunadamente hay mucha gente que nos quiere. Me dieron cobijo en varias casas: de compañeras, gente de otras organizaciones, diplomáticos. La Comisión Colombiana de Derechos Humanos llegó a la conclusión de que debía abandonar el país junto a mi familia. Después de tres años de amenazas constantes, llegaron varios mensajes en los que me decían que iban a matar a mis hijos y a mi compañero. Hasta allí llegó mi resistencia. Pero antes, dejamos lista la organización con nuevos equipos de tarea. Conseguimos que brigadas internacionales de paz se quedaran custodiando el trabajo de ANMUCIC.

La enseñanza de su madre

-Después de que usted abandonó el país ¿cesaron las amenazas contra sus compañeras?

-No, para nada. A finales de febrero detuvieron en Bogotá a otra de nuestras líderes, Felina González. La golpearon y la presionaron para que diera mi paradero. También está el caso de Blanca Nubia Díaz, una mujer a la que tenemos resguardada en Bogotá desde hace dos años porque le asesinaron a su hija, de 17 años, después de haber sido secuestrada y violada por los paramilitares. Tuvo que huir porque la amenazaron con matar al resto de sus hijos si denunciaba el asesinato de su hija. En medio de todo este drama hemos seguido haciendo este trabajo. Nuestro principal objetivo es pasar de ser mujeres desplazadas a ciudadanas plenas. Logramos dejar dos grupos importantes de mujeres en posesión de fincas conseguidas a través de la reforma agraria, con sus proyectos andando. También conseguimos que varias líderes amenazadas contaran con programas de protección y acompañamiento de brigadas. Esto me reportó una mínima tranquilidad para poder salir del país.

-¿Los paramilitares cuentan con la protección del gobierno del presidente Uribe?

-Nosotras le dijimos al gobierno que llevara a la mesa de negociación el problema de los hostigamientos y la violación de los derechos humanos contra las mujeres pero jamás hubo respuesta. El gobierno sigue negociando con unos paramilitares que no han cumplido con el cese de hostilidades a la población civil... Los paramilitares han asesinado a 800 personas sólo en el 2003, después de pactar una negociación con el gobierno. Hemos denunciado esta situación a Naciones Unidas. En los últimos tres años han ido seis relatores de la ONU, con todos nos hemos entrevistado y hemos hecho la denuncia de lo que viene sucediendo con ANMUCIC. Estuvimos en Washington en octubre pasado y el caso fue presentado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que dio al gobierno una recomendación para que aplicara medidas cautelares en la defensa de ANMUCIC. Las medidas cautelares no han dado resultado. Si es necesario, llevaremos el caso a la Corte Internacional de la Haya, aunque nos lleve cinco años la demanda.

-¿Cuándo nació en usted el interés por trabajar a favor de las mujeres?

-Mi mamá, Ana Felisa Cano, que murió hace dos años, era una líder natural. Yo vengo de una familia campesina muy pobre, de 14 hermanos (dos de ellos murieron víctimas del conflicto armado hace casi una década). Mi madre no tuvo oportunidad de estudiar pero sí tuvo unas convicciones muy claras de lo que es la solidaridad. En la comunidad donde ella vivía era la persona encargada de la salud. Allí llegaban todos los enfermos de la zona para que ella los curara, allí se celebraban las navidades para los niños más pobres, allí se recolectaban regalos, allí, dos veces por año, se hacían las fiestas más grandes a favor de los niños humildes. Crecer al lado de una mujer como ella, con su ejemplo, me dio mucha fuerza. Yo fui al colegio hasta segundo de primaria. Desde niña me tocó trabajar y ayudar a mi papá y a mi mamá en las tareas del campo, por eso me siento campesina. Pude validar la primaria a los 17 años y después estudié en un instituto que formaba líderes campesinas. A los cuatro meses de formación supe que mi principal interés era trabajar por las mujeres. Inmediatamente me vinculé a la ANUC (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos), la organización agraria más importante en aquel momento. Empecé en el 78, y en el 79 me nombraron titular de la Secretaría Femenina Nacional de esa organización. Unos años más tarde sufrí una gran decepción: cuando pude alcanzar un puesto de poder, me pidieron que dejara de ocuparme de las mujeres y que trabajara con otros temas. Por eso, en el 84 formé una agrupación de mujeres. En el 86 conseguimos la personería jurídica de ANMUCIC y en ese proceso apoyé a otras líderes para que me acompañaran en la dirección. Fortalecimos el trabajo y en el 87 me nombraron presidenta de la organización.

