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México D.F. Viernes 18 de junio de 2004

Jorge Camil

El que se mueve no sale...

Es bien conocida la frase con la que Fidel Velázquez, pieza clave del régimen anterior, advirtió los riesgos de adelantarse al destape durante el proceso de la sucesión presidencial. Abordado por una periodista que cámara al hombro pretendía corroborar el persistente rumor de que podría haber madruguete, pronunció: "mire, señorita, en política, como en fotografía, el que se mueve no sale". La frase, que describía magistralmente el deterioro de nuestro sistema político, fue expresada cuando los presidentes habían dejado de escuchar a "las fuerzas mayoritarias del partido" y designaban personalmente al sucesor (el hombre supuestamente mejor calificado para "cuidarles las espaldas", pero que por esos vuelcos irónicos de nuestro kafkiano sistema político se convertía, rápida e inevitablemente, en el peor enemigo del antecesor).

La sentencia de Fidel complementaba a las mil maravillas otra famosa frase del folclor nacional atribuida a Adolfo Ruiz Cortines, que pretendía ensalzar las virtudes de la prudencia en el desempeño de la función pública: "en boca cerrada no entra mosca". Así que en la época de oro del priísmo había que mantenerse callado, inmóvil y absolutamente disciplinado al Presidente de la República para evitar ser eliminado de la contienda presidencial. Nadie podía "hacerle ruido al presidente" ni "alborotar la gallera" ni "brincarse las trancas". Todo lo cual sonaba a madruguete: el mítico acto suicida que permitía a un precandidato con vocación de kamikaze "autodestaparse" (que no era otra cosa que expresar aspiraciones presidenciales sin la anuencia del presidente en turno).

En tiempos del PRI la osadía se pagaba inevitablemente con la destitución del puesto y el ostracismo (tal vez con el pellejo). Sin embargo, en el nuevo sistema presidencial la pena parece ser selectiva, existiendo destapes (el de Felipe Calderón Hinojosa), que costó una secretaría de Estado, y otros (los de Santiago Creel y Marta Sahagún), supuestamente sancionados por el Presidente, que no han tenido mayores consecuencias.

La pronta reconciliación de Calderón con el Presidente obliga a pensar que el Ejecutivo pudiese estar jugando a lo que en el régimen anterior se llamaba "engañar con la verdad": quemando precandidatos sin posibilidades para proteger al elegido (o "elegida", a propósito de la propensión presidencial por el uso de los géneros masculino y femenino). Tras la renuncia de Calderón el Presidente fijó las reglas del nuevo sistema (que son curiosamente iguales a las del régimen anterior: trabajar sin desmayo y no "hacer olas") y de paso aprovechó para promover discretamente la candidatura de su esposa: "no se está candidateando, ni es funcionaria pública, pero acepta las reglas". šAl buen entendedor pocas palabras! Por eso, Cuauhtémoc Cárdenas le planteó al Presidente una alternativa tan difícil como razonable: renuncie usted, o que renuncie su esposa (ša las aspiraciones presidenciales, claro está!). Es obvio que no va a ocurrir ni lo uno ni lo otro, pero también resulta claro que la folclórica cultura priísta del tapado, el madruguete, el destape y el cobijo de favoritos continúan operando como si nada, contribuyendo a la confusión de 2006 en un entorno en el cual el "partido oficial" actúa como partido de oposición.

El temor reverencial a la Presidencia es cosa del pasado, el "partido del Presidente" parece tener candidatos y agendas separadas; el Presidente protege favoritos sin arraigo en el instituto político que lo llevó al poder, y la primera dama tiene plataforma, lema de campaña y claras aspiraciones presidenciales. Frente a la confusión de señales los aspirantes de los demás partidos políticos no tendrán más remedio que adelantarse a la contienda, y una vez desencadenada la avalancha el Presidente va a encontrar imposible controlar a su círculo inmediato. La conclusión es que alternancia no significa democracia, y que el presidente en turno continúa con la viciada práctica del tapado.

Hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre: cuando se trata de la silla presidencial los mexicanos olvidamos principios y signos ideológicos y desatamos la batalla de todos contra todos. No hay nada nuevo bajo el sol, sólo que en el México actual los partidos se preparan a pelear de verdad y el Presidente ha perdido el férreo control de los tiempos electorales, que era la base del sistema anterior.

Si los ataques contra Andrés Manuel López Obrador son ejemplo de las cosas por venir, los "señores del poder" olvidan el factor más importante en una abierta contienda electoral: šel pueblo! Ellos pueden operar como en antaño, pero ya no tienen poder para imponer candidatos impopulares ni remover favoritos sin sufrir las consecuencias. A propósito, la incendiaria arenga política del jefe de Gobierno de la semana pasada es el ataque frontal más contundente que ha sufrido un Presidente de la República en el poder. López Obrador sabe que tiene la fuerza del respaldo popular.

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