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México D.F. Domingo 22 de agosto de 2004

 
ENTREVISTA/RICARDO SALAZAR, FOTOGRAFO

Un gran retratista de artistas e intelectuales, en el abandono

VIVE HACINADO, ENFERMO Y CON UNA ESCASA PENSION DEL ISSSTE

Prácticamente no hubofigura del México posrevolucionario que escapara a su lente; ahora conserva un acervo invaluable

ELENA PONIATOWSKA /I

Todos somos manzanas en una misma canasta: todos maduramos o nos quedamos en fruta verde, todos tenemos el mismo destino pero no la misma suerte, porque nuestras circunstancias son distintas. ¿Qué escritor de México no debe a Ricardo Salazar su mejor retrato? El, generoso como pocos, las regalaba a manos llenas. Fotografió a Octavio Paz y a Juan Rulfo, a Salvador Elizondo y a Marco Antonio Montes de Oca, a Elena Garro y a Carlos Montemayor, al Dr. Atl y a José Vasconcelos. ¿Quién lo recuerda ahora? ¿Quién se ha preocupado por saber que sentado en una silla de ruedas, sin pierna derecha -amputada en 2001-, su único entretenimiento es una pequeña tele y su única compañía su hijo que lo lleva al baño, lo acuesta, lo pasa de la cama a la silla de ruedas, y se va después a vender boletos al Teatro Blanquita?

El departamento en el último piso de un endeble y sórdido edificio en Avena 110, edificio C, interior 7, séptimo piso, en la colonia Granjas México, alimenta nuestro pesimismo. Allí, Ricardo es un montón más entre un montón de periódicos apilados, revistas pornográficas, trapos, trastes y cacerolas, unas encima de otras, todo dado a la tristeza. El mismo se da cuenta de ello porque pidió que no fuéramos "para escombrar un poco", pero nos lanzamos bajo la lluvia en medio de un tránsito que enloquece y subimos los siete pisos. Menos mal que llevaba grabadora de pilas, porque la luz se fue en dos ocasiones, "pues cuando llueve truena el poste y se va la luz", explicó Ricardo mientras nos enseñaba cuadros colgados en la pared de Jorge Navarro y de Víctor Estrada: ''era mi cuate; lo llevé con Vicente Rojo y le publicó dibujos en el suplemento México en la Cultura. Era muy drogo; murió de alcohólico y de drogas. "Qué suerte, todo el mundo le regalaba cosas, don Ricardo", digo por no quedarme muda, y responde: "Bueno, yo también les regalaba fotos".

¿Hace cuanto que Ricardo Salazar no ve la luz del sol? No se lo pregunto. ¿Quién podría bajarlo siete pisos para que le diera el aire? El departamento es una cueva, no le entra ni un rayo de sol. La única ventana es opaca y la cubren algunas chácharas.

En un estudio de Guadalajara

-Don Ricardo, ¿cuándo se inició como fotógrafo?

-En 1937.

-¿Cuántos años tiene ahora?

-Ochenta y dos años. Me inicié en un taller comercial.

-¿Cómo se llamaba?

-Fotografía Orozco.

Así, con tirabuzón, saco las respuestas. No es que Ricardo Salazar no quiera responder largo y tendido, es que no puede. Lo envuelve el humo del cigarro que fuma. Lo envuelve su parálisis y la parálisis de su casa. Me dice que el dueño de la fotografía donde trabajó en Guadalajara se llamaba Silverio Orozco, un comerciante retratista. ''Allí empecé a aprender y a retocar las fotos de los clientes. Eran de hombres, mujeres, niños, viejitos, de todo. Permanecí en mi tierra seis años, porque entré a otro taller de un excelente retratista, Rodolfo Moreno, en la avenida Juárez, en los portales de Guadalajara''.

A Ricardo Salazar le cuesta trabajo hablar y su voz es cavernosa. Le grito para que me oiga, lo agredo, lo zarandeo. Me convierto en una reportera de televisión que habla en imperativo categórico, desde lo alto de su prepotencia (al cabo todo el mundo quiere salir en la pantalla chica, incluso en circunstancias desfavorables). "Dígame, cuénteme, explíqueme". Doy órdenes. Tengo que ser eficaz. El responde con frases muy breves, pero de vez en cuando me sonríe y no quiero conmoverme; al contrario, busco que mis gritos perforen los muros de este horrible departamento que él mismo llama cuchitril, de este mugre edificio, de esta ciudad atroz, de este país que no apoya a sus creadores y los deja pudrirse en una silla de ruedas.

