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México D.F. Domingo 6 de junio de 2004

Guillermo Almeyra /II

Italia, al borde de la crisis

En el artículo anterior mostramos que Italia es el país de Europa occidental con menor crecimiento (1 por ciento); que sus exportaciones pasaron de representar 4.5 por ciento del comercio mundial a sólo 3 por ciento; que el déficit fiscal llegará a 4 por ciento del producto interno bruto; que el país se está desindustrializando y exporta sólo productos con escaso valor agregado; que los bancos se inclinan a las aventuras (recomendando, por ejemplo, los bonos argentinos, con interés usurario, o apoyando a Parmalat) que el ahorro disminuye (de 6.9 por ciento a 5.6), al igual que las inversiones. Destacamos también las declaraciones contrarias a la política de Silvio Berlusconi por parte de Luca de Montezemolo, presidente de la Confederación de Industriales (la Confindustria), presidente de la Ferrari, de la Fiat y de la industria editorial (posee el diario Il Corriere della Sera y La Stampa, entre otros medios impresos). Ahora el presidente del Banco de Italia declara que el país está en el mismo nivel que cuando Berlusconi asumió el gobierno en 2001, prometiendo un milagro; critica a Estados Unidos por su política "neokeynesiana" basada en las subvenciones estatales al armamentismo, la guerra y, dejando de lado el neoliberalismo, propone una fuerte intervención estatal. Berlusconi está así en choque directo con el país y en crisis con la alta burguesía italiana. El abrazo de George W. Bush, como lo demuestran las manifestaciones de protesta, agrava la inestabilidad del gobierno de la alianza entre la derecha y la ultraderecha y las torpezas del primer ministro (que llama a votar por su partido y no por sus aliados en las próximas elecciones) también acumulan nubes en el horizonte oficialista.

En estas circunstancias se desarrollan las elecciones europeas. La incorporación a la Unión Europea (UE) de 10 países (Chipre, Malta, Estonia, Lituania, Letonia, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Hungría) todos ellos, salvo Chipre y Malta, con mayorías derechistas y gobiernos sometidos a Estados Unidos, da una importancia particular a estas elecciones en las que se decidirá la composición del Parlamento Europeo y la posibilidad de que el mismo rechace el proyecto de Constitución de la UE impuesto por las finanzas y los empresarios y, también, encare la resistencia a Washington. Una victoria eventual del centro derecha y el aumento del bloque parlamentario proestadunidense podría reforzar aún más el peso de Washington en el viejo continente. Una victoria del centro izquierda, unido a la izquierda podría, en cambio, dar puntos de apoyo a los grandes movimientos sociales (contra la guerra, pero también por la defensa del empleo y la mejora de las condiciones de trabajo) que se están produciendo en los principales países.

Esto nos lleva, en Italia, a las perspectivas y características del bloque antiberlusconiano.

El mismo está compuesto, de menor a mayor, por un puñado de ex democristianos, que podría obtener 2 por ciento de votos sobre todo clientelares; por los Verdes, los cuales contarían con 4 por ciento de los votos y se están izquierdizando, pero tienen como partido escasa influencia en los movimientos ambientalistas; por el Partido de los Comunistas de Italia, que está creciendo y podría lograr entre 3 y 4 por ciento de los sufragios, pues la gente no recuerda que es una escisión de derecha, institucional y stalinista, de Refundación Comunista, ni que votaron el envío de tropas a Yugoslavia, aunque ahora condenen la ocupación de Irak; por Refundación Comunista, que podría sacar entre 5.5 y 6.5 por ciento de los votos, sobre todo por su actividad contra la guerra y el apoyo a los movimientos y por su militancia sindical y, por último, por el grupo Unidos por el Olivo, cuyo centro son los Demócratas de Izquierda (DS), partido liberal socialista, dirigido por Fassino y D'Alema. Para comprender su política bastan dos posiciones: Fassino acaba de declarar que los DS apoyan al ejército "donde éste actúe" (o sea, inclusive en la ocupación de Irak) y el partido no se adhirió a la manifestación contra la llegada de Bush a Roma... A la derecha de estos partidos están la lista Occhetto-Di Pietro y la lista de la Margarita, ultramoderada, que intenta reconstruir la Democracia Cristiana.

A la fragmentación de este centro-izquierda se une su confusión política y se agrega también que, como en casi todas las regiones principales del mundo, las movilizaciones no esperan la iniciativa de los partidos ni dependen de éstos, y los movimientos no están sometidos a organismos partidarios que buscan, sobre todo, posiciones institucionales. En parte el éxito de Berlusconi se debió a una falsa imagen de nuevo y no partidista que logró para un seudopartido (Forza Italia, el grito de la hinchada nacional en las canchas de futbol) que él formó con sus empleados y que también él paga y dirige, como si fuera una empresa. Si Refundación Comunista pretende apoyarse sobre los movimientos y un sector de éstos puede retribuirle votando sus candidatos (que también en muchos casos provienen de los movimientos), eso no quiere decir que haya una identificación ni una simbiosis entre la acción no institucional y el partido. Por eso, aunque Berlusconi sufra una derrota electoral en las elecciones europeas, podrá sobrevivir (si sus aliados no le cobrasen la factura) porque la oposición no tiene un proyecto claro ni encara medidas en común. Cuando mucho y por ahora se ha abierto una fase de transición con Berlusconi en la cuerda floja.

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