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E C O N O M I A
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México D.F. Lunes 10 de mayo de 2004

León Bendesky

ƑAguantará?

Mientras el peso se ha ido devaluando con respecto al dólar, ha empezado la presión sobre las tasas de interés. En la última subasta, los Cetes con vencimiento de 28 días cerraron con un rendimiento anual de 6.47 por ciento, a 91 días de 7.03 por ciento, y a 175 días de 7.24 por ciento. Esto representó un aumento significativo en proporción del registro de la semana anterior; en el caso de los plazos a tres meses el alza fue del orden de 17 por ciento.

Estas dos variables, la paridad y los intereses, son clave en el comportamiento de la inflación, pues repercuten de manera directa en el nivel de precios por su efecto en los costos de las empresas. Además afectan adversamente la situación de los deudores que tienen que pagar réditos más grandes por los préstamos que han contratado. Esto último afecta también al gobierno cuya deuda se ha elevado de modo notorio en los últimos años. Con ello aumenta la proporción de los intereses en el presupuesto de egresos del gobierno federal en un rubro que se considera gasto no programable y que pone en riesgo el cumplimiento de las metas fiscales.

El tipo de cambio y los intereses están vinculados, pues los que tienen dinero, principalmente las tesorerías de empresas grandes, buscan protegerse contra la devaluación comprando dólares. Esta es una forma de especulación que se puede mantener bajo cierto control, pero también puede desbordarse a partir de un estímulo externo como es la posible elevación de las tasas de interés en Estados Unidos. Esto último, si bien no ha ocurrido y la tasa de referencia sobre los fondos federales sigue en uno por ciento, puede suceder más adelante si la inflación se mantiene como un riesgo para la recuperación de esa economía.

Si la Reserva Federal mueve esa tasa, el impacto en la economía mexicana va a ser muy fuerte, del mismo tipo, aunque puede ser que no de la misma magnitud que en 1982 y en 1994. En las condiciones actuales de fragilidad en la actividad productiva, los capitales se han quedado aquí porque los rendimientos en pesos son mayores que en dólares, pero bien se sabe que no hay lazos firmes que los contengan y en una corrida contra el peso no van a alcanzar los 58 mil millones de dólares de las reservas internacionales.

Por ahora en el Banco de México hay un poco de sosiego. Debe haber prendida una veladora a San Alan Greenspan para conservar el temple y que no se desquicie la precaria estabilidad de nuestra economía. Esto permite seguir utilizando el margen de maniobra del aumento de las tasas de interés internas para compensar la depreciación del peso. En este escenario todavía se puede sostener el bajo ritmo de inflación que ha conseguido la política monetaria, y que en el primer trimestre del año acumuló un incremento de 1.57 por ciento.

Pero hay límites en este malabarismo en que de devalúa el peso, aumentan los intereses, pero se controla la inflación. El límite está expresado en el costo que entraña la estabilidad y es que no se crean las condiciones para que se recupere decisivamente la actividad productiva.

Las condiciones vigentes son muy frágiles y no se puede medir de modo preciso la capacidad de resistencia del esquema vigente en el que de la política monetaria está enfilada de modo único al control de la inflación y, por otra parte, la política fiscal está empeñada en el control del déficit público.

En esas condiciones, las medidas que se aplican para administrar la economía no tienen mucho espacio para acciones que vayan más allá de la contención para que las cosas no se salgan de su lugar. Pero no hay espacio para las acciones de fomento de la actividad productiva por la vía de la inversión pública, la expansión del crédito o la revisión de los patrones del comercio internacional.

Así, el gobierno espera. Espera que la Reserva Federal mantenga lo más bajo posible las tasas de interés, espera que la especulación contra el peso se contenga, espera que la producción manufacturera de Estados Unidos jale de nuevo a la industria automotriz y electrónica que opera en el país. Espera mientras cualquier incipiente recuperación, luego del estancamiento en que cayó la economía en 2001, se toma como signo decisivo de la capacidad de expansión que no se consolida. Espera mientras Hacienda y Banco de México difieren de modo muy contundente con respecto a cómo opera esta economía y sus posibilidades de crecimiento sostenido.

La imagen de los alfileres que sostienen a la economía, que se usó para justificar la crisis de 1994, vuelve a aparecer ante la mayor parte de los empresarios que siguen sin advertir un mejoramiento en el mercado interno, ante los trabajadores que no hallan empleos formales y sus condiciones de trabajo son más precarias. Sólo falta que nos vuelvan a decir que en efecto todo está prendido de alfileres, pero que el culpable es quien los desprende.

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