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México D.F. Domingo 29 de agosto de 2004

Elena Poniatowska /I

Cuando era hombre, de Ambar Past

Exactamente el día en que el Sub envió su primer "pssst, pssst", el jueves 19 de agosto, fui a Chiapas a presentar el libro de Ambar Past, Cuando era hombre. Ambar es la única mujer que dedica un poema a los hombres "que nunca se acostaron conmigo", y es la única que repite lo que los hombres dicen de ella. Guapa, rubia, garbosa, camina por la calle y ve cómo la señalan con la mirada: ''ƑDe qué color tiene ella los vellos de su panochita?'', escucha que preguntan.

Ambar cayó parada en Chiapas, el único sitio del mundo donde hay ámbar rojo, porque así lo pintaron los zapatistas. Ambar cayó en su elemento, el ámbar, y quedó atrapada en su propia miel, en el ámbar de su esencia, como los insectos prehistóricos en la materia transparente en la que quisieron volar y se atascaron lastrados definitivamente en el oro líquido de la miel.

También Ambar es oro, como la cauda incendiada de sus cabellos que parte en dos y trenza para que no la sigan los hombres y no tenga que disculparse por no acostarse con ellos.

Ambar llegó a San Cristóbal cuando la ciudad apenas contaba con dos taxis. Casi no había turistas. Y los hombres iban al Café Central a ligar a las gringas.

Escaseaban mucho las gringas.

Ambar vino a Chiapas porque había vivido muchas otras vidas y sabía que Chiapas es tierra de poetas.

''Ahora que soy mujer, cuando subo a un taxi, el chofer me pregunta: 'Ƒusted no es de aquí, verdad?' Yo le contesto: 'soy orgullosamente mexicana'''.

La poesía de Ambar Past surge de la belleza de Chiapas, un estado que no sólo posee fuentes de energía y riqueza agrícola, ganadera, pesquera y artesanal, sino que tiene, además, valores intelectuales y artísticos de primera. Allí están Rosario Castellanos, Jaime Sabines, Oscar Oliva, Eraclio Zepeda, Elva Macías, Carlos Jurado, Juan Bañuelos, Miguel Angel Hernández, Daniel Robles Sasso, Andrés López -que tiene 22 años y ha publicado en Ojarasca, el suplemento de La Jornada que dirige Hermann Bellinhausen, también amigo de Ambar (y a quien agradece su apoyo, como agradece a Geovanni Proiettis)-, Jesús Morales Bermudes, Reynaldo Velazco y toda una generación de jóvenes poetas indígenas. Algunos son desconocidos por sus colegas, quizá por falta de difusión o porque la ceguera cultural de nuestros políticos impide que se ensanche el horizonte. También el monstruoso pulpo del Distrito Federal, que todo lo centraliza, dificulta la difusión de poetas, escritores y pintores indígenas. Quizá el Sub debería incluirlos en sus comunicados. (Es sólo una modesta sugerencia.)

Guardiana de las costumbres

Ambar Past dedicó su primer libro, Yayamé (presentado por Jaime Sabines), a Agustina Gómez Chebcheb, líder de la Guerra de Castas en los Altos de Chiapas. Argumentó: ''Dirigida por las voces que salían de tres piedras caídas del cielo, organizó un mercado autónomo indígena en 1868. Nadie sabe la fecha exacta de su muerte. Son los soldados quienes escriben la historia. Los que no sabemos leer, la contamos de otra manera''.

Ambar ha divulgado las costumbres y tradiciones, la siembra y la cosecha de los campesinos chiapanecos. ƑPor qué lo ha hecho tan bien? Porque es su amiga y le tienen confianza. Sólo a ella y a aquellos de quienes se fían le cuentan sus cosas, le dan los buenos días. Ambar vive como ellos, en una casa de lodo. Hace talismanes contra el mal de ojo. Una limpia de Ambar lo salva a uno del purgatorio. Ha fundado el Taller Leñateros, el de los libros hechos con hojas de árbol, pétalos de flores, pastito, elotes molidos, plumas de gallina y cartón. Ubicado en Flavio A. Paniagua número 54, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, código postal 29230, llegan a la enorme casa de dos puertas hombres y mujeres con su esperanza verde. Ahí, con su propio ingenio, dicen su poesía, que Ambar convierte en libros. Dibujan, graban, escriben, se comunican, se enojan, lloran y ríen. Ambar ríe mucho. Los que ríen son una bendición. Ella misma fabrica el papel. Echa corteza de árbol y hierbas de olor en una licuadora y plancha esa pasta blanda que conserva la belleza de la tierra, la textura de los pétalos. La tiende al sol en un ancho patio. Alquimista, imprime sus libros con diversas técnicas: serigrafía, grabado y pintado manual. Utiliza materiales reciclados, pero hojas de árboles, ramas, raíces, cáscaras de fruta, semillas y hierbas locas vuelan hacia ella para que las recoja con sus manos de hechicera. Pequeñas jícaras decoradas con diferentes pigmentos adornan los libros que ella misma pinta. La Jícara se llama su revista de arte y literatura.

