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México D.F. Jueves 26 de agosto de 2004

Olga Harmony

Sexo, drogas y rock and roll

Hace 20 años, o más, el lema de sexo, drogas y rock and roll definía un estilo de vida en apariencia muy libre, sin concesiones y sin mayores responsabilidades. En esta obra del dramaturgo estadunidense Eric Bogosian, adaptada a nuestro medio por Antonio Serrano y Daniel Giménez Cacho, vemos a los que fueran alocados adolescentes y jóvenes en su situación actual de hombres maduros, cincuentones, en diferentes monólogos que son como un caleidoscopio muy representativo de lo que han llegado a ser. Está el rockero exitoso que, ya alejado de las drogas, da consejos a sus seguidores pero no puede ocultar que sus mejores canciones y los mejores años de su vida se deben a la época de su adicción. Desfilan el teporocho ecologista ya incoherente y privado de todo; el ejecutivo prepotente que no abandona la coca; el ñero de traspatio con un interminable relato de una pelea en una fiesta entre pericazo y pericazo; el don juan de gimnasio que no piensa más que en su éxito con las mujeres y el tamaño de su pene; el ricachón que sólo pide lo mejor y presume de ello; el gerontohippie (el término no es mío, lo vi en alguna parte, pero me lo apropio porque me parece muy feliz) que todavía se niega a trabajar para no apoyar al sistema; el artista que desea éxito y dinero y, al final, otro rockero exitoso que saluda a un público entusiasmado antes de que el viento barra con la basura en el estadio de su presentación.

La reunión de varios talentos fuera del ámbito institucional logra un espléndido montaje que debería atraer público a raudales. Teatristas de menor madurez lo llamarían multimedia por el formidable uso que se hace del video -de Calabacitaz tiernaz y Habanero films- en un concepto que, si no es del todo original, está realizado con una exactitud que contribuye al buen logro de la escenificación. Antonio Serrano, quien en sus pocos montajes teatrales ha demostrado una gran originalidad y soluciones imaginativas -nunca las mismas-, apoya los monólogos del excelente Daniel Giménez Cacho -en varios personajes muy disímbolos, a los que presta figura, voz y actoralidad diferentes entre sí- con la presencia silente de José Carriedo, que logra un muy buen desempeño. Con el vestuario, maquillaje y peluquería diseñado por Pilar Boliver, ambos actores cambian rápidamente de caracterizaciones. Se les ve salir de escena y entrar en el video, para salir de éste y volver a entrar a escena, ya en otros personajes, con algunos alardes de precisión como en la escena del gimnasio, con el locker abierto en la pantalla, que Giménez Cacho, en escena, cierra de un manotazo.

No es éste el único logro de la escenificación. No hay créditos de escenografía porque, explica Gabriel Pascal, el escenógrafo e iluminador que aparece como responsable de la producción, Serrano indicó en cada momento lo que se requería. Así, cada objeto que se introduce -bote de basura, escritorio, maleta en donde se guarda la utilería y otros- se convierte en la maqueta de un edificio iluminado. Al principio, con el rockero Benny, todo se despliega en un video, para dar lugar a que después se desenrolle un plano de la ciudad hecho de plástico, se coloque un estadio en miniatura y pase el helicóptero del rockero -como lo harán después otros vehículos- de juguete de la mano de José Carriedo. Al final, el viento que se abate sobre el estadio en el video cobrará vida en escena, removiendo en ésta alguna basura. Ojalá toda la producción privada tuviera los niveles de ésta debida al grupo El Milagro que hasta ahora es un sello de garantía.

En otro orden de cosas, hay que referirse al homenaje que se rindió a ese completo hombre de teatro que fue Celestino Gorostiza, con la presentación de su Teatro completo y la lectura dramatizada de El nuevo paraíso bajo la certera dirección de Carlos Corona, con las actuaciones de Mercedes Pascual, Lisa Owen. Hernán Mendoza, Enrique Arreola y Micaela Gramajo. Aprovecho para agradecer a Saúl Juárez, titular del INBA, el obsequio de este libro, los timbres postales y textos facsimilares de Salvador Novo, Celestino Gorostiza, Gilberto Owen, Xavier Villaurrutia y Agustín Yáñez que este año cumplen el centenario de su natalicio.

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