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México D.F. Martes 17 de agosto de 2004

Marco Rascón

Un día sin gringos

En México y el mundo... nada malo pasaría. Viviríamos un día de paz mundial y desarrollo tecnológico basado en fuentes alternativas de energía, distintas al petróleo.

Los pueblos tendrían elecciones libres y los gobernantes electos de las naciones responderían a sus pueblos y no a los intereses trasnacionales, como ayer en Venezuela. Los bancos volverían a ser expresión de la riqueza socialmente productiva y los ahorros de los ciudadanos estarían a salvo de devaluaciones y especulaciones. No habría nadie a quien rescatar.

Las economías subordinadas, como la mexicana, no serían debilitadas mediante la sobrevaluación de la moneda para favorecer las importaciones estadunidenses.

El gasto militar mundial sería dirigido a la investigación y el desarrollo de la ciencia para terminar con problemas endémicos y pandemias como el sida, el hambre, las enfermedades curables y para garantizar la seguridad social en el mundo. Se acabarían las "fundaciones" y los pueblos, mediante sus sistemas de seguridad social, enfrentarían sus grandes problemas nacionales.

Desaparecerían el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, agentes financieros de intervención. El concepto de soberanía tomaría un nuevo impulso y estaría ligado a la fraternidad humana, la apertura de fronteras, la igualdad y la solidaridad internacional verdadera.

Acabaría el apoyo a las oligarquías de cada país y, por tanto, terminaría el monopolio de los medios de comunicación y el uso mediático para enajenar y oprimir ideológicamente mediante el consumo y la nota roja.

Los gobiernos dejarían de gobernar valiéndose del miedo y la amenaza de la inseguridad. La lucha contra la delincuencia sería por la dignificación de la sociedad y no para justificar compras y gastos en armas, patrullas y aparatos que finalmente favorecen a pequeñas mafias que roban desde los gobiernos.

Se reconocería que la deuda de los países es un artificio de dominación y, al haberse pagado con mucho históricamente, serían condonadas. Cada país se ahorraría el gasto militar y el pago de la deuda y, por tanto, sobrevendría un auge para desarrollar la educación, la cultura, el desarrollo igualitario y la protección ecológica de los recursos naturales.

Cesaría el esquema de saqueo biotecnológico que ahora sirve para la producción de semillas transgénicas, con las cuales se piensa controlar la producción de alimentos hacia el futuro y dominar la agricultura desde los laboratorios de las grandes trasnacionales.

Cesaría la migración, pues las tierras de los pueblos volverían a ser productivas y los productos agrícolas tendrían nuevamente precios adecuados y mercado interno.

Los países establecerían acuerdos de largo plazo para recuperar de los salarios reales y reconstruir el valor del trabajo como el bien más importante de una nación con vocación de destino propio.

Los capitales surgidos como parte de una riqueza social y productiva, liberada de la especulación financiera, la ineptitud y el entreguismo, se reinvertirían nuevamente para la modernización, pues el aparato productivo estaría ligado directamente al sistema de educación y la investigación científica.

Los estados nacionales se reformarían en favor de la democracia participativa y la corresponsabilidad social.

Existiría un verdadero federalismo, pues la soberanía de los estados integrantes de la unión federal ya no serían amenazados por el separatismo y la voracidad imperial.

Los spring breakers no vendrían a emborracharse y a depredar, sino a aprender y entender que el dólar no puede comprar todo.

El Cielito lindo volvería a ser una canción que nos gustara a los mexicanos y no un himno de ellos que nos recomiendan evocar luego del saqueo: que no lloremos y cantemos desde sus hoteles en nuestras playas.

El tequila otra vez sería nuestro y reconocido como una bebida de calidad protegida para los mexicanos y el mundo.

El turismo volvería a ser una actividad para beneficio del país, sin contaminación ni segregaciones sociales, y de nuevo las playas serían públicas, como establece la ley en México y otros países.

Ya no seríamos en México el vecino incómodo ni la migra de choque de la migra gringa contra centroamericanos y sudamericanos.

Como parte de nuestro destino, mares, bosques, climas, fauna silvestre, ríos, agua, trabajo, instituciones, la política, la hacienda pública, los medios de comunicación, la cultura, la historia, el pasado, el futuro, los paisajes, las palabras, los orgullos, las policías y el ejército, los defectos, las ciudades, la energía y sus fuentes se-rían nuestros.

El Destino Manifiesto impuesto por ellos ya no oprimiría al pueblo estadunidense y ya no lo mandaría a las invasiones más injustas e irracionales, como la de Irak. La doctrina Monroe, América para los americanos, se transformaría en una doctrina bolivariana para la unión de América, pero con libertad y sin hegemonías opresivas. šFelicidades al hermoso pueblo de Venezuela...!

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