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México D.F. Domingo 18 de abril de 2004

MAR DE HISTORIAS

Primavera mexicana

Cristina Pacheco

Sentada tras el mostrador, IRENE contempla la calle desierta y silenciosa. Añora las tardes en que sus vecinas se reunían en su estanquillo para conversar mientras esperaban a sus maridos o a sus hijos que volvían del turno vespertino.

Oye el ruido de un motor y va a la puerta con la esperanza de que sea el taxi de JOSE. Al verlo, gira hacia el altar, en lo alto de un anaquel, y le agradece a San Cristóbal el milagro de que su marido haya vuelto sano y salvo, no como otros taxistas del barrio: heridos y a pie porque los ladrones los asaltaron y les quitaron el coche.

JOSE: ƑQuihubo?

IRENE: ƑCómo te fue?

JOSE (Ensarta el bastón en el volante): Mal: puros viajes cortos. ƑY a ti?

IRENE: Más o menos. (Ve a José abrir la cajuela y sacar la herramienta.) Ya no te entretengas. Ven a cenar.

JOSE (Ríe): ƑPara que luego encuentre el vocho sin llantas? Mejor se las quito. Pásame los ladrillos.

IRENE (Desde el interior de la miscelánea): Deberías buscar una pensión para el coche. (Reaparece con los ladrillos). Total, Ƒcuánto puede costarte?

JOSE: Ya fui a ver: novecientos. Ahorita está canijo sacarlos y se me vienen los gastos del tarjetón y toda esa madre. (Oye pasos. Agarra la llave de cruz y permanece en actitud defensiva hasta que reconoce a su vecino). Orale, Chano, me asustaste. Creí que eran Los Pukos.

SEVERIANO (Se lleva la mano al bolsillo): Yo también: cuando oí voces pensé que eran ellos y ya iba a sacar la tarraja.

IRENE (Ve el arma que les muestra Severiano): Mejor no había de traer esa cosa.

SEVERIANO: ƑY dejar que Los Pukos me agarren indefenso como la otra vez? Me quitaron hasta los zapatos y no pude meter ni las manos. Juro que nunca más me sucederá. Si vuelven a caerme, por lo menos me llevo a uno por delante.

IRENE: Y usted se irá a la cárcel.

SEVERIANO: No: le diré a la autoridad que actué en defensa propia.

JOSE: Acuérdate del Eusebio: hirió al Caníbal porque le violó a su mujer, Ƒy qué pasó? Está en el bote mientras el Caníbal sigue libre, diciendo que va a matar a Eusebio cuando salga. Los pandilleros son vengativos. Le aconsejo a Irene que cuando vengan al estanquillo los atienda, pero sin hacerles plática ni nada.

IRENE: Ya ni ellos me compran. Hoy me hubiera dado de santos con que hubieran venido por cigarros o cervezas.

JOSE: ƑTe fue muy mal?

IRENE: Vendí medio kilo de huevo y un paquete de sopa.

JOSE (Abandona su tarea): Acaba de pasar la quincena.

IRENE: Sí, nomás que ahora la gente compra en "la tiendota".

JOSE (a Severiano): Así le dice esta al centro comercial.

SEVERIANO: Esos grandes negocios nos están dando en la madre a todos, establecidos o ambulantes.

IRENE: Y espérese a lo que viene: el inspector me dijo que van a abrir otro centro comercial pasando las gaseras.

JOSE (Observa a su mujer): El inspector acababa de venir. (Malicioso.) ƑNo será que te quiere caer?

IRENE (Alisándose el delantal): Claro, como estoy tan chula...

JOSE: Déjate de pendejadas. ƑQué quería el tipo ese?

IRENE: Comprobar que no tengamos licores. Me dio risa. Le dije: "ƑPara qué vamos a tenerlos? Ya ni la cerveza se vende".

SEVERIANO (suspira): ƑSaben cuánto hace que no me compro una chela?

JOSE (riendo): Como media hora.

SEVERIANO: Dije me compro, no me tomo. (Sonríe.) Me encontré al Zafiro y me invitó una ronda. Traía un cuete šde aquellos! La señora se le fue al norte y anda bien triste.

IRENE: ƑEl Zafiro es de por aquí?

SEVERIANO: Seguro lo conoce. Es uno que tiene un lunar azul en la frente.

