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México D.F. Viernes 9 de abril de 2004

Horacio Labastida

Gastón García Cantú

Dos hechos ilustran en mucho las reflexiones que deseo compartir con mis lectores sobre Gastón García Cantú, recientemente muerto en nuestra Puebla natal. Durante su gira a la Presidencia, Lázaro Cárdenas se alojó en el céntrico Royalty, y el grupo cardenista que habíamos formado algunos estudiantes del antiguo Colegio del Estado decidió exponerle nuestro apoyo. Llegamos tres: Saturnino Téllez, García Cantú y yo; minutos después se nos acercó. Sentí su mano vigorosa al saludarlo, y de inmediato le expresé nuestro apoyo por estar convencidos de su dignidad para ocupar Palacio Nacional. Agradeció mis palabras y nos preguntó cuántos formaban nuestro partido. Estamos con usted tres, contesté, pues faltaron dos más; en total somos cinco. Nos sonrió y se despidió con estas palabras inolvidables: "jóvenes, únanse y luchen por que en México haya una sociedad justa y libre". šBravo!, gritó Gastón y añadió: "šsu invitación será nuestro destino!"

El otro hecho es también imborrable. El maestro Carlos Ibarra ocupó la dirección de la primera Escuela Secundaria Socialista, instalada frente al Paseo Bravo y la antigua avenida de la Paz. Buen número de estudiantes del Colegio del Estado ocupó cátedras de ciencias políticas y sociales; recuerdo a Enrique Aguirre, Saturnino Téllez, Gastón García Cantú y Manuel Popoca, todos admiradores del brillante Vicente Lombardo Toledano y sus debates con Antonio Caso. Yo participaba entonces en el grupo anarquista inspirado en Ricardo Flores Magón junto con Armando Mireles y Ovidio Moreno, poniéndonos en marcha al relacionarnos con Manuel Rivera, líder muy significado en la Federación Regional de Obreros y Campesinos (FROC) y su apoyo a los trabajadores de la Compañía de Luz durante la huelga sangrienta reprimida por la comandancia militar de Maximino Avila Camacho, antes de su ascenso a la gubernatura local.

Las diferencias entre los floresmagonistas y los socialistas nos mantuvieron en el constante diálogo que nos llevó a bellas y fantásticas especulaciones. Pero Gastón y yo fuimos insistentes en advertir que atrás de las tormentas se hallaba el enorme poder de las multinacionales disfrazadas en el gobierno de Washington, y para esto trajimos el caso de la Cuba de Martí. Lo ocurrido no estaba muy lejos en el ayer y la Enmienda Platt a la constitución de la naciente república antillana era objeto de nuestras preocupaciones. Para dominar a Latinoamérica los acaudalados jugaban un juego militar que sugería la necesidad de establecer naciones democráticas con soberanías enajenadas por el imperio monopolista del dólar. Cuando las huestes cubanas liquidaban ya a los ejércitos españoles y a punto de vencer a la añosa corona castellana, los capitalistas dueños de las haciendas cañeras se alarmaron porque la independencia nacional los purgaría en nombre del bien común. Impedir esta posibilidad fue el motivo que movió a la Casa Blanca de McKinley y Teodoro Roosevelt a enviar tropas contra España, simulando adhesiones a la insurgencia de Máximo Gómez. Con facilidad derrotaron a la regenta hispana María Cristina y su joven heredero al trono Alfonso XIII, se entendieron con éstos en París sin consultar a las milicias cubanas liberadoras, y con el poder en la mano fundaron la simulación de una república sin derechos de autodeterminación. El fracaso fue ostentoso en los siguientes 57 años. Las crueles y brutales tiranías de Gerardo Machado y Fulgencio Batista dan el perfil de la realidad impuesta por el plattismo y su gemelo, la barbarie.

La fullería del modelo plattista preocupó a Gastón García Cantú durante toda su vida y en la obra intelectual que nos dejó, sustanciada en la socrática moral de bregar por llevar adelante los ideales supremos del pueblo. Así lo hizo el periodista e investigador desde que pu-blicó sus cuentos -Los falsos rumores-, aplaudidos por Arnaldo Orfila Reynal, hasta sus libros sobre el pensamiento reaccionario en México, las invasiones estadunidenses a nuestro país y la izquierda mexicana, recogidos ahora en las obras completas que recientemente concluyó Fondo de Cultura Económica.

El pensamiento de Gastón García Cantú distingue en todo momento los poderes que oprimen a las naciones y las rebeliones de éstas contra la opresión, entrañablemente unido este juicio a la grandiosa historia liberadora de nuestro país. Mucho discutimos sobre las raíces populares de los Sentimientos de la na-ción, de Morelos; sobre la práctica de Gómez Farías y la teoría de José María Luis Mora en el iluminismo mexicano (1833); y en relación con el Juárez insurgente de 1858 y el victorioso de 1867, así como sobre el movimiento maderista en 1910, la grandeza de Zapata y Villa y el artículo 27 de la Constitución de 1917.

Y con gran vigor hacía García Cantú un recuento del sabotaje contrarrevolucionario que ha dinamitado los trascendentales esfuerzos por establecer una civilización justa, según las banderas que se izaron en el país en el sexenio cardenista, singular entre las 19 presidencias que hemos tenido desde Carranza hasta la actual de Vicente Fox.

Contra ese trágico sino luchó Gastón García Cantú. Denunció a los colaboracionistas de los barones del dinero; sus sueños no han sido sólo sueños como los del Siglo de Oro de Calderón de la Barca (1600-1681); no, en México la juventud sigue leyendo en las páginas de la obra magistral que García Cantú legó a las nuevas generaciones. En verdad, los sueños no sólo sueños son; al contrario, las utopías son juicios críticos que nos llevan hacia un mundo sin explotaciones, noble, bueno y equitativo.

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