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México D.F. Viernes 7 de mayo de 2004

Jorge Camil

2006

Si se siente inclinado a concluir que la crisis de los videos (el Niño Verde, Bejarano, entre otros), que mostró la corrupción que corroe a todos los partidos políticos, y el sainete representado por el señor Carlos Ahumada (el "romance", la "graciosa huida", la "deportación", la "venganza de Fidel", el "regreso" y el "encarcelamiento"), son síntomas de ingobernabilidad, se equivoca. Significa simplemente que hemos entrado de lleno a la campaña presidencial para la sucesión de 2006. Lo que sucede es que todos los actores políticos huelen sangre y se preparan en forma anticipada a participar en el primer proceso electoral verdaderamente abierto de nuestra vida institucional.

La elección de Vicente Fox y la alternancia de 2000 fueron resultado de una elección en la que asistimos a las urnas para ejercitar un voto de castigo dentro de un proceso "seguro", garantizado por un presidente con inclinaciones democráticas y un candidato carismático que ofrecía continuidad en el cambio. El resultado fue la crónica de una victoria electoral anunciada; una elección "a la gringa", con encuestas de salida, resultados inmediatos y discursos de aceptación de la derrota por los candidatos perdedores. En cierto modo pusimos la muestra a los estadunidenses, que meses después sostendrían una elección presidencial que dividió al país, mostró síntomas preocupantes de ingobernabilidad y arrojó un "ganador" misteriosamente ungido en el sancta sanctorum de la Suprema Corte de Justicia tras un mes de litigio en tribunales federales.

Para nosotros 2006 será otra cosa. Significará cortar el cordón umbilical con el sistema anterior y prepararnos a confirmar la elusiva transición democrática o vivir las consecuencias de las opciones indeseables: la ingobernabilidad o el regreso del PRI, pero no un PRI moderno, renovado y plenamente democrático (porque la lucha encarnizada por el poder le ha hecho perder una oportunidad histórica), sino el PRI de la edad de hierro de la política nacional.

2006 será el año de máscara contra cabellera, "limpios" contra "sucios" y todos contra todos, combatiendo en un cuadrilátero abarrotado por partidos políticos tradicionales (todos desacreditados frente a la opinión pública), remedos de partidos dispuestos a vender su registro al mejor postor o a participar en alianzas inconfesables, políticos tradicionales que buscarán la presidencia legitimados por la fuerza de sus logros o merecimientos personales, candidatos independientes y varios gobernadores con inquietudes presidenciales. Será la última oportunidad de Carlos Salinas de Gortari para instaurar el salinato, y la de Andrés Manuel López Obrador para comprobar si el "gallo" del PRD salió "desplumado" del "complot" y la crisis de los videos y, más aún, si es gallo de palenque nacional o únicamente "canta" en el Distrito Federal. Por inverosímil que parezca (štan precaria es nuestra democracia!) podría ser el año de la señora Marta, que dada su popularidad y derrotando todas las predicciones pudiera lanzarse como candidata independiente, o dividir peligrosamente la infraestructura partidaria fundada por Manuel Gómez Morin.

La elección, que promete ser la más abierta de nuestra vida institucional, pudiese, sin embargo, ser la menos democrática y consecuentemente la más peligrosa. No olvidemos que nuestro pasado inmediato demostró, al final del sexenio salinista, los peligros de romper con el mecanismo para la ordenada resolución de controversias diseñado por Plutarco Elías Calles. Romper significa regresar de inmediato a la violencia. Salinas decidió romper el tabú que garantizaba en favor del candidato oficial la presidencia virtual de la República y puso en juego a tres candidatos presidenciales: Colosio, Manuel Camacho Solís y Ernesto Zedillo, sellando con ello el destino trágico de la elección de 1994. ƑCuáles serán las consecuencias de una elección abierta sin la infraestructura monolítica del pasado? Además de las rupturas esperadas en el seno de los tres principales partidos políticos, en 2006 tendremos las presiones de candidatos independientes. Uno, Castañeda, dispuesto a impugnar las disposiciones constitucionales que otorgan a los partidos políticos el monopolio del derecho a postular candidatos, y otra, Marta Sahagún, amenazando el sacrosanto principio de la no relección (una de las salvaguardas democráticas surgidas de la Revolución de 1910, y respetada desde entonces).

Las incógnitas sobre el nuevo Instituto Federal Electoral, así como las enmiendas propuestas recientemente al Congreso de la Unión sobre el posible voto de los mexicanos en el extranjero y el control de los gastos y duración de las campañas, serán también factores que contribuirán a incrementar los peligros que aguardan a la histórica elección de 2006. Con característico optimismo, los mexicanos iremos a las urnas dispuestos a apostar nuevamente todas nuestras fichas en un acto que pudiera consolidar nuestra vida institucional o confirmar la debacle.

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