IRENE: Ah, sí. Y su mujer es una blanquita, güera. (Reflexiona.) Ella vino aquí varias veces, pero nunca me hizo plática. Se veía medio alzada. ƑSe fue huida o avisó?

SEVERIANO: Sí se lo dijo al Zafiro, pero él tiene miedo de que ella no vuelva. Muchos de los que se van al norte desaparecen.

IRENE (A José): ƑVes por qué no quiero que te vayas? (A Severiano.) Ultimamente me ha salido con que lo mejor sería irse a Estados Unidos... Como si allá no hubiera taxistas.

JOSE: Comprende: trabajo ocho, 10 horas, y a veces apenas saco para los gastos. (Se vuelve a Severiano.) Entre nosotros hay mucha competencia y además nos chingan los piratas.

IRENE: ƑQué acabo de decirte? (Percibe el desconcierto de José). Lo de la "tiendota". Si porque me hace competencia voy a cerrar mi estanquillo y a largarme, šimagínate!

JOSE: No es lo mismo, no entiendes.

IRENE: ƑCómo me dices eso? Me están ahogando: por un lado los centros comerciales y por el otro los ambulantes que se me ponen a dos cuadras.

SEVERIANO (en broma): Orale: no tire piedras.

IRENE: No lo dije por usted. Que venda plumas y llaveros, Ƒa mí en qué me perjudica? Lo malo es tener a 10 metros puestos donde hay latas y paquetes importados. Las sopas americanas son mucho más baratas que las pastas que vendo y, para colmo, con echarles agua hirviendo ya se pueden comer.

SEVERIANO: Por eso las mujeres ya no saben cocinar; y si saben, no quieren hacerlo.

IRENE: Pues claro que no. Llegan cansadas del trabajo. Muchas tienen que irse a Santa Clara, a Labor, a Satélite. Eso significa una o dos horas de viajar en combi, pesera, Metro. Después de todo eso, Ƒcómo van a tener fuerzas para meterse a la cocina?

JOSE (Burlón): ƑCómo sabes? Te la pasas en el estanquillo agarrándote las quijadas.

IRENE (Irritada): šSí, cómo no! ƑY quién se desmañana para ir a la Central y a la Merced? ƑQuién acomoda las mercancías? ƑQuién batalla con los clientes? Muchos se enojan porque no permito que destapen aquí su cerveza. Los calmo explicándoles que si en ese momento me llega un inspector y piensa que están tomando, ya me fregué porque puede multarme o, de perdida, morderme.

JOSE: Y dale con lo del inspector.

IRENE: No me vayas a salir con que estás celoso. Si a esas vamos, imagínate cómo podría estar yo: muriéndome de celos pensando que a lo mejor se subió al taxi una entrona que te convenza de que se vayan por ahí. ƑPor qué me miras así? Podría suceder, Ƒno?

JOSE (Asiente): Hoy en Pino Suárez me hizo la parada una muchacha. Pidió que la llevara a Cuautepec. Le pregunté si el Alto o el Bajo. Me respondió: "Por ahí". Pensé que a lo mejor se había puesto de acuerdo con algunos ratas para quitarme el coche. Me orillé y se lo dije. Se soltó llorando. Tenía ocho meses sin trabajo y acababan de correrla de su hotel.

IRENE (Maliciosa): ƑTe dijo por qué vivía allí?

JOSE: Déjame terminar. La muchacha, que por cierto también se llama Irene, me contó que había venido de su pueblo para buscar trabajo. Consiguió chambitas eventuales y últimamente ni eso.

SEVERIANO: En su lugar, me regresaría al pueblo.

JOSE: Es lo que quiere. No lo hace porque le da vergüenza volver sin un centavo, después de que su madre pidió prestado para su pasaje y los primeros gastos aquí.

IRENE: ƑIrene, mi tocaya, a qué iba a Cuautepec?

JOSE: A nada... Era un pretexto para ver si me convencía. (Rehúye la mirada de Irene). Se sube a los taxis para ofrecerse con los choferes. Necesita juntar para su pasaje de vuelta y algo más para llevarle a su familia: siete hermanos chicos y un padre que, herido por un rayo, quedó inmovilizado. Irene dijo: "Como una plantita, que se va muriendo porque nadie le echa agua".

IRENE: Así estamos todos: muriendo y nadie nos echa ni agua.

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