Cuento de la princesa, la pescada y el cazador... o de cómo se genera la violencia hacia las mujeres

¿Se ha sentido alguna vez la princesa de un cuento de hadas que espera que llegue su príncipe azul para que le construya un castillo, le regale joyas y la llene de halagos? ¿O como un cazador que domina todo su entorno por su fuerza e inteligencia? pues bien, esas conductas impulsadas por la sociedad machista, podrían ser el origen de la violencia, la violación y el acoso sexual.

"Aquí tenemos a la princesa esperando venga el príncipe, y cruzado de amor y deseo se acerque a ella a satisfacer todo lo que ella espera. El problema es que una se siente princesa si aparece un príncipe, y si no aparece, está en la más pura miseria porque no está en condiciones de decirse a sí misma qué valor tiene.
"Y si la mujer se encuentra regordeta, pero interesante, necesita la mirada de un 'señor', pero si no hay miradas que reflejen alguna imagen, es una desesperación.

"Una se pudiera arreglar dominando los espejos. ¿Qué quiere decir? Angulo adecuado, posición adecuada, papada no se ve... Con eso va a seguir viviendo, pero ese consuelo lo que significaría es: yo no sé quién soy, qué valgo... hasta que alguien me mira de un cierto modo y por lo tanto lo que me confería una posición de princesa me pone en una situación de precariedad total, no soy nadie si no soy para alguien, por mí misma no soy nadie".
La mujer, dice María Jesús Izquierdo, titular del área de Sociología de la Universidad de Barcelona, "se pone a sí misma en el anzuelo para que el hombre la cace, para conseguir que sea mío me traga entera ¡qué forma de apoderarse del otro!". Se ofrece a él para ser de su propiedad.

Mientras tanto, el hombre asume también el rol de dominio impuesto por la sociedad patriarcal "se ve a sí mismo como un cazador, anda por ahí con la escopeta cargada". Esa es la construcción social del amor entre un hombre y una mujer, el amar y ser amado, lo que finalmente tiene que ver con la violación y el maltrato doméstico que en el caso de las mujeres las pone en el extremo de "perder la vida".

Aquí llegamos al clímax del cuento, cuando el príncipe se transforma en monstruo y la princesa en objeto a conquistar, en cosa a poseer. Cuando la subjetividad se transforma en patológica, explica Izquierdo, ante un centenar de estudiantes de la Facultad de Sicología de la UNAM.

Ni es normal la agresión masculina hacia las mujeres, ni lo es que ellas esperen que las inviten, las cubran de joyas, las paseen: "se está presentando ante el otro de un modo que está abriendo la puerta a una serie de posibilidades, al mostrarse estrictamente -orillada por el aprendizaje inconsciente de su realidad inmediata- como un objeto a conquistar y no como un objeto deseante ¿Qué elemento de contención puede haber en la relación sexual erótica para que el hombre no la tome como una cosa a poseer y haga uso de ella como una cosa?"

Lo ideal sería un deseo y amor mutuo, concilia Izquierdo, durante la conferencia La constitución de la subjetividad de género y sus consecuencias. "No un sujeto que quiere cosas del otro, los dones que el otro le aporta en forma de comodidad y todas esas cosas que soñamos que nos aporten los hombres y que luego descubrimos que no nos aportan".
En los actos cotidianos de nuestra sociedad, "se está preparando el escenario de la tragedia", "la construcción de la subjetividad masculina y femenina hace que la violencia, la violación y acoso, sean figuras normales de relación entre los sexos". No es con programas de equidad de género, ni con institutos y agentes socializadores como se instruirá a la gente acerca del ser mujer y ser hombre, sino con las prácticas y la observación de las mismas, porque son ellas las que nos enseñan a ser o hacer舡 asegura la también doctora en Economía.

La división sexual del trabajo juega un papel importante en los "mandatos del ser mujer u hombre", asegura la Invitada del Programa de Estudios de Género de la UNAM: el hombre cazador "quiere algo y hace lo necesario para conseguirlo, es asertivo, vence resistencias, cuando va a trabajar va a conseguir poder, mientras que a la mujer se la enseña a buscar ser deseada. Lo que espero del mundo es que me digan que valgo mucho, no espero sueldo. Si yo sólo merezco ser tomada en cuenta, considerada, admirada, respetada, en la medida en que resuelvo el bienestar de la gente, me voy a inventar necesidades de los otros como sea... no facilito la autonomía del otro y pierdo la mía con tal de que el otro no la tenga".

El final feliz de este cuento sería liberarse de "la mujer que atosiga, de ser buenas, tranquilas, adorables, las que acercan todo", dejar que la gente se cuide a sí misma, producir espacios para que las personas entren en contacto con su precariedad y para que sucediendo esto último, pidan ayuda a los demás, no anticipar, que se cree una red de apoyo mutuo en el que las mujeres no sean las únicas responsables, propuso la doctora. (Aleyda Aguirre)

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