Luis Linares Zapata

Inversión y seguridad

Mientras en el país cientos de miles de ciudadanos se manifestaban por la inseguridad que los tiene tan ofendidos como atemorizados, los planeadores españoles de negocios revisan sus intenciones para invertir en México.

Saben que las oportunidades de obtener grandes utilidades están al alcance de sus ambiciones y piensan aprovecharlas no sin adelantar varios y altisonantes retobos. Los campos donde quieren situarse son unos cuantos: electricidad y gas los principales, pero el turismo también les atrae. Siguen empeñados, como todos los potenciales y efectivos inversionistas extranjeros, en que se lleven a cabo las famosas y ya contrahechas reformas estructurales. Insisten en la fiscal, que atraviesa los vericuetos y manoseos de funcionarios federales y gobernadores. Las de energía ocupan el centro de sus preocupaciones y, de refilón, no bajan el dedo de la laboral. Empujar todas ellas les ha tomado horas de penas, pleitos legales y rodeos en busca de salidas con apoyo en aliados internos. Esfuerzo consistente ha sido la consigna. Pero no hay desmayo y la recompensa, por ya ser el segundo país con capitales directos en esta nación, les está rindiendo bastantes más rendimientos que los calculados en el inicio de sus aventuras bancarias.

Bien puede decirse que en la medida del retraimiento de los estadunidenses como aportantes principales y hasta dominantes, los europeos han ido aumentando su presencia hasta alcanzar la cifra de casi 18 mil millones de dólares de 1999 a 2003. Del total de la inversión extranjera directa (IED) durante esos cinco anteriores años, 22 por ciento tiene su origen en la Unión Europea. Y de todas las naciones que la integran, tres, Holanda, España y Reino Unido acaparan 86 por ciento. Si se les agrega Alemania, entonces se alcanza la casi totalidad: 96 por ciento. El caso de Francia es, sin embargo, una excepción, pues se ha desinvertido en el mismo periodo bajando su capital de riesgo en la nada despreciable cifra de mil 500 millones de dólares. Esto como resultante de los retiros masivos que hizo en 2000 y que no han podido ser compensados con las tímidas inversiones de los demás años aquí considerados.

No parece entonces que, al menos para los españoles, los secuestros y hasta los asesinatos tan publicitados tengan efecto determinante en la toma de decisiones económicas. Según un estudio publicado en el diario El País, España ha pasado de representar uno por ciento de la IED hace 10 años, a un sólido 5 por ciento en el pasado 2003. Cifras nada despreciables y sí prometedoras de una cooperación creciente. Lástima que sus pretensiones, una vez que las posibilidades en el sector bancario casi se han cerrado, se focalicen en el sector energético. Saben que cuentan con empresas en rápida expansión tanto en electricidad como en gas. Quieren asegurarse una tajada adicional en la generación eléctrica por medios eólicos, donde han avanzado y cuentan ya con experiencia y moderna tecnología. Esperan una cercana apertura para ofrecer sus productos, músculo financiero y organización en los grandes proyectos que pueden llevarse a cabo en la zona ventosa de Oaxaca.

Sin embargo, los acontecimientos recientes les deben preocupar a tal grado que los orillen a repensar sus rutas, proyectos y compromisos. Las demandas interpuestas por los senadores, la paralización casi total de las reformas llamadas estructurales presentadas por el presidente Fox y los cambios en el gabinete no auguran nada positivo para sus intereses. Las conclusiones a que llegó la Auditoría Superior de la Federación, que muestran a los contratos para lo cogeneración eléctrica con numerosas fallas y hasta visos de inconstitucionalidad, los ponen al borde de ser, como ya lo han sido ante varios tribunales, demandados para su nulidad.

Los roces, malentendidos, demandas y hasta pleitos feroces no pueden evaporarse del horizonte futuro entre México y España dada la concentración de los españoles en terrenos altamente sensibles. Tendencia que, por lo demás, no es privativa de este país, sino extensiva a varias naciones latinoamericanas. Argentina, Bolivia o Ecuador están pasando por momentos de alta tensión en las relaciones con España por las acciones, y hasta crasos errores, de varias de sus grandes empresas que coparon sectores industriales y de servicios estratégicos, ya fueran los de telecomunicaciones, de energía o bancarios.

En un corto periodo, los análisis, críticas, los gritos y rebeldías de los pueblos del área voltearán sus voces y atención a ésta que parece una reconquista no exenta de matices y contenidos imperiales.