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México D.F. Lunes 24 de mayo de 2004

DESDE EL OTRO LADO

Arturo Balderas Rodríguez

ƑPor qué el odio?

UNA BUENA PARTE del pueblo estadunidense se pregunta: Ƒpor qué el mundo nos odia? La respuesta más frecuente es "por celos ". Independientemente de la connotación que ambos sentimientos tienen en política, ese tipo de respuesta refleja no sólo la incapacidad para entender la antipatía que genera la actitud imperial estadunidense, sino el aislamiento en que vive la mayoría de su pueblo.

HOY EN IRAK, por cada soldado estadunidense que pierde la vida hay por lo menos 20 iraquíes, muchos de ellos civiles, que corren la misma suerte. El dolor que se infringe en esa parte del mundo es algo tan lejano como el país que lo sufre. No se explica de otra forma que, aún habiéndose percatado de las atrocidades cometidas con los prisioneros de guerra, 50 por ciento de los estadunidenses siga justificando la guerra.

LA FORMIDABLE MAQUINARIA de propaganda en la que se ha convertido el entorno más cercano al presidente ha logrado esterilizar el juicio sobre el verdadero significado de la ocupación de Irak. Ha impuesto la necesidad de la guerra y hecho de la muerte una cuestión cotidiana. En los noticieros de la televisión local, donde se informa la mayoría, es cada vez más frecuente que pase desapercibido el número de iraquíes que mueren a diario. Para efectos prácticos no existen. La única referencia que se tiene de ese pueblo no es su riqueza cultural o la necesidad de entender su forma de vida, sino la pobreza y la corrupción.

EN SU DISCURSO del 20 de septiembre de 2001 ante el Congreso, a la pregunta hipotética del porqué se odia a los estadunidenses, el presidente respondió: por su gobierno democráticamente electo, por la libertad de religión, de palabra, de voto y de disentir. Son respuestas que también ofrecen quienes se sorprenden de que la prensa de otros países critique a los estadunidenses. Lo que no se dice es que en otros países también existen esas libertades y no por ello se les odia. Tampoco se menciona que hoy ese sentimiento es generado por la actitud del gobierno, para ser más precisos de algunos de sus miembros más conspicuos, mas no del pueblo estadunidense en abstracto.

EN EL MUNDO, con razón, cada vez hay una opinión más general sobre el desagrado y el temor de que un reducido grupo, cuya influencia es decisiva en el presidente, conduzca los destinos de la humanidad de acuerdo con su muy particular visión.

CHALMERS JOHNSON DA inicio en su extraordinario libro sobre el imperialismo estadunidense, The Sorrows of Empire, con una frase del presidente Bush que sintetiza más que un sentimiento, un estado de ánimo: "Nuestra nación es la fuerza del bien más grande de la historia." Tal vez sea solamente un recurso de oratoria, pero no deja de inquietar al mundo y a una parte de los estadunidenses que repudian el fundamentalismo, cualquiera que sea su origen.

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