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México D.F. Miércoles 1 de septiembre de 2004

"He resistido amenazas; no soy presionable", afirma

Recusar o exigir la remoción del magistrado, estrategia pinochetista

XIMENA ORTUZAR

La defensa del ex dictador Augusto Pinochet podría recusar o pedir la remoción del juez Juan Guzmán Tapia como encargado del proceso contra el militar en retiro por su responsabilidad en el secuestro y la desaparición de 19 opositores, en el contexto de la Operación Cóndor. "El juez tiene animadversión contra nuestro defendido", argumentan los abogados defensores.

No es la primera vez que acuden a este recurso: en octubre de 2000 solicitaron la destitución de Guzmán como juez instructor del caso caravana de la muerte, acusándolo de "parcialidad y ánimo persecutorio contra el inculpado."

Ya acusaron de "marxistas" a los jueces de la Corte Suprema de Justicia que acaban de desaforar a Pinochet abriendo paso al proceso criminal. No pueden decir lo mismo de Guzmán, conservador confeso y perteneciente a una familia de conocida fi-liación pinochetista.

No obstante, el magistrado está decidido a que en los casos que instruye en contra del ex general se haga justicia porque, según ha declarado, el peso de las evidencias que lo inculpan es irrebatible.

La trayectoria

Hasta enero de 1998, el magistrado chileno Juan Guzmán Tapia era prácticamente un desconocido, y entonces acogió la primera querella criminal presentada en contra del ex dictador. A partir de ese momento el nombre del juez Guzmán resonó en Chile y en el mundo.

Cuando en marzo de 2002 el gobierno chileno y la defensa de Pinochet lograron llevarlo de regreso a Chile desde Londres, rescatándolo así del peligro de extradición a España, recayó en el juez Guzmán la última posibilidad de llevar al general al banquillo de los acusados.

En enero de 2001, el magistrado declaró reo al ex general, lo sometió a proceso y ordenó su arresto domiciliario.

La defensa de Pinochet había esperado de Guzmán una actitud favorable, como la que tradicionalmente tuvo la mayoría de los magistrados chilenos durante la dictadura e inclusive después del comienzo de la "democracia protegida", frente al tema de los derechos humanos y sus violadores.

Basó su esperanza en la trayectoria del impartidor de justicia, católico observante que desde sus tiempos de universidad fue declarado derechista.

Titulado, viajó a Francia y obtuvo un doctorado en La Sorbona. Casado, regresó a Chile; supo de una vacante para el cargo de receptor del Poder Judicial, que como todos los de su tipo era asignado por el Ministerio de Justicia.

En ese tiempo Chile era gobernado por Salvador Allende. Pablo Neruda -amigo del padre del juez, también poeta- le consiguió una entrevista con el presidente, durante la cual Guzmán Tapia le expresó al mandatario su deseo de ocupar ese cargo e incorporarse al Poder Judicial.

Según ha relatado, Allende le dijo: "Sé que usted es hijo de Juan Guzmán Cruchaga y que ustedes no comparten mis ideas", a lo que el postulante respondió: "Efectivamente, presidente, no soy de sus ideas".

Allende le pidió ponerse de pie y jurar solemnemente que mientras se desempeñara como juez nunca perjudicaría a los po-bres. "Se lo juro, presidente", respondió Guzmán. Obtuvo el cargo e inició su carrera en el Poder Judicial chileno.

En 1989 fue incorporado a la Corte de Apelaciones de Santiago. Consecuente con sus convicciones, en junio de 1997 votó en favor de prohibir la exhibición en Chile de la película La última tentación de Cristo.

En 1998 fue designado ministro de fuero, con jurisdicción en todo el territorio nacional, para investigar los delitos de que se acusa a Pinochet.

Al acoger en enero de 1998 la primera querella criminal contra el ex dictador, quedó al frente del proceso de mayor connotación jurídica y política en la historia de Chile en el siglo XX.

Objetivo de la derecha

Durante el juicio a Pinochet por el caso caravana de la muerte, Guzmán fue blanco de todo tipo de presiones por parte de la Corte Suprema de Justicia, la defensa, de los militares e incluso el gobierno del de-mocristiano Eduardo Frei. En entrevistas de la época ratificó lo anterior y agregó haber recibido también amenazas.

Advirtió: "No soy un juez presionable". Y remató: "Tratan de impedir la impartición de justicia; merecen todo mi desprecio."

Existe consenso en Chile acerca de que la tarea del juez ha sido extremadamente difícil y que la ha hecho "remando contra corriente": los militares, la derecha, parte de la alianza gobernante, un sector de la jerarquía eclesiástica y parte de la opinión pública chilena propugnaban -aun hoy lo hacen- "dejar atrás el pasado, no remover heridas y avanzar hacia el futuro en paz".

Este eufemismo equivale, en concreto, a "punto final", a "borrón y cuenta nueva".

Contra todo, Juan Guzmán Tapia dejó ya establecida su convicción respecto de la responsabilidad del ex dictador en los delitos de secuestro calificado y homicidio y su decisión de que la ley se aplique "quienquiera que sea el responsable de los delitos".

Ahora el magistrado se apresta a someter otra vez a Pinochet a proceso, y para tal efecto lo interrogará el próximo lunes 6 de septiembre. La defensa se cura en salud y pide su remplazo.

El juez Juan Guzmán Tapia podría esta vez dar contenido al pretexto utilizado por la coalición gobernante para rescatar a Pi-nochet de su reclusión en Londres: "En Chile la justicia es posible, porque las instituciones funcionan".

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