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México D.F. Martes 20 de julio de 2004

Una ternura infinita

La gran saudade, ese estado del alma que ni es tristeza ni es melancolía y que nos eleva a la condición de arcángel, embarga al mortal, atrapado en cuanto inicia el disco, en un marisma de sueños, un marasmo de maravillas, un mar de bondades desatadas en pleno territorio a duermevela visitado por vírgenes de Boticelli, ninfas, nenúfares y nubes. Una exultación del alma transmina exaltación y alivio en un dulce caminar como sobre nubes. Una extraña forma de la alegría toma entonces cuerpo con luz. Y es de una ternura infinita, de una poesía que no cesa en sus frases luengas, vocales alargadas y nuevamente la figura retórica se vuelve realidad: Teresa Salgueiro canta como los mismísimos ángeles.

El nuevo disco de Madredeus, Um amor infinito (EMI) condensa toda la poesía de Pessoa sin siquiera nombrarlo, todos los ríos del mundo, los heraclitianos y los ríos de lágrimas y los ríos de lava y magma y sueños sin cortar de tajo el Tajo, todo el aroma de todas las flores del mundo, ese suave perfume natural de la piel de todas las mujeres del planeta, toda la belleza, todo el amor, la completa transparencia.

El maestro Pedro Ayres Magalhaes, ese Leonardo da Vinci de la música lisboeta, nos ha parido un ángel más entre una discografía tan bella que no tiene otro lugar entre los anaqueles personales que junto a los libros de poesía, que es la hermana gemela de la música.

El nuevo ángel-disco de Madredeus es de una belleza infinita, tiene una clara vocación renacentista y una calidad de música de cámara que aplaudiría el mismísimo arcángel don Arcangelo Corelli, hacedor de sueños. La poesía que dice Ayres en el aire de su guitarra y que dialoga con la guitarra de José Peixoto y los teclados de Carlos Maria Trindade y la guitarra-bajo de Fernando Júdice, es de clara estirpe angelical.

Porque hay ángeles de iglesia, ángeles de panteón, ángeles gorditos, ángeles que duermen, ángeles panzones, ángeles coquetos, ángeles guerreros, ángeles de la guarda, pero también hay ángeles músicos y hay ángeles poetas. De esa estirpe -no en balde los filmó Wim Wenders- son los cinco ángeles que conforman Madredeus. Y son de una ternura infinita.

PABLO ESPINOSA

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