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México D.F. Martes 8 de junio de 2004

Políticos de ultraderecha buscan reacomodos

Polémica en Argentina por un supuesto complot contra Kirchner

STELLA CALLONI CORRESPONSAL

Buenos Aires, 7 de junio. Un nuevo debate comenzó a generarse con fuerza aquí, después que el gobierno del presidente argentino, Néstor Kirchner, rechazó la "judicialización" del tema de un complot que, sostuvo, nunca se mencionó como tal, sino como advertencia a la sociedad sobre una serie de acciones desestabilizadoras que están en marcha.

En Argentina, donde poco o nada queda de aquel estallido popular de diciembre de 2001, que pudo haber sido un enorme parteaguas en la historia nacional, han resurgido, de entre los medios de la derecha más conspirativos, políticos que fueron transformados en cenizas por aquella rebelión. Estos intentan ganar espacios (improbables, por otra parte) cabalgando sobre los planes de la derecha ligada tanto a la pasada dictadura militar como al ex presidente Carlos Menem, es decir, al neoliberalismo más despiadado y corrupto, que no está dispuesto a perder espacios en este país.

Una cena realizada en mayo pasado, en un importante cuartel militar de esta capital, mostró un mapa en pequeño de la acción desestabilizadora o conspirativa en la lista de comensales: militares y civiles de la pasada dictadura, ex funcionarios responsables de la impunidad y grupos oscuros ligados con los partidos tradicionales: la Unión Cívica Radical y el Justicialista (especialmente el más vinculado al menemismo y a la derecha) y sus operadores políticos más visibles.

Ningún político local, sea de izquierda o de derecha, desconoce el significado de este tipo de reuniones ni los alcances de las guerras sucias, después de lo que vivió el país en décadas pasadas. Ha habido una cadena de amenazas de los dueños de las empresas de servicios públicos que fueron privatizadas, a pesar de que las cuentas no les son desfavorables: cortes de agua, gas y luz para lograr aumentos tarifarios.

El escándalo de los ferrocarriles y los sabotajes registrados en tiempos recientes son señales inocultables.

El gobierno planteó su sospecha de que las fuerzas policiales desplazadas, que tienen en su haber delitos de mafia y corrupción, hayan desatado la ola y, especialmente, "sensación" de inseguridad, que varios medios "trabajan" con un sensacionalismo corporativo. Cualquier analista objetivo en América Latina conoce este tipo de maniobras destinadas a la desestabilización de un gobierno.

"Aunque no exista un directorio único que diagrame y dirija el conjunto de actos y maniobras, es muy difícil negar que concurren en un sentido: alimentar el fastidio popular en casi todos los niveles sociales y generalizar la sensación de inseguridad y de temor, ya en carne viva", advierte el analista José María Pasquín Durán en Página 12.

Más allá de si existe un complot, palabra que el gobierno niega haber usado, Pasquín Durán estima que la "descripción adecuada" podría ser referida a una "trama de intereses afectados por las políticas gubernamentales, que van del policía coimero (que soborna) al bonista seducido por algún fondo de inversión especulativa, que tratan de defender, no siempre con métodos honorables, privilegios adquiridos en décadas pasadas, imposibles de prolongar por éste o cualquier gobierno que tenga la sensibilidad social suficiente para apartar fondos que vayan a pagar la deuda social interna".

El analista recuerda que es tanto lo que se les debe a los excluidos, que la suma total, "al igual que la deuda externa restructurada, es impagable".

Si a esto se añade que sobre los intereses afectados están lo que llama "grupos conservadores anacrónicos, siempre dispuestos a desestabilizar no a un gobierno sino a la democracia misma", la situación se agrava.

Estos grupos son los que "mueven a pronosticadores económicos y políticos, lo mismo que sus influencias mediáticas", para disfrazar como propaganda política la pugna de esos intereses.

Nada de esto involucra a grupos o partidos de oposición de derecha o de izquierda, que aceptan el juego de la democracia, dice Pasquín, ante lo cual concluye que es "incomprensible que representantes de estos institutos políticos cubran con sospechas la palabra oficial en lugar de acusar a corporaciones y mafias que se niegan a la reparación económico-social"; y en este aspecto advierte sobre las coincidencias, con diversos argumentos, "de derecha e izquierda".

Lo sorprendente, en todo caso, es que haya una izquierda que está en la misma pista de la derecha y que ésta, en sus boletines más duros, incluya el discurso de algunas izquierdas como su propia propaganda.

En tiempos recientes, desde Chile, Menem, así como algunos de sus ex ministros, quienes estaban en la famosa cena militar, han augurado que Kirchner no terminará su mandato y lo ha acusado de "subversivo y montonero", lo que da la pauta de que la guerra fría no acabó para éste ni para los ex dictadores.

La decisión de instalar el Museo de la Memoria, en lo que fue la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma), el mayor centro clandestino de la dictadura; la apertura de investigaciones de crímenes cometidos en este lugar o en el primer cuerpo del ejército y en otros del país han llevado el encono militar a una verdadera campaña, que alientan los viejos servicios de inteligencia mediante boletines de Internet, los cuales alimentan conspiraciones. A ello se ha sumado buena parte de la jerarquía eclesiástica, varios de cuyos obispos fueron cómplices o condescendientes con la pasada dictadura militar, a pesar de la cantidad de religiosos desaparecidos o asesinados por ésta y que ahora presionan al gobierno por su supuesta "sed de venganza", como si no debiera ejercerse la justicia ante los crímenes de lesa humanidad cometidos en el país.

Bordeando todo esto está la complicada situación social, que por su extrema gravedad es muy difícil de encarar con soluciones a corto plazo y otra gama de diferencias con el gobierno de diversos sectores, que no son precisamente las que plantean los grupos que antes han conspirado activamente contra otros gobiernos.

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