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México D.F. Jueves 17 de junio de 2004

Orlando Delgado Selley

El FMI 1944-2004

Hace 60 años nació el Fondo Monetario Internacional. La Segunda Guerra Mundial terminaba y el mundo se encaminaba a una etapa de prosperidad que Hobsbawm ha llamado la Edad de Oro del corto siglo XX. Durante poco más de cinco lustros el crecimiento económico fue vertiginoso, desigual, pero generalizado. En ello influyó decisivamente la confrontación entre el socialismo y el capitalismo. Particular importancia tuvo el impacto de la planificación soviética en la transformación de mundo occidental. El propio FMI fue creado en Bretton Woods a partir del reconocimiento de que los mercados con frecuencia no operaban satisfactoriamente y que se requería, como ha recordado Stiglitz, una acción colectiva mundial para garantizar la estabilidad económica.

La crisis de 1929 era la demostración de que la mano invisible era también intangible y realmente inexistente. Evitar otra depresión global fue la tarea asignada al FMI. Se propuso cumplir esa asignatura manteniendo la demanda agregada mundial, mediante préstamos que inyectaban liquidez a las economías nacionales en problemas, lo que permitía corregir los desequilibrios de balanza de pagos y mantenía los tipos de cambio en niveles adecuados. La intervención concertada con base en un complicado arreglo que reconocía la fuerza de las economías de los países vencedores en el gobierno del nuevo organismo, contribuyó a una expansión mundial basada en el crecimiento de la productividad y de los salarios, que suavizó durante casi 30 años el movimiento cíclico de las economías.

Los grandes países capitalistas vivieron aumentos altos y sostenidos de su producto sólo comparables a los países con una gestión económica basada en un plan central. El triunfo del Ejército Rojo sobre Hitler era ratificado por una mejor administración de las fuerzas productivas. En particular, el PIB per cápita de Estados Unidos creció entre 1950 y 1973 al 2.4 por ciento anual, pero los países latinoamericanos lograron una décima más: 2.5 anual. Fueron los años de la industrialización basada en la sustitución de importaciones, que los neoliberales consideran que existían en nuestros países administraciones populistas e ineficientes. Lo indudable es que "se puede evaluar con toda certeza que la escala y el impacto extraordinarios de la transformación económica, social y cultural que se produjo en esos años es la rápida y la más decisiva desde que existe el registro histórico" (Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, p.18).

Esos años terminaron. En los 70 y 80 vivimos el derrumbe del largo ciclo expansivo del capitalismo y también del Muro de Berlín, del sueño de que era posible un mundo mejor. Hubo quienes festejaron el fin de la historia con la caída del imperio soviético. Se equivocaron. Lo que realmente terminó fue una época de prosperidad. Frente a un nuevo entorno lleno de complicaciones, aparecieron gobiernos que pregonaron el regreso a la ideología del libre mercado. Reagan y Thatcher desmantelaron el edificio económico que había funcionado 30 años, en el que el Estado jugaba un papel fundamental. A escala internacional, el FMI y el Banco Mundial se convirtieron en los misioneros de la vieja ideología, que ahora se vendía como nueva.

La misión del Fondo se había modificado sustancialmente. Pese a estar constituido con recursos públicos, con dinero de quienes pagan impuestos en el mundo entero, nunca han consultado a nadie para actuar ni han rendido cuentas. Cambiar de rumbo fue una decisión tomada por los funcionarios de los gobiernos de las grandes economías imperiales y aceptada por los ministros de Finanzas y los directores de los bancos centrales del resto del mundo. Estos no representan a sus países, sino a sus gobiernos. Por ello son proclives a aceptar lo que ordenan los poderes del imperio. En los últimos años, el FMI ha promovido a rajatabla la liberalización de los mercados, tanto de mercancías como de servicios y capitales, lo que ha generado mayor incertidumbre.

En lugar de promover la estabilidad, promueve un credo que remite a un funcionamiento económico que no existe, ni ha existido: el libre mercado absoluto. Sus políticas para estabilizar la situación de un país golpean siempre a los pobres de ese lugar. En los países que salieron de la órbita soviética han conducido la transición al capitalismo golpeando a la población sin ningún recato. A 60 años de distancia, habría que decir que el FMI ha fracasado en su nueva misión y que, por ello, debiera ser sustituido por un organismo global que actúe en favor de la gente y le rinda cuentas.

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