La Jornada Semanal,  domingo 25 de abril  de 2004         477

EL LENGUAJE DE LA INMORTALIDAD

LEO MENDOZA
Eulalio Ferrer,
El lenguaje de la inmortalidad.
Pompas fúnebres,
Fondo de Cultura Económica,
México, 2003.

 La muerte, a decir de los estoicos, es la única certeza vital que tenemos: sabemos que irremediablemente estamos condenados a desaparecer. De hecho, la muerte –y la conciencia de la muerte– puede ser muy bien un parámetro para explicar al hombre. Es un hecho que nos identifica y la noticia más importante de nuestra vida. Una noticia de la cual, paradójicamente, jamás nos enteraremos.

Es por ello que a lo largo de la historia las más diversas sociedades han creado complejos rituales funerarios e incluso algunas de ellas se han constituido prácticamente como sociedades mortuorias, más preocupadas por la muerte y por la vida ultraterrena que por el breve tránsito terrestre. Tal sería el caso del Egipto faraónico donde se desarrolló un complejo arte funerario que aún nos sigue sorprendiendo por su elaborado simbolismo y por la complejidad misma del ritual.

Una pregunta que sin lugar a dudas ha asaltado a la humanidad y aún nos asalta es: ¿qué nos dice la muerte? ¿Cómo se puede hablar de ella, cuál es su lenguaje? La relación que los diversos pueblos tienen con la muerte también puede marcar de manera significativa su desarrollo cultural. De hecho, de un tiempo a esta parte hemos asistido a un renovado interés por los estudios en torno a la muerte, e incluso en un cementerio de San Juan del Río se creó un Museo de la Muerte. Dentro de los estudios que últimamente se han hecho sobresale sin duda el libro El lenguaje de la inmortalidad, de Eulalio Ferrer (publicista, académico, estudioso de los procesos informativos) que no sólo resume las diversas formas como ha sido vista la muerte desde los textos asirios hasta nuestros días, sino que también analiza los fenómenos que se han dado en torno a la muerte en nuestros días hasta llegar a la comercialización y al lenguaje de las esquelas, los obituarios y aun las notas necrológicas, que eran prácticamente una sección en los diarios de antaño.

El lenguaje de la inmortalidad. Pompas fúnebres fue editado por el Fondo de Cultura Económica porque el hecho, aun cuando es materia de estudios académicos, todavía no acaba por convertirse en un tema cotidiano a pesar de que el hecho sí lo es. Es más, todavía existen a su alrededor infinidad de tabúes que nos impiden mirar de frente a la muerte. Y todo ello a pesar de que se dice –y Ferrer lo ha estudiado– que los mexicanos mantenemos una relación temeraria con la muerte.

Paradójicamente, quizá detrás del hecho de hablar de la muerte, al hacer uso de este lenguaje de la inmortalidad de lo que se trata es de perdurar: uno de los hechos que sin duda fueron fundamentales en la creación de los ritos mortuorios fue este deseo de trascender precisamente a la muerte –como de hecho ocurre con la literatura– a partir de las buenas obras, de la fama honesta, del recuerdo. De ahí el subtítulo del libro, "Pompas fúnebres", nombre con el que eran conocidas hasta hace muy poco las agencias de inhumaciones o funerarias y que se refiere, con todo y la contradicción –no todo es pompa y circunstancia–, a todas las ceremonias relacionadas con los ritos fúnebres que se han creado en los últimos siglos.

Al hablar de las esquelas, Ferrer señala un hecho innegable: el tamaño y la disposición de las mismas son una especie de filtro entre las diversas capas sociales y no podemos olvidar que para muchos de los muertos no existe un recuerdo por escrito: de hecho esta división social existe desde la Colonia, cuando se enterraba en los atrios de las iglesias y los personajes más pudientes estaban lo más cerca posible del altar, mientras que los menesterosos eran relegados hacia las partes más alejadas.

Por supuesto que no podían estar ausentes de este libro los epitafios y su historia e incluso una breve selección de estos textos informales que, sin embargo, durante los siglos XIX y XX florecieron ampliamente, dando lugar a que muchos de éstos sean recordados con enorme regocijo, como el de Groucho Marx o el de Chava Flores. Ferrer también analiza algunos de los procesos culturales que se han dado a últimas fechas, como es el caso del turismo mortuorio que tiene en las tumbas de los famosos –piénsese en el sepulcro de Jim Morrison en París– un centro de peregrinaje. Hoy mismo, a través de internet podemos realizar tours virtuales por algunos de los cementerios más famosos del mundo. Todo ello, las esquelas, los epitafios, la creación de un universo comercial alrededor de la muerte, implica de una u otra manera su domesticación y su comercialización.

Ya algunos escritores, adelantándose a su tiempo, han hablado de contratos de muerte que se podrían hacer para beneplácito de una masa que demanda cada vez más espectáculos y que ha transformado el espacio íntimo de la muerte en un espectáculo. Sólo hay que recordar la cinta de Tavernier, La muerte en directo, para tener claro que el camino ha de seguir en los próximos años en lo que se refiere a las pompas fúnebres.

El libro de Eulalio Ferrer ahonda en este universo que las más de las veces es desconocido y, sin embargo, está siempre presente. Es un estudio ejemplar que nos ofrece una nueva manera de tipificar al hombre a partir de nuestra relación con la muerte –como Johan Huizinga lo hizo con el juego en su imprescindible Homo Ludens •