Néstor Bravo Pérez

Reliquias recientes

En el siglo XX se dieron los suficientes elementos para que se produzca una explosión de nihilismo y que éste se pudiera desarrollar con plenitud y virtuosismo. La revolución conservadora de la posguerra fría y el fracaso de sus políticas, económicas y culturales, alimentó la posibilidad de que se produjeran modelos artísticos alternativos cargados de incredulidad, pesimismo y desencanto. Sin embargo, en ese mismo tramo de la historia hemos intentado localizar vías que nos permitieran una vinculación más estrecha con la realidad y la vida y que nos posibilite una salida al desengaño y la decepción.

Tratamos de encontrar en rastros arqueológicos dejados por la modernidad urbana aspectos que nos permitan solventar el embate brutal de la economía reciente. Esto no significa que no hayamos buscado accesos de comprensión en un pasado remoto y glorioso.

Lo que sucede es que hemos insistido en indagar en la grandeza que palpita en el interior del objeto más insignificante reivindicando la existencia cotidiana, en el desecho de la vida contemporánea. Hemos construido a partir de los retazos tratando de recuperar el espacio que nos ha quitado la intensidad de la incertidumbre.

Esta historia nos ha llevado a proponer una crítica a la cultura y las instituciones que tratan de regular nuestros procesos, nuestra manera de gestar y construir. Las líneas de producción de varios artistas están pobladas de estridentes quejas con respecto al mundo en que vivimos. La política emerge con cierta fuerza en las propuestas artísticas.

Ciertas posturas del arte nos han llevado a observar el territorio que habitamos como algo lleno de sobras, una multiplicidad de lugares interconectados por líneas trazadas desde el objeto, que desde cierto punto de vista puede mirarse como arte.

Beuys decía que el arte debe transformar efectivamente la vida diaria de la gente, que la actividad artística es capaz de cambiar la realidad de las cosas, a diferentes niveles, incluido por supuesto el carácter social. A través de actividades desarrolladas desde las artes plásticas, aunque en muchas ocasiones establecidas con parámetros bastante distantes de la actividad artística, el grupo Fluxus propuso revolucionar el pensamiento de su época. La manera en cómo se desarrolló la propuesta llevó a la búsqueda de estrategias para la mutación de la conciencia humana en algo diferente a lo existente en su momento; la intención era revolucionaria.

En principio se establecieron bases para desacralizar el arte, sacarlo del museo, llevarlo a la calle mediante una postura crítica de los artistas y con discursos con alto contenido político. El arte debería permitir que el hombre se liberara, por medio de la creatividad y la imaginación que se puede llegar a cambios reales permitiendo que se genere lo necesario para que la vida se cruce con la producción artística y pueda transitar por la calle, proponiendo espacios y permitiendo una nueva y original manera de ver el mundo que sin duda terminará siendo liberadora. El desarrollo de esta veta de la producción llevó a la total desinhibición y al desplazamiento de la producción plástica a las acciones y al performance, se establecen plataformas para nuevos soportes en la producción explotando la relación con el público; creando situaciones e intensificando las relaciones interpersonales en la calle. El arte se acerca en sus actividades a una situación en la que las propuestas tratan de establecer un vínculo estrecho con la sociedad, o en cierta medida, en una relación que pretende diluir las fronteras entre el arte y sus espectadores.

Resulta interesante observar ahora, pulcramente empacados en el museo Tamayo, los objetos y las obras de personajes que trataron de desmantelar todo el aparato simbólico del recinto. Cuál habría sido la manera en cómo el Grupo Fluxus hubiera resuelto el problema de presentar una exposición retrospectiva de su trabajo. Seguramente no lo harían mostrándolo como reliquias recientes y hubieran tratado de que sus objetos encontraran una manera más comprometida, políticamente hablando, de acercarse a las personas.