LETRA S
Junio 3 de 2004
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ls-foucault3 Del buen uso de los placeres
 

Didier Eribon, uno de los exégetas y biógrafos más acuciosos del filósofo Michel Foucault, resume en el presente texto, los aspectos más sobresalientes de la vida y obra del autor de Vigilar y castigar, analizando puntualmente la génesis de obras capitales como El nacimiento de la clínica o Las palabras y las cosas, y las modificaciones que el filósofo introdujo en su proyecto más ambicioso, la Historia de la sexualidad interrumpido por la enfermedad y su desenlace trágico.
 
 

Por Didier Eribon

En un capítulo central de La historia de la locura, que de algún modo constituye la clave del libro, Foucault se empeña en mostrar cómo en el siglo XVII, lo que se llama el Gran Encierro, destinado a colocar al margen de la sociedad a todos aquellos a quienes condena la nueva moral burguesa, en proceso entonces de instalación --una moral del trabajo y la familia--, hará cohabitar, en los mismos lugares de confinamiento, a los insensatos, los mendigos, los alquimistas, los libertinos, los venéreos, los disolutos, los homosexuales, etcétera. En esta vecindad inédita la locura quedará marcada con el sello del pecado y de la culpa (a pesar de ser aún parte del paisaje cultural del Renacimiento), y a la homosexualidad se le percibirá como uno de los aspectos de la Sinrazón (aun cuando el Renacimiento le permitía, con generosidad, expresarse libremente). Esto significa que al expresar una nueva sensibilidad moral, el Gran Encierro producirá la aparición de "personajes" nuevos: el "loco" y el "homosexual". Los objetos de los que se ocupará la psiquiatría en el siglo XIX no son entonces las realidades naturales e intemporales en espera del buen día, al término del progreso continuo de la medicina, en que una mirada científica se interese en ellas para descifrar su verdad y asegurar su cura. Por el contrario, la psiquiatría sólo pudo nacer como "ciencia" una vez que sus objetos, que antes no existían como tales, fueran producidos, literalmente, por el encierro. Su surgimiento se encuentra intrínsicamente ligado a este fenómeno de exclusión, a la excomunión del loco y del homosexual.

Así, del mismo modo en que resulta evidente que el interés de Foucault por la psicología, la psiquiatría y el psicoanálisis, se vinculaba con su relación dolorosa, a lo largo de toda su juventud, con su propia homosexualidad (incurrió en varias tentativas de suicidio), es difícil no preguntarse si la Historia de la locura no podría leerse, finalmente, como una historia de la homosexualidad que no se hubiera atrevido a decir su nombre, o como un rodeo para pensar la historia de la homosexualidad y del nacimiento del homosexual como personaje específico en la mirada social. En cualquier caso, Foucault sienta aquí las bases de su crítica de la psiquiatría y del psicoanálisis como disciplinas esencialmente normativas, crítica que no dejará de desarrollar al lo largo de los años siguientes.

Lo prohibido y la trasgresión

Foucault no se encuentra en Francia durante los acontecimientos de mayo 68, pero el impacto sobre la vida política e intelectual francesa sacudirá su vida y su pensamiento. Participa en la fundación de la universidad de Vincennes, en 1969, y alterna ahí con todas las tendencias izquierdistas (que lo habían primero denunciado como tecnócrata gaullista por haber participado en las comisiones para la reforma de la enseñanza en 1965). Ese mismo año es electo en el Colegio de Francia, donde pronuncia su lección inaugural en diciembre de 1970, antes de dictar ahí cursos hasta el momento de su muerte, siempre ante un auditorio ferviente compuesto por cientos de personas. A principios de los 70, la política lo acapara literalmente y comienza a interesarse en las márgenes de la sociedad, en esos "bajos fondos" que la izquierda tradicional desdeña totalmente. En 1971 funda, con Daniel Defert, el Grupo de Información sobre las Prisiones, al que se une especialmente Gilles Deleuze. También se compromete (con Jean Genet) en la lucha contra el racismo y en el apoyo a los trabajadores inmigrados.

En 1975 publica Vigilar y castigar, cuyo subtítulo es Nacimiento de la prisión, sin duda su libro más importante. Del mismo modo que se trataba en Historia de la locura de describir el "nacimiento del asilo", aquí se trata de reubicar el "evento" histórico por el cual la prisión se impuso como la forma ideal del castigo. El pensamiento de Foucault, fundamentalmente histórico, pretende mostrar que las instituciones que nos rodean, y que se imponen a nosotros como evidencias, son en realidad productos de la historia. El propósito de todo el proyecto foucaultiano es poner en evidencia cuáles fueron las condiciones que presidieron al nacimiento de esas instituciones. El proyecto teórico vale entonces como proyecto crítico, ya que mostrar que una institución nace en un momento dado de la historia, equivale a subrayar que dicha institución puede ser transformada por la acción humana. Pero, en Vigilar y castigar, Foucault desea, de modo más profundo, revelar la cara oculta del Siglo de las luces, presentado siempre por la filosofía tradicional como el siglo del progreso de la razón y de la invención de las libertades, y mostrarlo como el momento en que se instala la "sociedad disciplinaria de la que todavía dependemos". A través del adiestramiento de los cuerpos en la escuela, en el ejército, en la fábrica, el poder obliga a los individuos a la "disciplina" y a la "vigilancia", con el fin de volverlos "dóciles y útiles".

