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México D.F. Lunes 19 de abril de 2004

La relación con Rivera, la fridamanía y el cine, entre los temas abordados

Poniatowska y Tibol evocan a Kahlo en Coyoacán

ERICKA MONTAÑO GARFIAS

Tres mujeres. Elena Poniatowka y Raquel Tibol para hablar de Frida Kahlo. Lo que estaba programado como una charla acerca de la obra de la pintora, devino amena entrevista entre la escritora y la crítica de arte.

Fue el sábado por la noche en la casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles, como parte del Festival de Coyoacán 2004, dedicado a la compañera de Diego Rivera y a la defensa del maíz mexicano frente a los transgénicos.

Con puntualidad casi inglesa, Tibol y Poniatowska se sentaron frente a un público ávido de escucharlas. La sala de exposiciones del centro cultural fue insuficiente y se debieron poner más bocinas para que todos oyeran; ni qué decir de las personas que permanecieron de pie envidiando a las que estaban sentadas y maldiciendo el momento en el que decidieron ponerse tacones en lugar de unos cómodos zapatos.

Es Raquel Tibol, una de las principales estudiosas de la obra de Kahlo, quien anuncia que la Poni la llamó comenzada la tarde para proponerle un asunto nada escabroso: ella, como periodista que es, haría preguntas sobre cómo nació la relación entre la investigadora y Frida Kahlo, si la pintora recibió el apoyo de Diego Rivera, qué otras cosas le dio el muralista a su mujer, cuál fue su primera impresión al conocer a Kahlo, si Rivera y Kahlo influyeron en su vocación crítica, desde un principio interesó a Tibol la pintura de Kahlo, la presencia de los elementos sexuales en la obra pictórica de la artista y el estallido de la fridamanía que, contrario a lo que muchos piensan, no fue gracias a Salma Hayek.

Todo eso y más respondió la crítica de arte, salpicando las anécdotas con mucho de humor. En la sala, el calor primaveral sabatino se quedó con ganas de molestar a la gente. Eran más las ganas de verlas y escucharlas.

Cuenta Raquel Tibol que a quien conoció primero fue a Diego Rivera durante el Congreso Mundial de Cultura, que convocó el poeta Pablo Neruda en Chile. Después de servirle como guía, le encargaron hacer al muralista una entrevista, a lo que éste accedió siempre y cuando ella lo acompañara a un viaje que harían por territorio chileno, y en lugar de hablar de él, de su trabajo, le dijo: "véngase, le voy a hablar de mi mujer Frida Kahlo". Ese fue también el primer contacto con la pintora.

Después Tibol llegó a México y se alojó en la casa de los artistas en Coyoacán.

-ƑCuál fue tu primera impresión de Frida? -preguntó Elena.

-Fue el olor a medicinas. La primera noche me preguntó si sabía inyectar y sacó un demerol como para caballo.

Recordó que Kahlo tenía una costra muy grande en la nalga y parte de la pierna, porque cuando no había quién la inyectara lo hacía ella misma. Después Tibol propuso a la pintora trabajar su biografía y hacer un listado de su obra.

Tibol le dio una cachetada a Kahlo, como la que se le da a los niños, cuando rechazó comerse su papilla y le aventó el plato y la cuchara. Frida no comía y en ese entonces, con más de 1.60 de estatura, sólo pesaba 38 kilogramos. Cuando no estaba bajo el efecto de las medicinas que tomaba, "era de una simpatía arrolladora y de una actitud muy original que conquistaba".

En cuanto a su obra, la crítica e investigadora destacó la presencia de los elementos sexuales.

-ƑEse afán sexual se debe a que estaba clavada a una cama? -cuestiona la autora de La noche de Tlatelolco.

"No, esa empezó desde antes del accidente. Venía de la necesidad de contacto con el otro", respondió la entrevistada quien, además de destacar el trabajo pictórico de Kahlo, subrayó su capacidad como escritora.

Justamente en los próximos días estará en librerías la tercera edición de Escrituras de Frida Kahlo, en la que Tibol reúne los textos que escribió la artista y que, afirmó, la colocan entre los representantes de la literatura intimista mexicana.

En cuanto a la fridamanía, la especialista señaló que ésta se inició gracias a las feministas chicanas en los años 70, porque "venía a poner luces y dimensiones de otro tipo".

Llegaron entonces a los trabajos fílmicos realizados acerca de Frida. El primero fue un cortometraje de la directora Marcela Fernández Violante, calificado por Raquel Tibol de "perfecto y de una mirada interesada y cariñosa a la obra de Frida". Eso no sucede con Frida, naturaleza viva, de Paul Leduc, y menos con la reciente versión hollywoodesca Frida, dirigida por Julie Taymor y protagonizada por Hayek. Ambas, dijo, están llenas de aberraciones e imprecisiones históricas.

La charla siguió por más de una hora. Poniatowska y Tibol resquebrajaron el mito de Frida. La hicieron humana.

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