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16 de agosto de 2004
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GARROTES Y ZANAHORIAS

LAS INSTITUCIONES INVISIBLES

La sola observación de la realidad económica evidencia que existe gran variedad de formas sociales que no por poseer una lógica diferente a la de la competencia dejan de tener poderosos efectos en el funcionamiento y la eficacia de la economía de mercado.

Tales formas sociales son muy diversas, tanto en sus principios como en sus efectos. Además de las organizaciones (aparatos de gobierno, partidos políticos, universidades, agrupaciones civiles, culturales, religiosas), existe lo que el economista Kenneth J. Arrow denominó "las instituciones invisibles", como las reglas jurídicas, los principios éticos y las relaciones de confianza, de lealtad y de identidad entre los individuos que forman parte de una comunidad.

Según Arrow, tales formas sociales desempeñan un papel de primera importancia en el funcionamiento de las relaciones económicas. En uno de sus libros fundamentales, este influyente economista escribió, a propósito de la confianza, que ésta "es un lubricante indispensable de las relaciones sociales, además de ser muy eficaz: poder confiar razonablemente en la palabra de otro evita numerosas complicaciones. Por desgracia, la confianza no es una mercancía que se pueda comprar con facilidad. No existe un mercado abierto en el que sea técnicamente posible intercambiar ese bien". En este sentido, la confianza es un bien colectivo.

Más allá de los muchos problemas estructurales y de coyuntura, es innegable que uno de los factores que más traban la fluidez de las relaciones económicas en el México de hoy es la falta de confianza entre los distintos agentes sociales. Conflictos particulares, que por sí mismos deberían haber sido episodios aislados (desde la defenestración a punta de machetes del proyecto aeroportuario de Texcoco hasta la altisonante confrontación suscitada por la reforma del IMSS, la crispación política entre los gobiernos federal y capitalino y la disputa por la alcaldía de Cancún), configuran una constante en la vida pública del México de la transición; una constante que denota algo más que la mera "pluralidad propia de la democracia" con que los actores políticos más complacientes interpretan los hechos que marcan la actualidad económica y política del país.

No obstante su naturaleza temáticamente diferenciada, los conflictos particulares tienden a converger en un mismo resultado: en la medida de su persistencia y multiplicación, y sobre todo, debido a su capacidad de imponerse en la agenda y en las acciones de los principales agentes económicos y sociales, estos problemas expresan un grave inconveniente de nuestro sistema institucional. Se trata de una falta de coordinación colectiva de las acciones individuales, cuya profundización produce, según un término de moda, ingobernabilidad. Y la ingobernabilidad, como se sabe, afecta las expectativas económicas, es fuente de incertidumbre.

Una de las grandes tareas que tiene por delante la comunidad nacional es reconstruir una lógica racional de acción colectiva. Será difícil lograrlo si, además de los cambios económicos y legislativos, los actores políticos y sociales no edifican una nueva "institucionalidad invisible". A diferencia de lo que pretenden los círculos del poder económico y político, esta edificación no está predeterminada ni puede responder a una concepción funcionalista de las instituciones. Para que sea sólida, la nueva arquitectura institucional debe incorporar ­y en ese sentido también ser el resultado de­ distintas formas de conciliación de los intereses particulares, que son por naturaleza contradictorios. La institucionalidad democrática, indispensable para el buen funcionamiento de las economías de mercado, es resultado de pactos sociales, no de intereses particulares ni de visiones excluyentes §

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