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México D.F. Martes 1 de junio de 2004

Crece la brecha entre ricos y pobres, no sólo en recursos sino también en servicios

Se evapora la clase media de AL, la región con mayor desigualdad

El país latinoamericano más equitativo en ingreso es más desigual que la nación más injusta de Europa del Este Más de 90 millones cayeron en la pobreza en 20 años: BM, BID y Cepal

AFP

Montevideo, 31 de mayo. Más de la mitad de los 400 millones de latinoamericanos no puede satisfacer sus necesidades básicas y subsisten 102 millones de indigentes que ni siquiera logran darle de comer a sus hijos. Con pobres cada vez más pobres, ricos cada vez más ricos, y una clase media que se evapora, una nueva miseria se apodera de América Latina para convertirla en una de las regiones más desiguales del mundo.

La larga crisis y el costo social de los modelos ultraliberales aplicados en los años 90 agudizaron los profundos dramas de la región y esfumaron las ilusiones de alcanzar el nivel de los países desarrollados.

MVD55-122544-pihNiños que viven en la calle, ancianos que mendigan, familias que comen de la basura y profesionales que manejan taxis, ya forman parte habitual del paisaje de las principales ciudades latinoamericanas.

Casi 91 millones de personas se convirtieron en pobres en los últimos 20 años; en total, 226 millones viven con menos de dos dólares al día en América Latina.

No sólo aumentó la cantidad de pobres en términos absolutos, sino que también hubo un nítido crecimiento de la indigencia o miseria extrema: ahora hay 40 millones más de indigentes que hace 20 años. Eso significa que 102 millones de personas no tienen los ingresos necesarios para consumir el mínimo de proteínas y calorías necesarias para vivir.

Al aumento y la profundización de la pobreza en los sectores marginales, se ha sumado un nuevo proceso: la desaparición de la clase media.

''Lo nuevo es que ha cambiado la naturaleza de este fenómeno (la miseria) en América Latina al añadirse a los sectores tradicionales de pobreza los 'nuevos pobres', constituidos por aquellos grupos que la crisis y las políticas de ajuste desplazaron de sus posiciones económicas y sociales'', reconoció el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Enrique Iglesias, en una reciente asamblea del organismo.

La peor distribución de la riqueza

Con una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, América Latina es -según las estadísticas- el continente donde existe la peor distribución de la riqueza.

''América Latina y el Caribe son la región con el mayor nivel de desigualdad no sólo en el ingreso, sino también en servicios como educación, salud y telefonía'', entre otros, que incluso superan a los países de Europa del Este y gran parte de Asia, dijo el vicepresidente del Banco Mundial, David de Ferranti, al presentar el estudio: Desigualdad en América Latina y el Caribe: ¿ruptura con la historia?

Como ejemplo de la desigualdad en la región, explicó, se puede afirmar que el país latinoamericano más equitativo en el ingreso es más desigual que la nación más injusta de Europa y Europa del Este y es sólo comparable con algunas zonas de Africa y los países surgidos de la desintegración de la Unión Soviética.

En medio de este desolador panorama, lo que más preocupa a los especialistas es el aumento de la pobreza en los sectores más vulnerables de la sociedad latinoamericana, entre ellos ancianos, mujeres, indígenas y, sobre todo, niños. Una espiral de carencias golpea a millones de familias latinoamericanas que, según los pronósticos, no pueden avizorar otro futuro más que el de que sus hijos sigan siendo pobres.

Nuevos pobres

En los últimos seis años, 23 millones de latinoamericanos dejaron de ser de clase media para pasar a ser pobres, según cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), dependiente de la ONU.

La clase media ha ido desapareciendo del mapa social en la mayoría de los países de la región y cayó en picada en el Cono Sur, que hasta principios de los 90 contaba con una fuerte masa de ese estrato.

''El fenómeno más notable que se registró en los últimos años es el de los nuevos pobres, gente que no era pobre hace algunos años o que sus padres no lo eran. Pertenecían a la clase media y cayeron en la escalera social'', indicó Bernardo Kliksberg, coordinador del área de desarrollo social del BID.

''Esto convirtió a la región en la de mayor inequidad del mundo. Mientras en Suiza la clase media representa 60 por ciento de la población, en varios países latinoamericanos es menor a 20 por ciento'', explicó a Afp.

Argentina, por ejemplo, sufrió un marcado deterioro de la calidad de vida de la población: la tasa de pobreza se duplicó entre 1999 y 2003, al pasar de 19.7 por ciento a 41.5 por ciento, mientras la indigencia casi se multiplicó por cuatro, ascendiendo de 4.8 por ciento a 18.6 por ciento, sobre todo a partir de la crisis de fines de 2001, según Kliksberg.

