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México D.F. Jueves 2 de septiembre de 2004

Octavio Rodríguez Araujo

AMLO, una alternativa

La posición adoptada por el Partido de la Revolución Democrática en la sucesión gubernamental en Tlaxcala habla de que su dirección nacional ya ha comenzado a cuidar su imagen. La enorme marcha en apoyo de López Obrador, del domingo pasado, se puede interpretar como parte de un proceso de fortalecimiento de una posible candidatura ganadora para 2006: una candidatura del PRD.

Esta candidatura es tan fuerte que tanto el gobierno de Fox como su partido han estado haciendo todo lo que pueden, incluso tonterías, para debilitarla y, si les es posible, borrarla del mapa electoral. El Revolucionario Institucional, por su parte, ha procurado guardar un perfil bajo, aunque no ha desaprovechado (ni desaprovechará) la oportunidad de golpear también a su competidor, con la excepción de algunos priístas más mesurados.

México se encuentra en una disyuntiva: más de lo mismo o un cambio necesario para salir del hoyo negro en que lo han sumido los gobiernos tecnócratas neoliberales, tanto del PRI como de Acción Nacional. Por esto es que han preocupado (y molestado) los varios errores del PRD, pues sus dirigentes dieron muestras de torpeza (desde 1999) al no percatarse de que, en esta disyuntiva, su partido tenía posibilidad de convertirse en una alternativa.

Hay aspectos de la política de Andrés Manuel López Obrador que no me gustan, aunque debo decir que personalmente me simpatiza. Pero los mexicanos tenemos suficientes elementos para pensar que, a pesar de ésos u otros aspectos no necesariamente respaldables, hay otros muy importantes para el futuro del país y su población mayoritaria.

Con gran oportunidad el gobernante de la ciudad ha establecido 20 puntos precisamente en el momento en que centenas de miles de mexicanos le manifestaron su apoyo. Ofreció, con estos puntos, otra nación o, más bien, la nación que deberíamos/podríamos tener y que en parte, sólo en parte, hemos tenido en el pasado y que perdimos cuando los tecnócratas neoliberales la comenzaron a cambiar para provecho de los intereses que sin pudor han defendido y defienden. De ahora en adelante, una siguiente marcha, que puede haber, no será por simpatías con el agredido, con la víctima de las ambiciones de continuidad de Fox y de revancha de los priístas, sino en apoyo de un político que todavía tiene credibilidad y que, por lo mismo, se piensa que cumplirá con los compromisos que ha asumido públicamente. No todos los políticos mexicanos podrían decir lo mismo, y menos Fox. ƑCómo será la poca credibilidad del actual Presidente mexicano que hasta el Episcopado Mexicano le ha pedido que hable con la verdad? (Véase Reforma, 29/8/04).

Desde mi modesto punto de vista, el PRD no es más que un partido de centro-izquierda. Pero este simple hecho lo convierte en la única opción viable para detener a la derecha representada por el PAN y el PRI (que con buena voluntad podríamos catalogar en el centro-derecha) y a la ultraderecha que, gracias a Fox, ha ocupado y ocupa posiciones que hace 20 años no hubiera siquiera soñado.

Sé, como todo el mundo, que en contra de López Obrador y su partido hay intereses enormes tanto mexicanos como extranjeros, y que estos intereses pueden socavar la candidatura por ahora con mayor índice de aceptación, según las encuestas y la marcha del domingo, que ningún otro político podría igualar. Pero hay símbolos, como por ejemplo la fotografía de la inauguración de un tramo del segundo piso, que nos hacen pensar que los grandes empresarios, incluso de los medios de comunicación (que no son de izquierda) no necesariamente estarían en contra del gobernante del Distrito Federal. Tampoco el Consejo Coordinador Empresarial ni la Concanaco (La Jornada, 31/08/04). Y en un país capitalista como el nuestro, los apoyos de los empresarios a un candidato, y los apoyos del candidato a los intereses legítimos de los empresarios, no pueden desdeñarse, independientemente de que otros y yo quisiéramos que los cambios fueran menos graduales y que las desigualdades sociales fueran menores, muy menores a las que existen actualmente.

Zedillo fue más listo de lo que pensábamos muchos durante su gobierno: jugó dos cartas para garantizar la continuidad neoliberal y entreguista de sus más próximos antecesores. Estas cartas fueron su partido, que de haber ganado hubiera sido más de lo mismo, y la otra Fox y el PAN, que no podían ser diferentes después de haberse deslindado de los viejos militantes que defendían una doctrina coherente. Fox ofreció un cambio, pero hasta ahora su gobierno no ha sido otra cosa que un paréntesis entre el antes y el después.

Sólo un partido competitivo, en este caso de centro-izquierda, puede cerrar ese paréntesis y convertir el antes, el antes de los neoliberales priístas y el antes de Fox cuando deje la Presidencia, en un después que todavía no conocemos los mexicanos, obviamente, pero que imaginamos como un país con menos contrastes económicos y sociales, con desarrollo, con justicia social, con libertades y con democracia.

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