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México D.F. Domingo 13 de junio de 2004

Patricia Galeana*

Leopoldo Zea: filosofía y compromiso

(In memoriam)

Son muchas las enseñanzas que Leopoldo Zea nos dio a lo largo de su fructífera obra. Repasemos algunas de las más significativas:

En su filosofía de compromiso pugnó por la "igualdad en la diferencia", con una fe absoluta en una América multirracial y multicultural. Reivindicó la originalidad del pensamiento latinoamericano para acabar con el encubrimiento, que ignora al quehacer filosófico de nuestra región.

"El americano", escribió Zea, surge a la historia con la conciencia de ser marginado, "desterrado de la historia", relegado del paraíso de la cultura europea. Mientras, el europeo nace predestinado al triunfo. No obstante que a los latinoamericanos les pertenece tanto la raíz cultural indígena como la hispana, que se funden en un rico mestizaje racial y cultural. Por ello, se requiere asumir la historia para trascender el síndrome de la conquista y del colonialismo.

Zea destacó que la filosofía latinoamericana constituye el otro lado de la medalla de la filosofía europea, que se contrapone a un intelectualismo abstracto, espiritual y se orienta hacia el hombre concreto individual y su proceso de la vida práctica e histórica. La visión de América Latina de Zea fue integradora y diferenciadora a la vez, unidad de estímulos y diversidad de respuestas.

Vio a la filosofía no como profesión, sino como enseñanza. No es un determinado modelo lo que importa, sino el problema que ha de ser resuelto. La solución debe surgir de la misma realidad.

El método histórico fue predominante en toda la obra del humanismo latinoamericanista de Zea. La filosofía como verdad histórica es una relación dialéctica entre convergencia y especificidad. Dialéctica que va de la praxis a la teoría, y viceversa.

La historia, para el filósofo, es la concatenación de problemas concretos cuya solución se convierte nuevamente en problemas, en una "dialéctica sin fin". Si la realidad latinoamericana es modificable, sólo puede serlo asumiendo un compromiso.

El maestro nos exhortó a desentrañar la realidad histórica y cultural de Latinoamérica para establecer las relaciones de esta realidad regional con la realidad universal. Con la explicación y no con la mera descripción de analogías, diferencias y especificidades, debemos encontrar los procesos que afectan a toda la región para enfrentarlos; buscar soluciones propias, no importarlas.

Por su magna obra Leopoldo Zea fue merecedor del reconocimiento internacional. Una decena de gobiernos europeos y latinoamericanos le han condecorado, e igual número de universidades de América, Europa y Asia.

Cuando las autoridades mexicananas le otorgaron el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en 1976, ya había recibido el reconocimiento de los gobiernos de Italia, Yugoslavia, Francia y Perú. Posteriormente recibió las condecoraciones de los gobiernos de España: la orden de Alfonso X, El Sabio; de Venezuela, la orden Andrés Bello; de Brasil ha recibido el memorial de América Latina, reconocimiento creado para estrechar los vínculos del pueblo brasileño con sus hermanos de la región y la orden de Río Branco. Y de Venezuela ha recibido también la orden de Libertador en grado de Gran Oficial. En 2000 nuestra República le confirió la medalla Belisario Domínguez.

La Organización de Estados Americanos le otorgó dos veces el premio Gabriela Mistral, en 1987 y 1988. En la segunda ocasión, José Clemente Baena Soares, entonces secretario general del organismo, hizo un reconocimiento de lo que llamó el "éxito sin precedente" del doctor Zea en dar a conocer la realidad latinoamericana y en despertar la conciencia del valor e importancia de su cultura. Su acción fue reconocida como decisiva en la superación del complejo de inferioridad de las culturas latinoamericanas frente a la europea y a la estadunidense.

La respuesta del doctor Zea en aquella ocasión, como toda su obra, tiene valiosas reflexiones para el momento actual. Planteó que para superar la difícil relación entre Estados Unidos y América Latina se requiere del reconocimiento real de la igualdad entre todos los hombres y pueblos. Reclamó el derecho a la otredad. Una asociación con respeto a la dignidad, sin renunciar a la diversidad de identidades.

El maestro insistió en que a la emancipación política debe sucederle una emancipación mental. Las sociedades deben ser garantes de su propio orden y asumir sus propios destinos políticos.

El doctor Zea nos mostró cómo enfrentar la desigualdad económica, la deuda impagable, la fuerza represiva que ha querido acallar las voces de lucha por nuestros derechos, sin proponérselo han formado latinoamericanistas, afirmando la posibilidad de integración, hermanados por el mismo sufrimiento.

Como el propio maestro escribió al recordar a Heliodoro Valle, los homenajes "tienen como finalidad la de definir (...) la de encerrar en determinados conceptos el modo de ser de una persona. Por eso se la enfoca en diversos aspectos tratando de redondear su figura (...) saber lo que él es para los demás, cómo se le ve, cómo se le verá, qué ha sido y qué representa en el mundo al que ha entregado la acción de su existencia". No obstante, "los múltiples perfiles, no podrán agotar lo que ha sido (...) su generosidad por nuestra América (...) presionada: en lo interno por sus equivocados hijos, en los externo por la codicia de naciones que le regateaban su calidad humana". Estas palabras se aplican con creces a nuestro querido maestro.

Leopoldo Zea cumplió plenamente su misión. Su obra es la más genuina y concreta expresión de la conciencia filosófica de América Latina. Zea es, ya, un clásico de nuestra América.

* Historiadora por la UNAM

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