 

Feminismo Práctico

-¿Cómo lograron que 100 mil mujeres integraran ANMUCIC?

-Nosotras tenemos una consigna: cuando las mujeres se acercan y nos piden sumarse a nuestro trabajo, no les preguntamos acerca de su ideología, ni su preferencia religiosa, ni a cuál etnia pertenecen. Por eso es que ha funcionado tanto el trabajo con las mujeres indígenas y las mujeres afrocolombianas. De cuatro años a esta parte, paralelamente al hostigamiento aumentó la solidaridad hacia nosotras. Hay una organización de mujeres profesionales, denominada “María María” que se creó con el único objetivo de ayudar a ANMUCIC y así otras organizaciones se han sumado a nuestro movimiento.

-Entonces ¿ha sido clave la unión de tantas mujeres en este proceso de paz que proponen?

-Creo que es definitiva la unión y solidaridad entre las mujeres. No sólo en Colombia. El mundo sería distinto si gran parte de las mujeres que lo integramos fuésemos unidas y solidarias. Tengo esperanzas y sueños de que las mujeres seamos fundamentales para lograr la paz y acabar con el conflicto armado colombiano. Está claro que este problema no se soluciona con las armas.

-¿Se considera feminista?

-...No sé muy bien qué es el feminismo. Después de más de 20 años de trabajar por los derechos de las mujeres, no sé si soy feminista. No me lo he preguntado. He hecho las cosas por las mujeres y ya. Pero, claro, viéndolo desde ese lado, creo que soy feminista. Pero quizás el feminismo al que pertenezco es práctico. Apuesto por las mujeres aunque no lea sobre teorías feministas y lo voy a hacer hasta el día que me muera.


Políticas de exterminio

Leonora Castaño teme que detrás de las violaciones a los derechos humanos que sufren las mujeres de su país “hayan políticas de exterminio encubiertas”. Ellas son víctimas de un holocausto silencioso y aterrador, “víctimas de los ejércitos patriarcales de guerrilleros, paramilitares y del Estado mismo” según la Ruta Pacífica. Estos son sólo algunos de los atropellos que padecen día tras día:

-Les aplican toques de queda en territorios controlados por alguno de los protagonistas del conflicto (horarios para circular públicamente). Se las acosa psicológicamente y las torturan cuando intentan desplazarse con libertad. A principios de este año, una líder de la Organización Femenina Popular fue retenida por paramilitares porque no lucía como una mujer “decente y recatada”: le cortaron el pelo y le quemaron los pies.

-Les imponen un tipo determinado de vestimenta, en algunos casos, aunque no pertenezcan a ningún ejército, deben usar ropa militar.

-Las obligan a reclutarse en los ejércitos de uno u otro bando.

-Las desplazan de sus territorios por la fuerza.

-La guerrilla secuestra mujeres, las obligan a tener uno o varios compañeros sexuales y a ejercer el control de la natalidad o a abortar.

-A líderes, activistas y mujeres comprometidas con los derechos humanos: las vigilan, intervienen sus teléfonos, las amenazan de muerte, amenazan con matar a sus hijos e hijas. En casos extremos asesinan a alguno de sus hijos o hijas y luego amenazan con tomar mayores represalias si la madre denuncia el asesinato.

-Los paramilitares violan sistemáticamente a mujeres de poblaciones que controlan.

-Las obligan a prostituirse. También utilizan la violación tumultuaria como elemento de tortura con activistas y líderes secuestradas.

-En los últimos años, según María Eugenia Sánchez, de La Casa de la Mujer, se han reportado casos de mujeres que han sido asesinadas con saña: les han abierto sus vientres y les han quitado sus órganos sexuales. “Pero no hay estadísticas que nos permitan corroborar estos datos -denuncia- Tampoco tenemos reportes de las desaparecidas, que son muchas. Como si esto fuera poco, el protocolo de medicina forense colombiano no está adherido al protocolo internacional y no siempre se les hace un examen a las fallecidas por causas violentas, en el que conste si ha sido víctima de violación. Así que tampoco sabemos con exactitud cuantas de las mujeres que aparecen asesinadas todos los días, también han sido violadas”.

- Según datos del Instituto de Medicina Legal de Medellín, por lo menos cuatro mujeres son asesinadas diariamente en esa ciudad, dos de las cuales son además violadas; ocurren otras 16 violaciones sexuales diarias, sólo cuatro son denunciadas y sólo una llega a la justicia.

Foto de la entrevistada: Graciela Atencio. El resto de las fotos son de: www.rutapacifica.org.co