339 ° DOMINGO 20 DE JUNIO DE  2004
Historias de Maquilatitlán
"Si te organizas,
la empresa cierra"

TANIA MOLINA RAMIREZ

Obreros poblanos y tres organizaciones, una mexicana, una canadiense y una estadunidense, estuvieron en Canadá hace unas semanas para testificar sobre la situación laboral en las maquilas en Puebla: listas negras, horas extra forzadas y muchas veces no pagadas, falta de medidas de protección y obstáculos para crear sindicatos
 
 
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Fotografía cortesía del Centro de Apoyo
al Trabajador
JAIME AYALA SANCHEZ y Martín Zacatzi Tequextle, ex obreros de Matamoros Garment y Tarrant México, estuvieron en Toronto, Canadá, el pasado 28 de mayo para contar su experiencia en una audiencia pública realizada por la Oficina Administrativa Nacional (OAN) canadiense, encargada de recibir y responder a los reclamos en materia laboral de los países del TLCAN. Las organizaciones que presentaron la queja –el mexicano Centro de Apoyo al Trabajador (CAT), la canadiense Red de Solidaridad con la Maquila (MSN) y el estadunidense Estudiantes Unidos contra los Talleres de Sudor (USAS)– también estuvieron en una audiencia realizada por la OAN estadunidense en Washington en abril.

Tras conflictos sindicales y problemas económicos, Matamoros Garment (fabricante de ropa de algodón, cuyo principal cliente era Puma) y Tarrant México (mezclilla para marcas como Tommy Hilfiger, Calvin Klein, Levi’s y DKNY) cerraron sus plantas en Izúcar de Matamoros y el Valle de Tehuacán, Puebla. La última planta de Tarrant cerró el pasado febrero.

Las organizaciones demandan al gobierno mexicano, entre otras cosas, que las Juntas de Conciliación y Arbitraje den a conocer los registros y los contratos colectivos; que las juntas otorguen los registros de manera transparente; y que se establezca un comité de vigilancia trinacional con poder para investigar y emitir informes. Pero las organizaciones no se ilusionan, ya que la OAN sólo está facultada para emitir recomendaciones. El único reclamo (el caso de la maquila ITAPSA, en Edomex) que ha sido investigado por la OAN canadiense no llegó a nada. Canadá hizo consultas ministeriales con México y en 2003, su gobierno anunció que “estaba satisfecho de que los problemas de libertad de asociación habían sido satisfactoriamente tratados por las propuestas reformas mexicanas a la legislación laboral”, explica la MSN. De todos modos, dice Shaila Toledo, del CAT, “es importante agotar las instancias internacionales; dar a conocer lo que sucede”.

Las violaciones principales por las que se interpuso la queja fueron: “violación a la libertad de asociación y protección del derecho a organizarse; al derecho a la negociación colectiva; a las condiciones mínimas de trabajo y a la prevención de lesiones y enfermedades ocupacionales”, explica Gabriela Cortés, del CAT.

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En la estadunidense Matamoros Garment, en Izúcar de Matamoros, había ocasiones en que la empresa “nos obligaba a quedarnos horas extra y cerraban las puertas de la fábrica con candado”, cuenta Jaime Ayala.

Matamoros Garment se dedicaba a producir piezas como playeras y sudaderas, que desprenden pelusa fina, cuya constante inhalación puede provocar enfermedades respiratorias, por lo que son necesarios los cubrebocas. Pero la empresa nunca los daba. Y las veces que había, los vendía, denuncia Ayala.

En el comedor, sigue, “había un enorme charco de agua sucia causado por una tubería rota; además, la comida era pésima”. En los baños “a veces no había agua ni papel”.

“La mayoría de los obreros, cuenta Gabriela Cortés, ganaba 39 pesos al día, menos que el salario mínimo para costureros: 52 pesos”.

Estas son algunas de las condiciones que llevaron a los obreros a crear un sindicato. Fueron a la Junta de Conciliación y Arbitraje, cuenta Jaime Ayala, uno de los líderes del Sindicato Independiente de Trabajadores de la Empresa Matamoros Garment (SITEMAG).

