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México D.F. Lunes 31 de mayo de 2004

Hallan vestigios de un oso perezoso gigante y de una especie de mamut enano

Por diez milenios suelos veracruzanos conservaron flora, fauna y restos óseos

Existiría cementerio de la era cuaternaria en las faldas del Pico de Orizaba: INAH

ANDRES T. MORALES CORRESPONSAL

Ixtaczoquitlan, Ver., 30 de mayo. Al poblado le llaman El Rincón de las Maravillas y le hace honor a su nombre, pues durante más de diez milenios conservó en el subsuelo lo que para la comunidad científica es un tesoro: fósiles de fauna y flora que poblaron la región en las vísperas de la aparición del hombre en América.

En dos hechos fortuitos, lugareños de los poblados Rincón de las Maravillas y Atoyac, ubicados en la zona centro de Veracruz, localizaron restos óseos de un Eremotherium u oso perezoso gigante, y de un gonfoterio, especie de mamut enano, que caminaron sobre la tierra hace unos 14 mil años.

Investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y de la Universidad Veracruzana (UV) estiman la existencia de una franja en las faldas del volcán Pico de Orizaba que, debido a los cataclismos ocurridos en la era cuaternaria, se convirtió en un gran cementerio de fauna prehistórica.

También hay restos de flora, como semillas y hojas, que se conservaron prácticamente intactos a pesar del paso de milenios.

Además de su antigüedad, la importancia nacional e internacional de los hallazgos radica en que aún conservan su contexto de hábitat, lo cual facilitaría los procesos de fechamiento y la interpretación de los cambios geológicos y climáticos de aquella época.

Un oso confundido con una vaca

En agosto de 2003, luego de las intensas lluvias que azotaron la región montañosa de la entidad, personal del ayuntamiento de Atoyac, poblado ubicado a unos 120 kilómetros del puerto de Veracruz, encontró un grupo de restos fósiles que fueron descubiertos tras un derrumbe en las márgenes del río Atoyac.

En un principio, los lugareños pensaban que los huesos hallados a unos cuatro metros de la calle principal del poblado pertenecían a un semoviente sepultado durante la construcción de lo que también sirvió como vía de acceso a las diligencias virreinales durante la colonia española.

Sin embargo, a solicitud de Emilio de Jesús, responsable de la rehabilitación del camino, se notificó a las autoridades municipales y posteriormente al INAH, que destinó a un grupo de especialistas para conocer los fósiles y encabezar las tareas de extracción, tratamiento y conservación.

En un reporte realizado por el Laboratorio de Arqueozoología del INAH, se específico que la mayoría de los restos óseos pertenecieron a un oso perezoso terrestre, cuyo nombre científico es Eremotherium, uno de los mamíferos de mayor tamaño de la fauna del cuaternario.

Esta especie podía caminar sobre dos patas y medía cuatro metros, pero erguido alcanzaba seis metros de altura y tenía un peso aproximado de cuatro toneladas, según los estudios levantados en diferentes partes del mundo.

El Eremotherium se alimentaba de brotes de plantas y raíces, no tenía incisivos pero contaba con molares muy potentes y garras fuertes que le permitían obtener alimento.

El resto óseo hallado en Atoyac es uno de los más completos de los localizados en todo el país e incluso de Centro y Sudamérica.

"Tenemos una garra, dientes izquierdo y derecho, varias vértebras, costillas, fémur y fragmentos de falange, todo con un nivel de conservación estupendo", refirió el investigador Fernando Miranda Flores.

Junto con los restos de este espécimen también se localizaron restos de caparazón de tortuga y dos colmillos de cocodrilo pleistocénicos, además de semillas y hojas de plantas dicotiledóneas de hábito arbóreo y arbustivo, que era la flora característica de zonas subtropicales y está asociada con cuerpos de agua.

La antigüedad de la fauna y flora encontrada en Atoyac oscila entre los 12 y 14 mil años, aunque los estudios para el fechamiento exacto continúan realizándose en los laboratorios del INAH en la ciudad de México.

