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México D.F. Lunes 30 de agosto de 2004

Jorge Santibáñez Romellón*

Migración: última llamada para soñar

De forma más o menos clara, el presidente Vicente Fox ha expresado que el reloj de su sexenio está en cuenta regresiva. Aunque suena realista, la posición parece políticamente incorrecta, desanima y proyecta la imagen de que ya no se puede hacer mucho, nada trascendental, porque se acabó el tiempo. Aun aceptando esa lógica, resulta importante preguntarnos por aquello que es viable y de impacto en el reducido tiempo que queda del sexenio, sobre todo si tomamos en cuenta que el clima tiende a enrarecerse, toda vez que ya estamos inmersos en la estrategia que inauguró el mismo Fox, alimentada por un discurso que se refiere al próximo presidente como si fuera algo muy próximo, inminente y que consiste en que los eventuales candidatos, aun aquellos que no tienen posibilidad alguna, declaren sus aspiraciones presidenciales de manera clara y lo más pronto posible, situación que sin duda distraerá el quehacer gubernamental.

Uno de los capítulos en los que el presidente Fox puede (y yo diría debe) aún intentar algo relativamente importante, al menos para no pasar a la historia solamente como el Presidente que logró el cambio de partido en el poder, es el de la migración de mexicanos a Estados Unidos.

Desde su campaña, Fox insistió en que haría algo en ese tema; su primer acto oficial en Los Pinos fue reunirse con representantes de comunidades mexicanas en Estados Unidos; posteriormente, durante el primer encuentro con el presidente Bush se delineó un plan de acción que coloquialmente se conoció como "la enchilada completa"; los medios reportan casi diariamente alguna nota sobre el tema, incluso a veces de manera excesiva; la Conferencia Nacional de Gobernadores ha nombrado una comisión especial en torno al mismo, y las cámaras de Diputados y de Senadores han tomado el tema como prioritario.

Es decir, en este sexenio y en gran medida por la insistencia del Presidente, la migración de mexicanos pasó de ser un tema marginal, casi de nota roja a uno central en el cotidiano debate mexicano. Es por ello que se espera que algo ocurra. De una u otra forma, la migración era "su" tema.

La última ventana de oportunidad, que no permanecerá mucho tiempo abierta, está por presentarse en el primer semestre, probablemente los primeros ocho meses de 2005, veamos por qué.

Actualmente, Estados Unidos se encuentra inmerso en su proceso electoral que concluirá en noviembre del presente año. Durante el mismo, ambos candidatos abordarán el tema; sin embargo, todo apunta a que no jugará un papel clave ni se derivarán los grandes compromisos. Esta situación puede ser benéfica una vez pasadas las elecciones, ya que, gane quien gane, sin compromisos previos, el tema de la presencia mexicana en Estados Unidos puede ser retomado en los primeros meses del próximo presidente del país vecino, sin mayores presiones políticas. Se abre entonces un espacio importante y único para avanzar en el tema.

Después de esos primeros seis u ocho meses, es decir, hacia octubre de 2005, México entrará en franca campaña presidencial para las elecciones de 2006 y el tema sin duda se utilizará políticamente, seguirá siendo importante, pero el espacio para hacer algo concreto, desde la acción gubernamental, se reducirá irremediablemente.

Ahora bien, para hacer algo concreto e importante, el equipo del presidente Fox, en particular los funcionarios de la Secretaría de Relaciones Exteriores y de Gobernación, deberían estar preparando ya la estrategia que los llevaría a esas acciones concretas. El camino no es fácil; aunque es fundamental, no todo se reduce a cabildear o negociar con Estados Unidos -ése ha sido un error constante de este sexenio-: la solución no solamente descansa en la voluntad de nuestros vecinos. Incluso, para lograr que esa voluntad llegue y se exprese de manera concreta, hay que cambiar muchas cosas en México: asumirlo como un compromiso de la sociedad entera, demostrar que se puede cumplir con los compromisos que se asuman (digo, porque hay que asumir compromisos), aceptar la salida de mexicanos, crear programas de protección más eficientes y modificar opiniones y percepciones que se han tenido en México durante muchos años acerca de la relación con Estados Unidos.

Aunque parezca prehistórico, aún hay voces importantes que interpretan que cualquier acercamiento con nuestros vecinos equivale a la subordinación de la soberanía; quien cree que se puede obtener algo levantando la voz y a sombrerazos, sin dar nada a cambio, y por desgracia también hay quien apuesta al fracaso de las gestiones presidenciales para rentabilizarlas políticamente.

Vicente Fox está ante la última oportunidad de hacer algo por los migrantes. 2005 representa la última llamada para volver a soñar.

* Presidente de El Colegio de la Frontera Norte

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