México D.F. Domingo 27 de junio de 2004
La película de Michael Moore se estrenó
el viernes en EU con cines abarrotados
Con risas, lágrimas y ovación final,
recibió Washington a Fahrenheit 9/11
Una ferviente republicana compró un boleto para
otra cinta y entró a ver el documental, porque jamás le daría
su dinero a Moore, afirmó Veo que no estoy loca, lo que pienso
sobre la guerra de Irak es cierto, dice estudiante
AFP
Washington, 26 de junio. El público impaciente
de Washington, uno de los más politizados de Estados Unidos, invadió
las salas cinematográficas la noche del viernes para ver el estreno
del polémico documental de Michael Moore, Fahrenheit 9/11,
alegato contra la política del presidente George W. Bush.
Alexandra Moss, enfermera de 31 años, esperaba
poder ver el documental para contribuir a la derrota de Bush en las elecciones
del 2 de noviembre próximo, en tanto Lynda Bond, ferviente republicana,
ingresó a la proyección para verificar que este duro alegato
no es más que "una telaraña de mentiras".
En
Georgetown, corazón de la capital estadunidense, el filme monopoliza
las carteleras de 14 cines. Las entradas se vendieron hasta agotarse con
una anticipación de dos días a través de sitios de
Internet, en tanto muchos debieron sentarse en el suelo.
Al iniciarse la proyección, la primera imagen impacta
al público. Se trata de unos cuantos minutos durante la elección
presidencial de 2000 en los que el candidato demócrata Al Gore se
dio por vencedor, para poco después conceder la victoria a su adversario,
George W. Bush, que ríe socarronamente y sin gracia, despertando
risotadas en la sala.
Luego se ve al presidente de vacaciones en su rancho privado
de Texas. Criticado porque deja la Casa Blanca durante largos periodos,
el mandatario se defiende: "Usted sabe, yo trabajo en varios temas", explica
atropelladamente Bush ante la cámara ensayando una respuesta tres
veces fallida. Nuevo estallido de risas.
Si el humor de Moore no siempre es mordaz, y si su argumentación
suena por momentos un poco vacía, a veces hasta demagógica,
el público aprecia su trabajo y reacciona incluso con lágrimas.
Cuando evoca los atentados del 11 de septiembre, la imagen
es negra, la música sobrecogedora. El estallido de las explosiones,
los gritos, la conmoción sacude a la sala.
Le sigue la imagen de una mujer iraquí que implora
a Alá delante de las ruinas de la casa de su tío, destruida
por un bombardeo, "Pero, ¿qué hicieron?", pregunta con congoja.
La madre de un soldado estadunidense asesinado en Irak
se desgarra ante la cámara por el dolor "en su piel" por la muerte
de su hijo: "Yo creía que sabía, pero no sé nada",
sobre las razones de esta guerra. La sala suspira, se emociona, enjuga
las lágrimas.
Hacia la mitad del filme un puñado de espectadores
prefiere irse, en un éxodo en cuentagotas, uno o dos visiblemente
furiosos. Pero algunos vuelven unos minutos después, con las manos
abarrotadas de palomitas y refrescos.
En uno de los pasajes, se ve al secretario adjunto de
la Defensa, Paul Wolfowitz, preocupado por su imagen: se pasa un peine
por la lengua y se arregla su peinado con un poco de saliva, levantando
murmullos de asco en la sala.
Un soldado estadunidense habla de la música que
escucha en su tanque de asalto para propinarse un golpe de adrenalina que
lo llene de coraje antes de un ataque. Los espectadores contienen el aliento
en silencio.
Nadia MacFarlane, estudiante de medicina, deja por un
momento su emparedado y se tapa la boca con una mano. Al salir confiesa:
"Esto me tranquiliza, me digo que no estoy loca, que lo que pienso (sobre
la guerra en Irak) es cierto".
Al final un aplauso cerrado resuena por varios segundos.
"Estoy conmovida", confiesa Robin Presta de 25 años, los ojos todavía
húmedos, su pareja la abraza.
Lynda Bond, de 47 años, en cambio, enfila hacia
la salida en cólera. "Quería verlo para saber por qué
todo el mundo habla de ello. Pero compré una entrada para ver otro
filme y luego me introduje en esta sala (porque) jamás le daría
mi dinero a Michael Moore", enfatiza furiosa mientras desaparece caminando
por el pasillo.
En la salida del cine un joven militante del Partido Demócrata
arenga a la multitud proponiendo, a voz en cuello, unirse para derrotar
a Bush.
Continúa el enojo de Ray Bradbury
Por otra parte, el destacado escritor estadunidense Ray
Bradbury fustigó a Michael Moore por haber utilizado sin su permiso
el título de su novela Fahrenheit 451 para el documental
Fahrenheit 9/11.
En una entrevista con AFP, Bradbury, considerado uno de
los más grandes cuentistas y novelistas de ciencia-ficción,
instó este viernes a Michael Moore a "devolverle" el título
de su novela.
"No es una cosa simpática lo que hizo", dijo el
autor de 83 años, quien publicó Fahrenheit 451 en
1953.
"Mi libro es conocido en todo el mundo y mi título
es mi título. El lo tomó sin permiso y le cambió el
número", dijo.
"Quisiera que me devuelva el título, que me lo
devuelva y me pida perdón. El filme se debería llamar Michael
Moore 9/11, es su película no la mía", agregó.
Bradbury, que publicó más de 500 obras en
su carrera literaria de seis décadas, señaló que no
condenaba el contenido del polémico documental de Moore, sino la
violación al derecho de autor.
Bradbury dijo a AFP que meses atrás él llamó
a la productora de Moore para pedirle que no utilizara su título.
Pero Moore sólo le devolvió la llamada el
fin de semana pasado, en la que le subrayó que estaba avergonzado
y le elogió su obra, narró el autor.
"El me dijo que estaba avergonzado. Me dijo que me amaba.
Pero eso no es suficiente a estas alturas debido a que ya comercializa
el documental con mi título, sin mi permiso", subrayó.
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