Desmontaje del psicoanálisis

Esta búsqueda histórico-crítica animará todavía el último proyecto de Foucault, la Historia de la sexualidad de la que publica en 1976 el primer volumen, La voluntad de saber. Hacer la Historia de la Sexualidad no significa para él, obviamente, lanzarse a una historia de las prácticas sexuales, ni siquiera a representaciones de la sexualidad a través de los siglos. La ambición es más vasta: mostrar de qué manera se instituyó la noción misma de "sexualidad", cuya aparición, de fecha reciente, está ligada a tecnologías disciplinarias de los siglos diecinueve y veinte como la psiquiatría y el psicoanálisis. Toda la empresa de Foucault es aquí un desmontaje del psicoanálisis. Al pedirle a los individuos que digan cuáles son sus deseos para poder revelarles lo que es su verdad, el psicoanálisis se inscribe muy directamente en la línea de la confesión cristiana. Por ello, el proyecto anunciado como Historia de la Sexualidad debía comprender "tres siglos", remontándose hasta la Contra-Reforma, sobre la cuestión de la confesión, para hacer así las veces de una "arqueología del psicoanálisis".

En este primer volumen, Foucault se aparta de lo que él llama la "hipótesis represiva", es decir, la idea desarrollada por el freudo-marxismo, inspirado en Reich y Marcuse, según la cual el poder reprime la sexualidad. Ciertamente no niega Foucault que exista una represión del sexo (insistirá en ello después para disipar los malentendidos que suscita su libro), pero a sus ojos la noción de represión no es pertinente para pensar la historia de la sexualidad. El psicoanálisis lo prueba suficientemente: lejos de prohibir que se hable de sexo, la sociedad nos obliga a hablar de él una y otra vez, y siempre. Y disciplinas con "pretensión científica", como la psiquiatría y el psicoanálisis, hacen proliferar las sexualidades, al menos las categorías que las designan, clasifican y retienen en el gran cuadro taxonómico de las perversiones. Sucede esto con la categoría de la "homosexualidad", la cual, afirma él --modificando totalmente el análisis que proponía en Historia de la locura--, fue inventada en el siglo diecinueve por los psiquiatras": la psiquiatría hace del homosexual un "personaje" dotado de "un pasado", una historia y una infancia, un carácter, un estilo de vida, una morfología". Esto es muy importante, dice Foucault un poco más adelante, ya que por un efecto de "discurso en reversa", cierto número de individuos tomaron en cuenta la nueva categorización y fundaron el movimiento homosexual. Al final del libro, Foucault opone a la teoría psicoanalítica del deseo como verdad del individuo lo que él denomina un "contra ataque", una anti-psicología basada en "el cuerpo y los placeres".

Los cinco volúmenes anunciados en la contraportada de este primer tomo introductorio, no se publicarán nunca. Foucault modificará totalmente el proyecto. Primero porque se percata que no puede evocar las doctrinas cristianas del siglo diecisiete sin remontar a los textos de los primeros tiempos del cristianismo. Y llegado a este punto, que también es imposible comprender estos últimos sin remontar a lo que les precede, es decir, al paganismo antiguo, griego y romano. Lo que contempla ahora es un nuevo montaje en tres volúmenes: El uso de los placeres, La inquietud de sí, y Las confesiones de la carne, que corresponden a grosso modo a tres periodos: Grecia, Roma, cristianismo. Los dos primeros aparecen en 1984, pocos días antes de su muerte. El último, Las confesiones de la carne, que Foucault revisaba justo antes de morir, permanece por desgracia inédito. Trata este libro de los primeros tiempos del cristianismo, hasta san Agustín, e intenta mostrar cómo aparecieron en el Occidente cristiano, la noción de sujeto de deseo, y la idea de que la persona se define por lo que constituiría su secreto más profundo: el sexo. Sin este volumen de conclusión, hacia el cual se orientaba toda la búsqueda de los volúmenes precedentes, el conjunto no sólo queda incompleto, sino mutilado.

Michel Foucault muere de sida en junio de 1984.
 

Tomado del Dictionnaire des cultures gays et lesbiennes. Ed. Didier Eribon. Larousse, París, 2003.
Traducción: Carlos Bonfil.
La versión completa de esta traducción está disponible en la página web de Letra S: www.letraese.org.mx