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México D.F. Jueves 29 de abril de 2004

Octavio Rodríguez Araujo

En la sucesión presidencial

No hay duda de que la carrera por la sucesión presidencial ya comenzó, aunque faltan más de dos años para que se lleven a cabo las elecciones. Por ahora, antes de perfilar candidatos, los grupos políticos están tratando de bajar de la tarima a quienes, según las encuestas, tienen mayor popularidad. En primer lugar a López Obrador, en segundo a Santiago Creel y Marta Sahagún, quien en su desesperación por recuperar popularidad ahora da entrevistas a TVNotas, donde hace alarde del uso de diminutivos y de cursilería. En el PRI todavía no destaca nadie, ni Madrazo Pintado.

Las razones para desprestigiar precandidatos son distintas en cada caso. A López Obrador, porque representa un proyecto político no inscrito en el neoliberalismo, aunque de ninguna manera sea socialista o algo parecido. A Creel y Sahagún, porque el grupo de Calderón Hinojosa, por ahora aliado con Carlos Medina, no quiere una continuidad de Fox ni del fenómeno Amigos de este último.

En un caso, el primero, se trata del contubernio de los factores reales de poder ($), sumados a los panistas y a los neoliberales del PRI, para evitar que lo que ellos consideran populismo gane la Presidencia, cargo donde todavía se toman las principales decisiones políticas, económicas, sociales, culturales y científicas. Para los segundos la idea parece ser deshacerse de los neopanistas (los más neos y pragmáticos de todos), que, además, han comprobado no saber gobernar ni hacer política. En el caso del PAN es más bien un problema de conflicto interno y de proyectos de largo plazo que el actual Presidente no entendió ni entenderá, a diferencia de su esposa, que ya habla de Vicente I, Vicente II y de Vicente III (Véase TVNotas 27/4/04).

El PRI, aunque dividido, intenta mantener con bajo perfil a sus posibles precandidatos, como si estuviera esperando que con el tiempo los otros partidos competitivos y sus hombres y mujeres fuertes se desgasten. En este partido saben que incluso los grandes empresarios no están muy contentos con las incertidumbres que ha creado Fox con sus veleidades políticas y su terquedad.

Los demás partidos, los llamados pequeños, están esperando que los grandes con mayores oportunidades de triunfo los inviten a formar coaliciones, como bien ha señalado un compañero de estas páginas, para presentar otra fachada al electorado cada vez más escéptico en política. Las alianzas electorales se han puesto de moda, hasta en el PRI, que no las hacía antes.

Los más lastimados hasta hoy son los del PRD, tanto por las acciones poco honorables de algunos de sus miembros como por las grillas internas de éstos y otros dirigentes. Le sigue el PAN, cuyos eslabones más débiles se localizan en Los Pinos y en Morelos con un gobernador que está en la mira por presunta asociación delictuosa.

Si las cosas siguen en la misma lógica y se mantiene el tapete sobre la basura del Pemexgate y de las trácalas de Elba Esther, el PRI podría ser el colector de descontentos, presentándose como un partido que defiende a la nación, la intervención estratégica del Estado y el laicismo, que en México no es asunto secundario, y menos ahora cuando la ultraderecha está encarrerada.

Lo grave del asunto no es tanto la crisis de los partidos como la ausencia de alternativas. Cuando la gente está pensando en el mal menor es porque todo está muy mal, y a mí no me alarma que casi la mitad de los latinoamericanos (como citó José Blanco el martes) prefiera el desarrollo económico a la democracia. Con ésta, como ha sido demostrado, no se come, con el desarrollo económico sí, y no dudo que más de la mitad de los mexicanos piense de la misma manera. Si esto es cierto, y puede ser que así sea, el partido o el candidato que ofrezca desarrollo económico será el más popular en 2006, con una salvedad: al PAN no le creerán aunque presente a otro demagogo para la Presidencia.

Los tiempos, pese a las apariencias, son muy cortos políticamente hablando. Fox, aunque quisiera y supiera cómo, no podrá mejorar la situación del país en el tiempo que le queda. Este simple hecho brinda mayores probabilidades al PRD y al PRI, siempre y cuando los escándalos, sobre todo del primero, se resuelvan pronto y los perredistas entiendan que hacer política desde un partido supone tener un partido, unido y claro en sus planteamientos y en sus propuestas. Por ahora el río está muy revuelto y, así, los mejores pescadores serán los beneficiarios.

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