Angeles González Gamio

La Casa de las Humanidades

Su sola mención evoca imágenes de conocimiento, sabiduría y libros, muchos libros en dónde abrevar el pasado e intentar comprender el presente, o simplemente dejarse llevar por la fantasía. En febrero de 2002, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) creó la Casa de las Humanidades, en una amplia casona situada en la calle Presidente Carranza 162, en el corazón de Coyoacán. Entre sus objetivos destaca el de difundir el conocimiento que se genera en los institutos, centros y programas de humanidades y ciencias sociales. Busca ser un espacio de encuentro que vincule a la UNAM con la sociedad y fomente el estudio de los problemas nacionales con un enfoque multi e interdisciplinario. Esto se logra mediante diversas actividades, como diplomados, conferencias, cursos, talleres y presentaciones de libros.

Bajo la excelente dirección de la historiadora Gisela von Wobesser, quien también preside la Academia de Historia, la casa se ha convertido en un centro vivo al que acuden decenas de personas que aprovechan la rica oferta cultural. Esta se va a multiplicar la próxima semana, ya que del 28 del presente al 4 de julio se va a llevar a cabo la segunda Gran Venta de Libros en Coyoacán. Van a estar en exhibición más de tres mil títulos de amplia temática: arte, antropología, derecho, economía, literatura, filosofía, historia, política, sociología y urbanismo, entre otros, en un auténtico festín librero. En el contexto de la feria se van a realizar charlas y entrevistas con escritores, presentación de nuevos títulos, lecturas en voz alta, firma de libros y otras actividades que acerquen a los creadores con los lectores. Un atractivo destacable es que los libros estarán rebajadísimos.

El tema nos da la ocasión para comentar un magnífico libro que acaban de sacar a la luz el gran editor Miguel Angel Porrúa, heredero de una tradición centenaria, con el apoyo de la 58 Legislatura de la Cámara de Diputados. Se titula Mexicanos entre dos siglos"; extraordinarias fotografías de Ricardo Ramírez Arriola y textos de los mejores escritores, seleccionados por Ricardo Pérez Montfort, nos muestran la inmensa diversidad del ser mexicano. En el prólogo, Beatriz Paredes comenta: "(...) me parece de toda pertinencia que la Cámara de Diputados, que en el terreno de la política es la expresión del pluralismo ideológico y la heterogeneidad mexicana, pudiera copatrocinar un volumen que reflejara esa extraordinaria riqueza que supone la diversidad de nuestra sociedad en el amanecer del siglo XXI".

Las imágenes son muy buenas y algunas conmovedoras, al igual que los textos, de autores como Jaime Sabines, Andrés Henestrosa, Juan de la Cabada, Agustín Yáñez y Juan Rulfo. Por cierto que las palabras de este último traen a la mente la barbaridad que pretende la Secretaría de Educación Pública al eliminar de la secundaria el estudio del pasado prehispánico y las culturas del mundo donde se forjó la civilización occidental; dice Rulfo, refiriéndose a los hombres del campo que emigran: "(...) el día que conozca a sus antepasados, el día que sepa que esa tierra ha dado grandes muestras de una cultura viva, el hombre se arraigará más, confiará más en su trabajo y tendrá conciencia del lugar donde vive y tendrá el valor suficiente para saberlo defender y poder trabajar con entusiasmo y con amor en el lugar donde nació. Esa es la importancia de la historia".

Creo que nadie ha expresado mejor la gravedad de la propuesta que Miguel León Portilla, en el artículo que publicó hace unos días en estas páginas, con la visión del historiador y con un profundo humanismo. Transcribo un párrafo que encuentro fundamental: "Del encuentro de esos dos grandes focos civilizatorios -Mesoamérica y el mundo mediterráneo-, que fue violento pero a la postre resultó fecundo, se ha forjado el ser de México. Hoy finalmente reconocemos que formamos un país pluricultural y multilingüe, y sabemos que en ese legado plural están nuestras raíces más hondas".

Con el alimento espiritual que nos brindan estas palabras, vamos a acercarnos a los alimentos terrenos. Es buena ocasión para conocer un nuevo restaurante coyoacanense: La Guinda, ubicado en Malintzin 199, entre las avenidas Centenario y México. Con una decoración minimalista, sobriamente decorado con excelentes fotografías y flores, se adquiere el estado de ánimo adecuado para disfrutar excelente comida española, con sus toques mexicanos. La autora de las suculencias es la dueña, Mariangeles Comesaña, adorable poeta que en su belleza rubia evoca a Boticelli. Menciono algunos de mis platillos favoritos, aunque todo es de lujo: ceviche con mango, salpicón de camarón, croquetas y la empanada gallega o de cuitlacoche. De postre: un pastelillo de La Vasca acompañado de helado de la casa.

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