JAZZ

Antonio Malacara

II Festival de Jazz de Morelia / I

MIERCOLES 12. AUNQUE la capital michoacana ha sido sede de clínicas, seminarios y hasta esporádicos festivales internacionales de jazz, hasta ahora todos estos esfuerzos permanecían aislados, sin la debida continuidad que los rescatara de la mera buena voluntad con que, según Joaqui, está empedrado el camino al infierno. Por fortuna, parece que todo empieza a cambiar.

HOY DIO INICIO el segundo Festival de Jazz de Morelia, con un franco y amplio apoyo por parte de la Secretaría de Cultura, la Universidad Michoacana, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Ayuntamiento local. Ante el éxito obtenido el año pasado en su primera edición, las autoridades no dudaron en apoyar de nueva cuenta este festival, las propuestas de Juan Alzate fueron implementadas una a una y Morelia entera se llena de jazz.

EL CONCIERTO INAUGURAL se llevó a cabo en el auditorio de la Prepa 2 con la presencia de cinco músicos locales, que bajo el sesudo nombre de Quinteto de Jazz nos recetaron una larga cadena de standars, sambas y bossa novas. Un tanto nerviosos ante la ausencia de su tecladista, quien apareció media hora después de iniciado el concierto, los morelenses empezaron con Blue bossa.

PRONTO FUERON TOMANDO cuerpo, y al momento de Perdido, el clásico de Juan Tizol, el quinteto de cuatro era dueño de la situación, con un guitarrista, Daniel (ƑMedina?), que construía e improvisaba con soltura y talento. Si Víctor Próspero le metiera un poco más a la técnica de la trompeta y Martín Serrano soltara los dedos en el bajo, el grupo estaría listo para cualquier escenario. La batería de Chava Rodríguez mantuvo estupendamente la plataforma. Al llegar a All of me, los estudiantes del público aplaudieron totalmente complacidos.

UNA HORA DESPUES, a las ocho y media, pero ya en el escenario del enorme y bello teatro Morelos, que registró una muy aceptable asistencia, las autoridades inauguraron oficialmente el festival y presentaron al grupo Astillero. Pablo Anguiano en la batería, Alejandro Pérez-Sáez en el bajo, Remi Alvarez en saxos y flautas, y Santiago Derbez en un piano eléctrico que, aunque inmaculadamente pulsado, nos hizo extrañar la profundidad del acústico.

EN LOS PRIMEROS compases pensamos que la propuesta de Astillero iba a resultar altamente espesa para el teatro, pero šah, qué ignorancia la mía!, la gente aplaudió y ovacionó al cuarteto durante casi dos horas. Ahí estuvieron sus temas de meticulosa construcción, sus instrumentos prehispánicos (teponaztles, tambores tarahumaras, huesos de frailes y chirimías) fusionados con la electricidad y los esquemas contemporáneos. Desde El canto del ave canora hasta Rampora, improvisación colectiva que devino profundo ritual de color profundo, Astillero mostró los enormes frutos cosechados después de 20 años de obstinación y libertad creativa.

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