El rincón de las maravillas

Ocho meses después del hallazgo en Atoyac, habitantes del ejido indígena conocido como El Rincón de las Maravillas -perteneciente al municipio de Ixtaczoquitlán a 150 kilómetros del puerto de Veracruz-, que pretendían construir un puente para salvar el río Huelicapan, hicieron un segundo descubrimiento de fauna pleistocénica.

La mañana del 21 de abril, al realizar las primeras excavaciones sobre el lecho de la afluente, Bernardo Colohua, representante de los comuneros, extrajo una especie de "cuerno gigante", indicó. El colmillo semifracturado media más de dos metros de largo.

El campesino convocó a los habitantes de la comunidad étnica a una reunión para determinar "a qué animal perteneció ese cuernote". Ninguno, ni los más viejos del pueblo, pudieron deducir la especie. Nadie recordaba alguna descripción de un animal con tales colmillos, ni en los cuentos o leyendas de los abuelos.

Hubo quien especuló sobre especies mitológicas: dragón o unicornio.

Al lugar se trasladó Jair Peña Serrano, biólogo de la Universidad Veracruzana, y el investigador Fernando Miranda Flores, del INAH. Ambos trabajaron en el hallazgo de Atoyac.

La evaluación levantada junto con el profesor Oscar J. Polaco, subdirector de Laboratorios del INAH, reveló que los dos colmillos o defensas pertenecieron a un gonfoterio (Cuvieronius tropicus), especie de mamut enano que habitó la región entre 10 y 20 mil años atrás.

Además de los dos colmillos -uno de ellos incrustado en una especie de viga o palo- se extrajeron 75 fragmentos óseos, entre partes del cráneo, vértebras, costillas y huesos de extremidades inferiores.

"Esa especie está más emparentada con lo que es el actual elefante asiático, pero con dimensiones mucho más pequeñas y robustas, se cree que el tamaño del animal oscilaría entre 2.5 metros de altura y 4.5 metros de largo, además de que pesaban como cuatro toneladas", señala el biólogo Peña Serrano.

El gonfoterio era la especie tropical o subtropical del mamut, aunque más parecida al elefante actual, vivía en manada y se alimentaba de hierbas y frutos.

En un hecho que cautivó a los investigadores, los retos del gonfoterio no se hallaron aislados sino entre una "turba" de material biológico -restos de fauna y flora en proceso de fosilización-, que permitirá ampliar los estudios y perfeccionar las teorías sobre la vida en el pleistóceno.

Entre la flora localizada se identificaron fragmentos del llamado Palo de Brasil o Haematoxylion brasiletum, y cinco aparentes nueces o semillas de nogal que están intactas, sin fracturas o desprendimientos, a pesar del paso de diez milenios.

En busca de los primeros hombres...

Las teorías diseñadas en torno a ambos descubrimientos apuntan hacía la posible existencia de un cementerio de fauna prehistórica en una franja cercana a las faldas del volcán Pico de Orizaba. Hace tres años, en el municipio de Maltrata, a unos cuantos kilómetros, se encontraron restos de lo que fue el mamut americano y que en su momento se catalogó como un hallazgo único por encontrarse un especimen de este tipo en una zona tropical.

Los restos encontrados en Atoyac e Ixtaczoquitlán corresponden a los periodos pleistoceno y holoceno, y se presume que la muerte de estos especímenes fue a consecuencia de un cataclismo, ya sea por aludes de tierra y agua o de material piroclástico (lava) causado por erupciones volcánicas de la zona del Pico de Orizaba.

En ese entonces, los aludes de lodo incandescente cubrieron la mayor parte de la región central del estado de Veracruz y lo que causó la extinción y el desplazamiento de la fauna hacia la planicie costera.

Los especialistas estiman que el último flujo de lodo ocurrió hace 100 mil años. "Al analizar los restos de esta fauna vemos que se dio un desplazamiento de los grandes animales hacia el sur y, evidentemente, el hombre tal vez se pudo movilizar con ellos; los seguía para cazar y alimentarse, de eso hace 12 o 20 mil años", expone Miranda Flores. Actualmente la presencia del hombre en el sur de México se estima que inició hace 7 mil años.

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