Un libro, el detonador

Con su voz cascada Ricardo Salazar contesta a mi interrogatorio policiaco. Pregunta, respuesta, pregunta, respuesta. Uno varias de sus respuestas en una sola.

''Antes de venir a México estuve 30 años viviendo en Guadalajara, y allá instalé un taller de fotografía. Estuve trabajando haciendo retratos. ¿Me das un cigarro?

A cada momento pide un cigarro a su hijo. Fuma Delicados y sostiene su cigarro con su única mano, la derecha (menos mal), la otra quedó inutilizada por la hemiplejia.

-Al llegar a México, ¿qué hizo usted, don Ricardo?

-Pues coincidimos Emmanuel Carballo y yo; él venía como becario del Centro Mexicano de Escritores y yo venía a la aventura a tratar de sobrevivir aquí. Tenía como 31 años. Carballo y yo nos conocimos en Guadalajara. Hace muchos años que no lo veo, como 30; todavía le tomé unas fotos con Beatriz Espejo, allá, en su casa de Cuajimalpa, una casa grande, bonita, con muchos libros.

-¿Por Carballo fue que retrató a los escritores?

-Quería hacer un libro y Carballo me presentó con Jaime García Terrés cuando era director de Difusión Cultural, en la calle de Justo Sierra 16, la oficina de Difusión Cultural en 1953. A él casi no lo veía -creo que una vez-; le entregaba las fotos a alguna de sus secretarias, a Alicia Pardo o a Ana Sosa.

-¿Y a quiénes recuerda haber fotografiado?

-¡Uuu! Pues había muchos escritores en Difusión Cultural, como Juan García Ponce, José Emilio Pacheco, Rosario Castellanos, Fernando Benítez, Salvador Elizondo, Jorge Ibargüengoitia, Juan Martín, Juan José Gurrola, Juan Soriano y Diego de Mesa. Era la gran época de la Revista de la Universidad. También tomé fotos para el suplemento de Novedades: México en la Cultura. Por cierto tengo una foto tuya muy jovencita, muy linda.

-¿Pero a quién más retrató?

-A Alfonso Reyes...

-¿Y dónde están esas fotos?

-Todo está archivado.

-¿En dónde?

-Aquí mero; todo está en negativos.

(Dentro del panorama desolador me pregunto dónde podrán salvaguardarse los negativos. Cada rincón del minúsculo y descuidado departamento está lleno a reventar.)

Cartografía de las letras
a través de una cámara

-Sus fotos gustaron mucho, don Ricardo. Recuerdo que en todas partes las comentaban.

-Pues sí, me publicaron en varias revistas, pero más en el suplemento México en la Cultura, con Vicente Rojo. Conozco toda la República mexicana a través de mi cámara. Al Dr. Atl lo retraté varias veces en Guadalajara, en 1953. El Dr. Atl viajó a ver el paisaje del volcán que hizo erupción y lo retraté mientras observaba los ríos de lava.

''También fotografié a Carlos Valdés, que ya murió. Mira, aquí está Agustín Yáñez leyendo, éste es Homero Aridjis cuando era joven...''

Ricardo reclama a su hijo: "¿Por qué no le pones los nombres a las fotos? Deberían estar en sus sobres y fechados". El hijo, tirado en la cama como odalisca, ni se inmuta. Tiene unas piernas largas enfundadas en un pantalón gris y es más bien guapo. Juega con un aparato diminuto que, después me entero, se llama Tetris, ''un juego donde se colocan las fichas'', me explica Ricardo Iván, respuesta críptica si las hay.

-Carlos Valdés se murió muy joven; era un gran cuentista, hoy un poco olvidado.

-¿Dónde revelaba sus fotos, don Ricardo?

-Tenía mi laboratorio. Cuando llegué a México me establecí en la avenida Colón, en el barrio de Mexicaltzingo. En el tiempo que me quedaba libre leía, porque muchos escritores amigos míos me regalaban sus obras: Carmen Boullosa, Eduardo Lizalde, Juan Rulfo, Juan José Arreola, Edmundo Valadés, Efrén Hernández, Agustín Yáñez, Luisa Josefina Hernández... Esa foto que tienes en tus manos, ese soy yo, en Chapala, Jalisco, un día que se cayó una avionetita y se atoró en un árbol. Este que saca la lengua y tiene una muchacha sentada en las piernas que le enseña los calzones es Rubén Salazar Mallén. Lo tomé cuando me invitó a un burdel.