La junta les negó el registro con argumentos absurdos, como un nombre mal escrito o que un trabajador decía no haber firmado. Aunque las juntas no tienen autoridad para negar los permisos, y deben informar a los trabajadores cuando les falta algún requisito, en la realidad se convierten en las que autorizan o no, explica Toledo.

La junta informó, además, que ya había sindicato, el Francisco Villa de la CTM, del que nunca habían oído.

Comenzaron los despidos. Poco tiempo después la empresa cerró. Ningún obrero recibió liquidación, asegura Ayala.

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En Tarrant, la situación era similar: incumplimiento en el pago de horas extras, trabajo nocturno obligatorio (no había transporte), acoso sexual. “Cuando había que empacar la mercancía para el embarque, (los obreros) tenían que quedarse tiempo extra; habían entrado a las ocho de la mañana y debían seguirse corridito hasta la siguiente mañana”, cuenta Cortés.

Martín Zacatzi denunció en Toronto que la empresa no les daba cubrebocas y que a raíz de esto él padece problemas de asma.

En Tarrant, “los trabajadores no sabían quién era el dueño del contrato colectivo. Nunca habían participado en una revisión contractual, ni siquiera conocían su contrato”, dice Cortés. Fue hasta que los obreros crearon el Sindicato Unico Independiente de Trabajadores de la Empresa Tarrant México (SUITTAR), el 10 de junio de 2003, que la Junta Local les dijo que tenían sindicato, primero les dieron un nombre, luego otro y más tarde un tercero, y los obreros no tenían manera de verificar.

La Junta terminó por negarles el registro.

La empresa despidió a trabajadores que estaban en la lista de miembros de la asamblea constitutiva del SUITTAR. Tras meses de lucha, la empresa cerró sus ocho plantas en el Valle de Tehuacán. Y algunos obreros no recibieron ni 50% de su liquidación, dice Gabriela Cortés.

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En los motivos de cierre de las plantas estuvieron mezclados problemas económicos y lucha sindical. “En Tarrant, para que los trabajadores creyeran que no había trabajo, se lo encargaban a maquilas más pequeñas”, dice Toledo.

Las organizaciones y los obreros reconocen que el cierre no es un triunfo. “Es un mecanismo para asustar a los trabajadores y que digan, ‘no te organices, no exijas nada porque la empresa cierra y vas a estar peor’”, dice Toledo.

Matamoros Garment (la única maquila que había en Izúcar, con cerca de 300 empleados) y Tarrant (cerca de 3 mil en el Valle de Tehuacán) eran importantes fuentes de empleo. Ahora “muchos están desempleados, otros se fueron a Estados Unidos, y otros tienen su puesto y venden ropa, comida”, cuenta Jaime Ayala. Otros entraron a trabajar a talleres que subcontratan, y que muchas veces tienen peores condiciones que las maquilas grandes (“algunos pagan 350 pesos a la semana”, dice Jaime). Otros hacen maquila en sus propios hogares, dice Toledo.

Tras el cierre, los obreros más activos en la lucha sindical se enfrentaron a otro problema: su inclusión en las listas negras (de “revoltosos”), que dificulta encontrar otro empleo.

Jaime Ayala solicitó empleo en Mexmode, en Atlixco, y se lo negaron porque “causa conflictos”. Luego intentó en Pacific Continental Textil (PCT). Lo aceptaron. Duró dos meses, luego se salió para cuidar a su madre enferma. “Quise regresar y me dijeron, ‘ya no puedes’”.

Agustina García Reyes, también ex líder sindical en Matamoros Garment, no fue aceptada ni en PCT ni en Mexmode.

Hasta la fecha Martín Zacatzi no ha encontrado empleo.

Finalmente, Jaime Ayala y Agustina Reyes tuvieron mejor suerte. Desde hace dos meses trabajan en un pequeño taller de ocho personas que fabrica uniformes escolares, cuyo dueño fue supervisor en Matamoros Garment. Ahora ganan 800 semanales, trabajan con cubrebocas y en el baño hay agua y papel. “Talleres como este sí están bien, pero son contados”, concluye Jaime.