''Unos 7 millones de personas, 20 por ciento de la población argentina, dejaron de ser de clase media para transformarse en pobres en los últimos años'', precisó. Como resultado, muchos individuos optaron por emigrar, mientras otros comenzaron a desempeñar tareas que consideran humillantes'', agregó.

Una humillación que se refleja en la cantidad de médicos que venden mercancías puerta por puerta, ex comerciantes que se dedican a pintar casas, profesores que trabajan de meseros por las noches o arquitectos que conducen taxis.

El desempeño de cargos inferiores a la capacitación del trabajador, el multiempleo y el desempleo por periodos largos se convirtieron en moneda corriente en América Latina, donde el trabajo se transformó en uno de los bienes más preciados de la sociedad.

En 2003, el desempleo promedio en América Latina alcanzó su peor nivel histórico al ubicarse en 10.7 por ciento, y en muchos países de la región superó el 20 por ciento de la población.

La evaporación de la clase media latinoamericana dio lugar a una sociedad cada vez más desigual: ''Hay una gran diferencia entre el grupo más rico y el que le sigue'', indicó Enrique Ganuza, economista jefe del Programa de la ONU para el Desarrollo para América Latina y Caribe (PNUD).

''La calidad de vida de las personas de clase media bajó debido a la transformación del Estado; por ejemplo, la privatización de la administración de los servicios básicos'', afirmó el jefe de unidad de estadísticas sociales de la Cepal, Juan Carlos Feres.

Donde los pobres son más pobres y los ricos más ricos

Diez por ciento del segmento más rico recibe un ingreso medio 20 veces superior al que recibe el 40 por ciento más pobre en América Latina, continente que hasta hace poco era la esperanza del mundo emergente.

Ganuza, del PNUD, explicó que los pronósticos son desalentadores porque los niveles de desigualdad son ''demasiado'' altos, perspectiva que comparte con su colega de la Cepal.

''Basados en la experiencia de los últimos 20 años, una de las cosas que realmente preocupan es la rigidez de la distribución del ingreso. Es una dimensión muy preocupante del problema del bienestar. Hay un panorama muy difícil para que se logre un crecimiento. Si no se refuerza la capacidad de ampliar la riqueza nacional, con una mejor distribución de la misma, difícilmente podremos cambiar'', afirmó Feres.

La inequidad social también es señalada como una de las causas del aumento de la violencia, una gran preocupación para las sociedades latinoamericanas.

El problema de la inseguridad sólo se resolverá cuando la ''población logre satisfacer sus necesidades'', estimó el economista argentino Eduardo Pompei.

Advirtió además que tales necesidades crecen ante las ostentaciones de riqueza y, ''sobre todo, por mensajes que equiparan el éxito individual con la posesión de bienes y marcas que sólo se pueden obtener con ingresos fuera del alcance de más de la mitad de la población''.

Los expertos destacaron que esta desigualdad en la distribución de la riqueza afecta principalmente a determinados grupos de la sociedad. ''Hay grupos emergentes que están adquiriendo un alto nivel de vulnerabilidad, como los ancianos, las madres jefes de hogar, las etnias y los niños. Aun cuando existen políticas sociales de protección, esos sectores están más presentes entre los grupos más pobres'', indicó Feres.

La mayoría de los 500 mil indígenas que viven en la capital mexicana son pobres, y cuando llegan a la megalópolis ''no pueden acceder a una vivienda, ya que sus características no están dentro de lo que establecen las reglas de operación'' del mercado inmobiliario, según un informe de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF).

Esta situación los sumerge en una espiral de miseria, que también atrapa a sus familias hasta convertirlas en una masa de personas desprovistas de herramientas para cambiar su situación a futuro.

América Latina manda sus niños a la calle

Uno de cada tres niños tiene hambre y 60 por ciento es pobre en América Latina, región que, paradójicamente, tiene una enorme capacidad de producción de alimentos. En los semáforos o en las puertas de los restaurantes, solos o en grupos, mendigando u ofreciendo golosinas, los menores pululan por las calles de Río de Janeiro, Bogotá o Ciudad de México, donde pasan el día en busca de algo para comer.

''La desnutrición en los menores de cinco años causa déficit en el desarrollo intelectual, afecciones respiratorias agudas, enfermedades infecciosas en general y puede culminar con casos de muerte'', indicó Kliksberg. Como consecuencia de esa situación, cada año unos 190 mil niños latinoamericanos fallecen por males ligados a la pobreza, que podrían ser prevenidos.