-¡Ay, qué horror! ¿Y por qué quedó paralizado, don Ricardo?

-Por una embolia.

-¿Y por qué le dio la embolia?

-Pues por los años.

''Retraté a todos los que nos gustaban los tragos''

-¿Todos bebían mucho en esa época?

-Sí. Los viernes, después de trabajar en Novedades o en El Universal, diferentes periodistas nos reuníamos en el Salón Palacio, que estaba por la Lotería Nacional. O en otras cantinas. Iba Tito Monterroso, a quien le gustaba echarse sus tragos. Se juntaba toda la palomilla. Hay muchas anécdotas. Iba Alí Chumacero, Abel Quezada -a quien fotografié-, también Pepe Alvarado. Iban muchos y retraté sobre todo a los que nos gustaban los tragos.

-¿Y ya no le gustan los tragos?

-Pues sí, pero ya no puedo. Lo tengo prohibido por los médicos.

Un buen tequila contra la timidez

''A mí me encanta la fotografía. Para mí era lo más padre que me pidieran fotos de x, y o z, pero era una época en que todos bebían y a mí, como muchacho de provincia, se me quitaba la timidez con las copas, porque además vivía momentos de tensión al tomar las fotos. Como buen jalisquillo siempre fui tequilero. El mezcal se me hace muy fuerte, pero también bebíamos cubas. Había muy buen ambiente, un ambiente a todo dar. Nunca fui bueno para el baile. Mis novias eran buenas bailarinas pero yo era una papa. Por eso me cortaban siempre. En esa época se bailaba mucho; estamos hablando de los 40 y 50... Pues cómo no, se bailaba. Ya había rock.

''Entre las escritoras, una que bailaba muy bien era Elena Garro; mírala aquí, qué guapa. Octavio Paz me invitó a su casa para que retratara a su mamá Pepita y a su hija Helenita; de eso hace más de 50 años. La foto de Elena Garro la han reproducido mucho. Gusta un chorro. Mira, esta era una fotógrafa, Bernice Kolko, que ya murió. Y este es Wilberto Cantón, que también murió. Este es Edmundo Valadés, muerto no hace tanto. Carlos Montemayor, míralo con su copete. Todavía tengo buena memoria. Estos son dos borrachales en una vecindad, aquí, de la colonia Doctores. La serie completa es de cuatro fotografías. Esa que ves es Nellie Campobello, y esa foto es bien importante, aquí sale como era: hermosa, una mujer muy hermosa. Y este es Francisco Monterde, quien era un escritor muy bueno y con un carácter muy dulce, un pan, muy caballeroso el señor, y este es José Luis Martínez, un encanto de persona. Tengo negativos de varias fechas de José Revueltas. ¿Lo ves aquí, en la cama? Tenía una cruda espantosa. Este es Martín Luis Guzmán y es también una de mis fotografías más reproducidas. Mira a José Vasconcelos y allá tienes a Federico Campbell. ¿No lo reconoces? ¿A poco ha cambiado tanto? Aquí está una bola de cuates, pero estos sí no sé quiénes son. Aquí estamos en la casa de los Reyes Nevares, que nos invitaban mucho. Este que nos mira es su hijo, Juan José Reyes. Mira a José de la Colina, a Sergio Magaña, a Ramón Xirau, que fumaba muchísimo. Aquí están Octavio Paz, Luis Buñuel, Celestino Gorostiza y Emmanuel Carballo. Mira a Justino Fernández, al poeta Ricardo Yáñez. Este viejito es José Mancisidor, y aquellos son Elías Nandino y Agustí Bartra, a quien retraté a la salida del Fondo de Cultura Económica. Mira a Diego Rivera sin Frida Kahlo, a quien nunca me presentó. A Siqueiros lo tomé en Cuernavaca, mucho tiempo después de que salió de la cárcel. Hace unos dos o tres años vino a visitarme un español experto en fotografía, Manolo García, y le gustaron mucho las fotos que tomé de Max Aub para una exposición de homenaje en España. Todas esas fotos las tomaba con una Rolleiflex.''

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