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México D.F. Lunes 19 de abril de 2004

Armando Labra M.

Política que importa

Hartos como estamos de que los medios nos bombardeen con páginas y páginas amarillas de grilla escandalosa, bien vale la pena comenzar a entretenernos con asuntos políticos de los que verdaderamente importan.

Nos debe importar el bienestar de los mexicanos, tan lesionado durante lo que va del sexenio y aún desde mucho antes. El malestar predominante y creciente ubica a la economía como el factor político más riesgoso al que debemos prestar atención porque de ella depende la única vía de acceso al desarrollo pleno, la democracia y la paz: el empleo. Se prevé oficialmente que crecerá la economía mexicana, pero Ƒhay bases para ello?, Ƒse ha hecho la tarea previa imprescindible para volver a crecer? Y luego, Ƒbastaría con crecer para em-plear a muchos mexicanos?, porque todo indica que no.

El hecho político es que desde el gobierno se apuesta dogmáticamente a la recuperación de la economía estadunidense como estímulo que habrá de jalar a la nuestra. Pero no hay, ni ha habido durante el sexenio, ninguna política pública industrial, rural, comercial, para activar a la economía desde adentro. Todo lo esperamos de afuera. Ƒ"A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?", diría Chava Flores, "....mejor trabaja y levántate temprano, con sueños verdes sólo pierdes el camión..."

Es verdad que la economía de Estados Unidos repunta con vigor (quizás en 4.8 por ciento el año entrante), pero valdría la pena considerar al menos dos hechos que nos afectan. Por un lado, tal recuperación no genera nuevos empleos por pivotar fundamentalmente en avances tecnológicos y por ocupar capacidad instalada ociosa con el mismo personal, es decir, elevando la productividad, los salarios y el consumo, pero no el empleo. Ese rasgo se aplica a las empresas de ese país en el nuestro. Por otra parte, los ciclos de recuperación de Estados Unidos impactan a la economía mexicana sólo en segmentos muy pequeños vinculados con exportaciones que realiza un puñado de empresas extranjeras desde México. Apenas 6 por ciento de las empresas ubicadas en nuestro país tienen relevancia en el comercio exterior y, quitando a Pemex, las demás son filiales extranjeras. En otras palabras, la recuperación económica estadunidense es ajena a 94 por ciento de las empresas mexicanas, ni les perjudica ni les beneficia sino todo lo contrario, como diría Manuel Bernardo Aguirre. En el mejor de los casos la repercusión les resulta indirecta y nimia.

En tal perspectiva, apostar a que la economía mexicana -la cual, en efecto, no se benefició de la recuperación estadunidense de 2003 y sólo creció en 1.3 por ciento, menos que la población- podrá crecer en 3.5 por ciento en 2004 y a ritmos de 4.5 y 5 por ciento en los dos años que siguen sin que hagamos nada, sino esperar el jalón del vecino, resulta no sólo ingenuo, sino ignorante de la economía y, además, políticamente grave.

Lo único que hace crecer a una economía en términos reales de producción, comercio exterior y empleo, es la inversión productiva -no especulativa- en su territorio, no en otro. En nuestro país la inversión productiva ha decaído como proporción del PIB, de 24 a 19 por ciento entre 2000 y 2003. ƑPor qué habría de crecer la economía en 2004 si la inversión en años previos no aumentó? Y lo más importante aún, que una de las características novedosas, pero perversas del crecimiento de las economías modernas es que ya no significa la creación de empleos y bienestar social. Con crecer no basta, pues.

Los pronósticos de un crecimiento económico promedio anual superior a 4 por ciento, del presente a 2006, difundidos recientemente por el Centro de Pronóstico Económico de México con sede en Pensilvania, Estados Unidos, son optimistas porque suponen que al tiempo que crece la economía baja la inflación y son simplistas porque suponen que la llamadas "reformas" estancadas -incluso aún desconocidas- en el Congreso podrán llevarse al cabo y además, que impactarán positivamente en el crecimiento económico, proveyendo las inversiones que hoy faltan. En lo que seguramente aciertan es en anticipar que a partir de 2005 declinará la economía estadunidense y también en señalar que la ausencia de políticas directas para estimular la actividad productiva explica el frustrante desempeño económico de México en lo que va del actual sexenio.

En suma, nuestra ocupación y preocupación políticas bien harán en centrarse en anticipar los problemas de la economía real más que en el chismarajo de la grilla o complacerse de las consabidas versiones oficiales de la macroeconomía ficción. Las falsas expectativas de crecimiento económico son graves, pero si se lograsen en alguna medida y, como es de esperar, no vienen acompañadas de nuevos empleos productivos, el horizonte político de los dos años por venir será aún más adverso a la estabilidad política y social tan necesaria en tiempos electorales, de suyo riesgosos para la democracia.

PS. Caso cubano. Fox demostró que miente. No es el suyo, como suele reiterar, un gobierno de empresarios para empresarios, sino de empleados del señor Bush.

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