Las ediciones de Ambar son limitadas, ya que esta maestra de tintes naturales todo lo hace en forma manual, con ayuda de sus amigos y amigas, a quienes enseña. Del Taller Leñateros han surgido antologías de prosa y poesía de varios escritores y pintores: Miguel Angel Asturias, Luis Cardoza y Aragón, Carlos Illescas, Carlos Mérida, William Lemus, Jaime Sabines, Rosario Castellanos, Juan Bañuelos, el lacandón Chan K'in Viejo, Manuela Kokoroch, así como fragmentos del Popol Vuh. Pero lo más importante es que Ambar ha recogido y traducido la poesía de los habitantes de Chiapas, la de los campesinos y las comadronas, la de los niños y los abuelos, la de las abejas y las flores.

Y yo me pregunto, Ƒcuándo va a publicar el comunicado De qué nos van a perdonar, del Sub?

Madre del amor

Ambar vive en la copa de un árbol. En una horqueta sobre tres ramas muy macizas construyó una casa que se mece al viento y rechina toda la noche. Canta la madera, como Ambar canta con su voz liquidámbar. Cuando la visité, subí por una improvisada escalera al cielo hasta ese lecho nupcial. En la almohada bordada de colores, dos colibríes sostenían un lazo de unión que decía: ''Tú y yo", y aletearon toda la noche. Afuera volaban pájaros de verdad. Abajo, Ambar y su hija Tila acarreaban agua.

Tila, pintora, se sacó una beca y pinta ahora en San Francisco, donde le enseñan más de lo que ya sabe.

Incansable en su escritura, tatuaje indeleble, Ambar Past es en realidad la madre del amor. Nos ofrece una taza de té de alma y al tendérnosla dice: ''Mañana voy a escribirte una carta bajo la lluvia/ te lo prometo''.

Ambar conoce el agua en los cántaros, los eclipses con su cara negra en la época de los elotes, la vejez del sol, las bodas, la madre sin hijos que carga salamandras en su rebozo, y nos muestra cómo invitar a cenar a los muertos y cómo se despiden las mujeres:

Se fue ya de una vez.

Tampoco tenía cajón ella

y se queda para siempre

en su lugar donde va sobre el cielo.

Ya quedó enterrada.

Ya está bajo la tierra.

Ya se volvió suelo.

Se perdió su vista de ella.

Ya se acabaron sus ojos.

Quedó nuestra casa, donde seguimos

[pisando.

Quedó nuestra comida.

Se quedó todo lo que nos gusta en el

[mundo.

Ya están cruzados mis pies.

Ya no sirven para nada mis gallinas.

Canto indígena

En 1986 apareció en Chiapas un bello volumen de poemas titulado Mar inclinada, de pastas azules en bajorrelieve, hecho por el pintor Miguel Angel Hernández y facilitado por Ricardo y Martha Zarak.

Ambar habla de la vida y la muerte, de las desgracias de los hombres y las mujeres, y de la mar creadora dentro del caracol donde descansa la tormenta. En 1989 publicó en Oaxaca, precisamente en Juchitán, su libro Nocturno para leñateros. Como no encuentra mujer, el hombre sale a cortar leña. Así ya no siente frío y la lumbre no le hace falta.

Un leñatero hizo el amor con su mujer en el monte. La mujer quería prender una fogata pero no traía con qué cortar leña.

El fue a conseguir hacha y se olvidó de su mujer. Cuando la encontró por casualidad ya no la reconocía y se enamoró de ella.

Había un leñatero que se enamoró de todas las mujeres del bosque.

Debajo de cada palo enamoraba a la que se le paraba en frente.

Ni un ratito le quedaba para hacer leña.

Los libros de Ambar Past son resultado de muchos años de convivencia con las comunidades indígenas de los Altos de Chiapas, pero de convivencia real, cotidiana, bajo el mismo techo, las mismas tejas rojas de San Cristóbal. Allí aprendió idiomas, costumbres, mitologías e historias, tejidos, alfarerías, usos de las plantas, ''conjuros y ebriedades'', y se identificó profundamente con la gente, al grado de no sentirse autora sino transcriptora de las ''revelaciones''.

En San Cristobal, le tienen confianza

[a Ambar.

Habla Tsotsil.

Lava nixtamal bajo la lluvia.

Come trece tortillitas para el ánima

[que sembró el frijol.

La quieren, la buscan, la convidan.

Se ríe con ellos.

Acude a todas sus fiestas.

Guarda silencio en sus ceremonias.

La poesía de Ambar, recorrido por la epidermis del alma FOTO ARCHIVO DE LA JORNADA

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