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México D.F. Martes 17 de agosto de 2004

Jorge Alberto Manrique

Beatriz Zamora

Beatriz Zamora es una artista insólita. Desde que tomó la determinación de pintar negro sobre negro no se ha apartado de ese principio. Así ha sido desde hace 27 años.

A principios del siglo XX se hicieron cuadros blancos y negros. Era un manera de hacer protesta contra la pintura, no había un arte que les satisficiera a sus autores. Por los caminos del arte (dice Robert Rosenblum) rompían las reglas, desde Picasso en las Señoritas de Avignon (1904) y la pintura ''negra" influida por las máscaras africanas, y luego el cubismo..., y así también en Miró o en los suprematistas rusos, y demás. Buscaban la esencia en lo antiguo en sus facturas y sus orígenes y la naturaleza. Así pudieron llegar a pintar cuadros blancos o negros, o casi sin color o todos los colores para así encontrar la totalidad. La aventura empezó hace un siglo y sigue. Hay algunos que han llegado a arriesgar el no color, o casi. Rara avis. Por excepción.

En medio de este discurso, Beatriz Zamora se encontró con el negro. Fue depurando los colores, cada vez más colores, hasta que quedaban entre los negros apenas unas luces. Luego, nada: sólo la oscuridad. Eso fue hace 27 años, la cuarta parte de un siglo, y se mantuvo y se sigue manteniendo. Si algunos son rara avis en el arte, Zamora es doblemente ave rara.

El negro. Una vez que pudo suprimir el color se quedó sin nada. Y así empezó a rehacer su obra, paso a paso sin falta, desde el cero absoluto, la carencia completa, lo nulo. Todos sus cuadros se llaman negro y un número. Pero poco a poco se advierte que la negritud no es inexistencia. Existe en los cuadros y en sus obras. Así como Beatriz se viste de negro, pero de varias maneras y estilos de vestidos, de cabellera negra, con peinado de diferentes formas y abalorios sin color.

La pintura fue llenando de cosas y valores. El riesgo fue que el color negro resultara sin interés y podría ser aburrido. No fue así. El reto de ella está en encontrar cómo hacer algo que sea válido como pintura y no sea un disfavor para la pintura. Fue y es el desafío en cada cuadro, en las series de obras y en los tiempos y en el espacio.

Es la lucha en el campo de guerra dentro de la obra y descubrir y hallar: su clave es el hallazgo.

En el despojo del color requiere quitarse, desnudarse. En esa renuncia va por el camino del hacer. Beatriz Zamora, junto con el negro, es proclive a la naturaleza, a las cosas naturales. Pienso que se tropezó, de forma normal, con el carbón. El carbón es el despojo de la vida, es la no-vida, el negro es la terminación. Pero, como reza la Biblia, polvo eres y en polvo te convertirás, ceniza serás; la ceniza y carbón fructifican en vida.

La artista renueva las formas en sus obras, pero en el cisco yace nueva vida. Está, en el carbón y así como en el barro negro y el polvo negro y otros materiales, se hallan el pensamiento, digamos ''filosófico", de ella.

El cisco y la madera quemada dan reflejos. Beatriz Zamora se aprovecha de esos brillos haciéndolos conscientes en las superficies, y los utiliza a pasto. Esas caras opacas o bien brillantes o neutras o pulidas desempeñan un papel predominante en sus cuadros.

Así como en sus últimas obras explora los resplandores y lo que chisporrotea estando en el negro negro.

También hay formas. Su pintura no es informal, aunque pudiera pensarse que la negritud de sus obras reclaman libertad absoluta.

En el hacer de Beatriz hay una expresión libérrima, sí, pero hay reglas impuestas por ella misma. Ella pinta en el piso, como se hizo en el expresionismo abstracto desde los años 40.

Así puede estar en cuatro patas, si le da la gana. Su acción es rápida y genera gestos inconscientes. Pero sus formas son conscientes en su hacer. Así es, por ejemplo, el uso de las ''craqueladuras", muy variadas, hasta llegan a antojarse como cuarteaduras monstruosas; sus resultados están dentro de control, con una técnica efectiva y sabia. Lo mismo la cuidadosa composición de los espacios y los vacíos y los vanos. Y la manera de utilizar las variadas texturas personales, ya rugosas o finas, en extrusiones magníficas.

En el Museo del Chopo, durante este mes, Beatriz Zamora presenta una muestra de su hacer negro; de sus hallazgos en el no color; de su filosofía natural en el carbón y el cisco, de sus reflejos y sabiduría; sus riesgos y sus luchas. Es decir, su persistencia y su fe.

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