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Obituario   - NUEVO -

P O L I T I C A
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México D.F. Jueves 15 de julio de 2004

Octavio Rodríguez Araujo

Atrás de la niebla

Ahora se entenderá mejor el significado de la renuncia de Alfonso Durazo, apuntalada por un editorial de The New York Times. Dos textos tuvieron más fuerza que un clamor popular, aunque éste fue el entorno que dio fuerza a esos dos textos. El resultado es que con la renuncia de Durazo la esposa de Fox ganó perdiendo, pero esto ya lo había dicho en un anterior artículo: se deshizo del secretario incómodo, pero tuvo que renunciar a sus máximas aspiraciones (ahora tendrá que conformarse, si juega correctamente sus fichas, con ser candidata a otra cosa, si lo de Vamos México y la Lotería no terminan por cortarle las alas).

Con Marta Sahagún fuera de la carrera presidencial, si le creemos, el panorama adquiere tintes más definidos, es decir, menos contaminados políticamente hablando. Falta todavía, sin embargo, que los ataques desde el gobierno federal a la candidatura de López Obrador sean detenidos y que las obvias argucias legales en su contra sean enderezadas bajo el principio de la equidad y la justicia. La cuestión ahora es convencer a Fox de que deje de inmiscuirse en su propia sucesión, que es la del gobierno del país y, por lo mismo, de interés exclusivo y jurídico de los partidos y de los ciudadanos mexicanos. Si esto se logra, la estabilidad política, tan necesaria para el final del sexenio, podrá tener ciertas garantías. ƑEntenderá Fox que debe ser estadista y no presidente del consejo de administración de una empresa cuyos principales accionistas se disputan la dirección?

Si el Presidente de México logra entender que el lunes pasado el juego sucesorio se le cayó de las manos, y que no debe insistir más en él, bien podría intentar (con buenos asesores, que obviamente no tiene) gobernar y todo lo que esto quiere decir en relación con los verdaderos problemas del país. Y para gobernar Fox podría comenzar por salirse de los enrarecimientos políticos que él y su cónyuge, entre muchos más, han provocado. Si tratáramos de ver el panorama desde fuera lo primero que encontraríamos sería una especie de niebla que sólo por momentos deja ver lo que hay atrás. Estos enrarecimientos políticos, que ya tienen mucho tiempo en primer plano, deberán despejarse, en primer lugar, para la propia y conveniente visión del gobernante, y no aprovecharlos para desviar la atención de los verdaderos problemas nacionales, que ahí están, aunque se les quiera negar.

No estoy sugiriendo que fue un invento que la señora de Fox promoviera, con el apoyo de su marido, su candidatura a la Presidencia; tampoco que Ahumada, Ponce, Robles y demás sean diabólicos personajes creados por niñas de Salem. Mucho menos sugiero que los asuntos de Vamos México y de la Lotería, entre otros, además de la inseguridad pública, deban ser ignorados. No. Lo que pienso es que han sido aprovechados, sobre todo por ciertos medios, para destacarlos como la preocupación principal en el país, el circo para el pueblo, y de este modo ocultar que en el gobierno, en los gobiernos, no se buscan soluciones para los verdaderos problemas nacionales, bien conocidos como para repetirlos aquí.

Creo que era Mao el que decía que problema que no tiene solución no es problema. Este es el caso. Como no encuentran la solución a los grandes problemas nacionales, que también son de otros muchos países, han resuelto que es mejor ignorarlos y presentar supuestos avances que nadie fuera del gobierno acepta como ciertos. Y uno de los efectos de la decisión de ignorar los problemas es precisamente el lío personalista, no partidario, en que se ha convertido la sucesión presidencial. No parece casual el absoluto desdén, tanto en las esferas políticas como intelectuales, a la propuesta para la discusión que, por ejemplo, lanzaron en febrero de este año la Fundación para la Democracia y la Fundación Arturo Rosenblueth, con el título Un México para todos. Construyamos un proyecto alternativo. Se podrá decir que la mayor parte de sus autores son del Partido de la Revolución Democrática, lo cual es correcto, pero esto no invalida su importancia ni la aportación que hace como punto de partida para una discusión seria de los problemas que en el gobierno se están ignorando deliberadamente.

Si no discutimos los problemas nacionales y sus posibles soluciones, incluso al margen de la propuesta mencionada (que sería un error ignorarla), terminaremos haciéndole el juego a quienes, por incapacidad como gobernantes, han convertido la política en asunto de acusaciones penales y en hechos anecdóticos propios de revistas de modas y chismes.

Si el gobierno de la República no enfrenta los problemas ni les busca solución en bien del pueblo y de México, como reclaman incluso los empresarios, obliguemos a los partidos a discutir esos problemas, discutámoslos nosotros mismos y dejemos a los abogados y a los jueces involucrados en los espinosos asuntos en litigio que resuelvan lo que sea de justicia resolver. Hay problemas mucho más importantes que merecen, ya, soluciones, al menos propuestas de solución. Sería sano dejar de personalizar la política.

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