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México D.F. Viernes 18 de junio de 2004

Leonardo García Tsao

La ley del hielo

De poco sirve la programación alterna de ciertas instituciones culturales. Esos festivales hechizos, organizados por embajadas extranjeras o compuestos de paquetes adquiridos al azar (ahora cualquier conjunto de siete o menos películas ya merece el apelativo de festival), no son suficientes para contrarrestar el hecho que la cartelera está avasallada por la peor expresión del producto hollywoodense, aquél considerado escapismo de verano.

En realidad uno quisiera escapar de películas como El día después de mañana. Dirigida por Roland Emmerich, el chambista alemán responsable de anteriores tomaduras de pelo como El día de la independencia (1996) y Godzilla (1998), la película reincide en resucitar al género de desastres bajo la coartada de la ciencia-ficción. En este caso se trata del inicio de una nueva era glaciar, a resultas del calentamiento global provocado por la contaminación humana. El profeta de la catástrofe es el paleoclimatólogo (?) Jack Hall (Dennis Quaid) a quien el gobierno estadunidense -encarnado por un autoritario vicepresidente a lo Cheney- ignora hasta que es demasiado tarde.

En la época de La aventura del Poseidón y Terremoto, la fórmula del cine de desastres establecía primero una docena de personajes en plan melodramático para luego hacerlos interactuar bajo la situación de emergencia. Ahora la poca capacidad de atención del espectador promedio exige la satisfacción inmediata. Emmerich devasta Nueva York en menos tiempo del que le toma a las salas de Cinemex exhibir comerciales, avances y otras promociones. Y antes del desastre protagónico -una descomunal tormenta de nieve- se da el lujo de hacer alusiones tanto a Aeropuerto como a Twister para que nadie se queje de aburrimiento.

El concepto es promisorio: que el hemisferio norte del mundo se cubra de nieve ofrece un gran potencial dramático. El problema es la imaginación corrompida de Emmerich. Bajo su visión parcial y reduccionista el conflicto no se centra en los Estados Unidos, ni siquiera en Nueva York, sino en el dilema de Hall, sus familiares y amigos. No importa que medio mundo se congele, lo primordial será la supervivencia de un grupo de personajes sosos. Fuera de una escena inicial que muestra la caída de una granizada asesina sobre Tokio, la película no vuelve a ocuparse de otra situación que no esté asociada al héroe. (Ni siquiera nos regala la previsible toma de la Torre Eiffel o el Big Ben cubiertos de escarcha).

Como cineasta de lo fantástico, Emmerich no consigue lo elemental: vencer nuestro escepticismo. Todas las acciones son inverosímiles, desde el planteamiento central -ese rápido efecto del calentamiento global tiene menos base científica que la existencia de Godzilla- hasta la supervivencia de los personajes principales en condiciones imposibles. (El único detalle realista, de hecho, es que los teléfonos celulares no funcionen). Lo más enojoso es la improcedente acción heroica que conduce la película, según la cual Sam (Jake Gyllenhall), el hijo ya grandecito de Jack, debe depender en que su papito lo rescate pues es incapaz de tomar otra iniciativa. (Ese modelo patriarcal se subraya con el hecho de que las proezas sean ajenas a los personajes femeninos.)

Lo único que ha progresado en un género más bien retrógrado es la tecnología de los efectos especiales. Las imágenes digitales sí resultan mucho más convincentes que las maquetas y los matte shots de antaño para ilustrar el desastre. Pero elogiar a El día después de mañana por sus efectos, sería como piropear a Pam Anderson porque en lugar de inyectarse cera se puso implantes en los pechos.

Aún así, uno debe reconocer, en honor a la verdad, dos instancias muy gratificantes de este nuevo churro de Emmerich. La primera es una ironía intencional. A causa de la onda polar, se reporta un cruce masivo de ilegales por el Río Bravo... hacia el sur. Y las autoridades mexicanas impiden el paso de miles de espaldas heladas hasta que se negocia la cancelación de la deuda externa. Dentro de ese morboso disfrute apocalíptico, el atractivo central del género, uno sí quisiera ver cumplida esa fantasía.

La otra es la espectacular destrucción de Los Angeles a causa de varios tornados. ƑTendrá Emmerich algo de conciencia en el fondo? ƑNo será esa imagen de la destrucción del emblema hollywoodense un sincero signo de desprecio hacia lo que su propia película representa?

EL DIA DESPUÉS DE MAÑANA

(The Day Alter Tomorrow)

D: Roland Emmerich/ G: Roland Emmerich y Jeffrey Nachmanoff, basado en un argumento de Emmerich/ F. en C: Ueli Steiger/ M: Harald Kloser/ Ed: David Brenner/ I: Dennos Quaid, Jake Gyllenhall, Emma Rossum, Dash Mihok, Sela Ward/ P: Centropolis Entertainment, Lions Gate, Mark Gordon Productions. EU, 2004.

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