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México D.F. Miércoles 8 de septiembre de 2004

José Steinsleger

La ley del oeste

La guerra más atroz que Estados Unidos libró en su historia fue la guerra contra sí mismo (1861-65). Intereses económicos y las insalvables diferencias entre modos de producción y de vida (Sur esclavista, agrícola y atrasado/ Norte industrial, moderno y abolicionista) dejaron 600 mil muertos y millones de heridos y lisiados en los campos de batalla.

El decreto de emancipación de los esclavos (1863) tuvo en Abraham Lincoln al gran jefe bueno. Sin embargo, en análisis detenido la Civil Rights Act (1866, que tardaría un siglo más en ser más o menos aceptada) fue concebida para regular la divisa "juntos, pero separados".

El 9 de abril de 1865, en Appomatox (Virginia), el general Robert Lee, comandante de las fuerzas confederadas del sur, se rindió ante el general Ulysses S. Grant, jefe de los ejércitos de la Unión. La victoria consagró el mito genial: democracia es igual a capitalismo. Entonces, aparecieron los vengadores.

Cinco días después, el joven actor demócrata John Wilkes Booth de 26 años se introdujo en un palco del teatro Ford de Washington y al grito "Sic semper thyrannis! ("šAsí siempre, tiranos!", lema del estado de Virginia), Lincoln cayó muerto de un tiro en la nuca. Cerca de allí, el secretario de Estado Frederick Seward y su hijo también eran asesinados.

"Fanáticos", dijo la historia oficial. Pero Wilkes Booth, defensor de los derechos civiles y ligado al naciente negocio del petróleo con su Dramatic Oil Company, estaba comprometido con la hija del senador John Hale, republicano abolicionista que seguramente lloró de emoción cuando en el cementerio de Gettysburgh su líder invocó el "...gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo" (šejem!).

Cambio y fuera. Escribo "Lincoln" y pienso "Kennedy". ƑCómo le digo? Ambos líderes murieron de un tiro en la cabeza en día viernes, delante de sus espo-sas, y fueron sucedidos por demócratas del sur, de apellido Johnson. El secretario de Lincoln se llamaba Kennedy y le dijo: "no vayas al teatro". La secretaria de Kennedy se llamaba Lincoln y le dijo: "no vayas a Dallas". ƑSincronías baratas? No obstante, antes de ser llevados a juicio, los magnicidas fueron abatidos con revólveres Colt; las investigaciones de la justicia concluyeron que actuaron en solitario; el coche en el que viajaba Kennedy era un Lincoln; la ceremonia de su funeral reprodujo la que tuvo Lincoln y, en 1861, el superintendente de Nueva York denunció un complot para asesinar a Lincoln. Se llamaba John Kennedy. Apellido irlandés de los "primos" católicos, detestado por los protestantes. El día fatal Lincoln asistió a ver a su actriz favorita: una irlandesa que trabajaba en la comedia musical titulada... Nuestro primo americano.

Vuelvo. En 1832, en la Universidad de Yale (Connecticut), el traficante de opio Samuel Russel y Adolphe Taft (padre del presidente Howard Taft, 1909-13) fundaron una orden secreta: Skull and Bones (S&B, Calaveras y huesos). Durante generaciones, la secta se dio lustre con apellidos del patriciado yanqui, de origen protestante y judío: Rockefeller, Goodyear, Vanderbilt, Harriman, Stimson, Baker, todos los Bush y... šta-táaan!... John Kerry, actual candidato presidencial del bien contra el mal.

Lugar común sería apuntar que los chiquillos y las chiquillas de las universidades "muy acá" invierten tiempo en extravagancias y en gastar bromas pesadas. Pero a veces, algo más los divierte. S&B, por ejemplo, violaba sepulcros de personajes célebres con el propósito de exhibir los restos en rituales de iniciación. "Enemigos" de Estados Unidos, según ellos.

En 1918 el senador Prescott Bush (1863-1948), padre y abuelo de los George y socio de Adolf Hitler en el negocio del acero, admitió que guardaba el cráneo de Jerónimo, último jefe de los apaches. Años más tarde, Prescott pagó al grupo que cortó la cabeza del cadáver de Pancho Villa. Y en junio de 1990, un editorial de la respetada revista NACLA, Report on the Americas, preguntose quiénes habrían robado las cenizas del general Omar Torrijos, tras la invasión de Panamá ordenada por Papá Bush.

En fin, que la patria está en peligro y, en noviembre próximo, tirios y troyanos del imperio deberán limar sus diferencias. En sendas convenciones, los candidatos de los partidos "republícrata" y "demócano", fueron claros en deshilvanar el complejísimo apotegma surgido del infausto 11 de septiembre de 2001: "democracia es democracia" y "libertad es libertad".

Cosa que los miembros de Skull and Bones ya sabían. La ley del oeste se dicta en el este, en Wall Street, y como la economía de Estados Unidos se basa en la industria bélica requiere de más guerras, genocidios y regiones del mundo caotizadas. Los marines también lo sabían. Por eso festejaron el día en que, a bordo del portaviones nuclear Abraham Lincoln, el presidente Bush lanzó la campaña de relección con un pavo de mentiritas.

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