Pero esta miseria no sólo arrastra problemas alimentarios, sino que también provoca deserción escolar e impulsa el trabajo infantil.

Actualmente, unos 40 millones de niños viven o trabajan en las calles de América Latina, denunció la organización no gubernamental Casa Alianza. En Centroamérica, por ejemplo, más de 2 millones y medio de menores se desempeñan en el mercado laboral.

La cifra de menores que trabaja ''coincide con el número de adultos desempleados, lo que es una paradoja: por una parte, los adultos buscan empleo y no tienen, por la otra, hay niños y niñas que deberían estar en la escuela y están trabajando'', lamentó el italiano Guillermo Dema, representante de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Y es que los niños repiten los modelos de sus mayores, muchos de los cuales utilizan la ''calle'' como medio de subsistencia. El ''cartonero'' es un protagonista más de la vida urbana, tanto en el centro como en el sur del continente, aunque en ambos lugares tenga una acepción diferente. En Centroamérica llaman así a las personas que duermen en las calles, cubiertas de cartones, mientras en Sudamérica se califica de ese modo a quienes juntan cartón y basura reciclable para luego venderlos.

Muchos de los ''cartoneros'' del Cono Sur recorren las calles en familia, generalmente en carritos tirados por caballos, bicicletas o por ellos mismos. A su paso, hurgan en los recipientes de basura ante la mirada acostumbrada y muchas veces resignada del resto de la población.

En algunos basurales de la región, la policía debió colocar una guardia permanente para evitar que la búsqueda de residuos comestibles degenere en riñas y asesinatos.

Las poblaciones de emergencia -conocidas como villas miserias, favelas, chabolas, ciudades perdidas o cantegriles- se han multiplicado como hongos en los últimos años, sobre todo en las periferias de las metrópolis. En esos barrios precarios cada día se vive en peores condiciones de hacinamiento.

En las favelas brasileñas habitan 6.5 millones de personas, cifra que representa más del doble de la población de Uruguay. En la ciudad de Buenos Aires y sus suburbios, las villas miserias cobijan 1.3 millones de habitantes, según Diego P. Gorgal, de la Fundación Atlas.

Un estanque de pobreza

De 58 por ciento fue el aumento del gasto social por habitante en América Latina entre 1990 y 2001, según la Cepal, pero los resultados son decepcionantes o apenas visibles.

La lucha contra la pobreza y el desempleo figura en la mayoría de los programas de los gobiernos latinoamericanos, aunque muy pocos lograron resultados efectivos y duraderos.

Ciertos países, como Chile o Panamá, han podido cosechar algunos frutos de una buena gestión económica.

Los chilenos en situación de pobreza mejoraron sus condiciones en los últimos 10 años. Su nivel de vida se acerca a las características que presenta esta franja de la población en los países desarrollados.

La evolución de la calidad de vida de los pobres en Chile se debió a un crecimiento de la economía que estuvo acompañada de políticas sociales a largo plazo, con énfasis en la educación y la vivienda.

Ante los embates económicos internos y externos, según los especialistas consultados, la mayoría de los gobiernos no ha logrado tomar las medidas adecuadas para hacer frente a este flagelo a largo plazo.

Los expertos entrevistados por la Afp pronostican una difícil salida de esta situación de miseria, debido al estancamiento en el proceso de superación de la pobreza en la región.

En los últimos años, entre 1999 y 2002, la tasa de pobreza aumentó de 43.8 por ciento a 44, y la indigencia alcanzó a 19.4 por ciento de la población regional, según la Cepal.

Con este panorama, algunos expertos no sólo vaticinan que la pobreza seguirá siendo un común denominador en América Latina en los próximos años, sino que también se animan a lanzar hipótesis más arriesgadas.

Según Ganuza, ''el grado de descontento con la democracia, tiene que ver con la pobreza. Hubo una democratización en América Latina en los últimos años, pero la calidad de vida no conforma''.

La situación desesperada que vive la mitad de la población de la región puede abrir la puerta a cualquier tentación totalitaria: la mayoría de latinoamericanos, 54.7 por ciento, estaría dispuesta a aceptar un gobierno autoritario en su región si resolviera sus problemas económicos, según un descarnado informe de la ONU sobre la democracia en América Latina.

''La democracia es cuestionada y su sustentabilidad está en duda'', insistió Ganuza. Ese riesgo se evidenció -entre otros casos- con la revuelta social en Bolivia, que derrocó al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, y con la crisis de 2001 en Argentina, donde el mandatario Fernando de la Rúa perdió el poder arrastrado por un vendaval popular.

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