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México D.F. Sábado 4 de septiembre de 2004

Jorge Turner

La ruptura de relaciones de Cuba y Panamá

El jueves 26 de agosto se rompieron las relaciones diplomáticas entre las repúblicas de Cuba y de Panamá. La ruptura la decidió Cuba ante el indulto de que hizo objeto la presidenta panameña, Mireya Moscoso, a seis terroristas, encabezados por Luis Posada Carriles, quienes habían recibido una primera sentencia, en trámite de apelación, a ocho y siete años de cárcel, acusados de planear el asesinato del presidente Fidel Castro, durante la décima Cumbre Ibe-roamericana de noviembre de 2000.

Para justificarse, la señora Moscoso adu-jo "razones humanitarias", "pensando" en que si los extraditaba a Venezuela (donde Posada Carriles es prófugo de la justicia) o a Cuba serían condenados a muerte. A propósito de estas declaraciones, el embajador venezolano en Panamá ilustró a la señora informándole que en su país no existen las figuras jurídicas de cadena perpetua ni la de pena de muerte.

El repentino sentimiento piadoso de la presidenta Moscoso es insostenible si se conoce quiénes son, por lo menos, cuatro de los indultados: Posada Carriles, Pedro Re-món, Jiménez Escobedo y Guillermo Novo. Los citados no son sólo cuatro torvos terroristas cubanos anticastristas, sino que además forman parte del grupo más macabro de la CIA para frustrar la incesante actividad de los pueblos latinoamericanos por su independencia. De ahí que hayan participado en asesinatos tan repugnantes como el del ex canciller chileno Orlando Letelier y hayan estado vinculados con la Operación Cóndor, que agrupó un tiempo a los gorilas sudamericanos y vinculados, asimismo, a los dictadorzuelos centroamericanos. En resumen se puede afirmar que el humanitarismo de la señora Moscoso consiste en liberar a los asesinos orgánicos para que continúen con sus fechorías.

En cuanto a Posada Carriles, instruido y preparado concienzudamente en escuelas de la CIA sobre explosivos y formas de matar, cuenta con un prontuario terrorista inacabable, aunque sus hechos más conocidos son la planeación del acto para que un avión de Cubana, que había partido de Ve-nezuela con escala en Barbados, explotara en el aire con la muerte de 72 personas en 1976, así como la conspiración para asesinar a Castro en la cuarta Cumbre Iberoamericana en Cartagena, Colombia, y luego, de insistir en el mismo proyecto magnicida, en Panamá, durante la décima Cumbre Iberoamericana, donde cayó preso.

La última denuncia de Fidel Castro, desde que pisó tierra panameña, hizo que la policía tuviera que movilizarse y detener a los conspiradores, pero desde entonces se sospechaba que en la forma de hechos delictuosos era obligante la complicidad no sólo de personas de El Salvador, alrededor del entonces presidente Francisco Flores de ese país, de donde salió Posada, sino también de funcionarios panameños.

No se ha insistido lo suficiente en la desmesura del instinto asesino de Posada Carriles y compañía mostrada en Panamá. El plan espectacular se había concebido a funcionar durante los días que estarían en Panamá, prácticamente como testigos de calidad, los mandatarios de país latinoamericanos y de España y Portugal, para volar con nueve kilos de explosivos C-4 el paraninfo repleto de la Universidad de Panamá, en momentos en que el presidente Castro estuviera ha-blando ante una audiencia de estudiantes, profesores y público en general. Dada la fuerza expansiva y destructora del material que se utilizaría, de tener buen éxito el operativo, todo ser viviente en el auditorio, y mucho más allá, habría sucumbido.

Ahora tenemos que se dictó el indulto y, antes de que entrara en vigencia, un señor Santiago Alvarez envió a Panamá dos aviones para trasladar, en uno, a tres de los terroristas más temibles en viaje a Miami, y en el otro a Posada, con destino desconocido.

El daño ya está hecho. Están en libertad y se ubicarán con el tiempo en las guaridas de la geografía más identificadas con los dictados de Washington para seguir actuando. Pero lo que más nos preocupa es lo que vamos a decir a continuación.

No cabe la menor duda que el indulto dictado por Mireya Moscoso fue pedido por las autoridades estadunidenses y por los grupos mafiosos del exilio cubano en Miami. Forma parte de la realización de actos turbios que puedan conducir a un clima de aislamiento de Cuba de sus países hermanos latinoamericanos y, eventualmente, si es posible, hasta invadirla, aunque esto último son sueños de opio.

El indulto de marras, publicado a cinco días del cambio presidencial en Panamá, coloca en gran predicamento a Martín To-rrijos. Este ha manifestado su deseo de mantener relaciones con todos los países del mundo sin excepción, pero tendrá encima una gran presión para que continúe con la ruptura, presión que será mayor si en los comicios de noviembre en Estados Unidos se relige Bush. Lo acontecido en Panamá nos exige alistarnos con mayor decisión en el bando de una América Latina unida y fraternal, con participación de Cuba, y no con quienes nos llevan a la desunión y la dependencia del poder imperial.

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