.. | México D.F. Jueves 9 de septiembre de 2004
FORO DE LA CINETECA
Carlos Bonfil
El discípulo, dilema entre el erotismo
y la espiritualidad
La cinta de Nalin Pan busca interesar al público
en la filosofía budista
UN PROPOSITO MANIFIESTO del realizador indio Nalin
Pan fue que su película El discípulo (Samsara)
fuera accesible para los no iniciados a la filosofía budista, e
interesara incluso a aquellos espectadores que en toda su vida jamás
entenderán el misterio de los karmas o las dinámicas del
ying y el yang.
EN
UN NIVEL sencillo, directo, libre de prédicas esotéricas,
el conflicto del personaje central, el monje budista Tashi (Shawn Ku),
se presenta como un dilema entre el abandono sensual a los placeres y la
aspiración a una espiritualidad perfecta. Educado desde los cinco
años en un templo, Tashi cumple al filo de los treinta un retiro
de meditación contemplativa que habrá durado tres años,
tres meses y tres días. Es esa etapa de la vida en la que el propio
Buda había alcanzado la serenidad luego de largos años de
lucha interior. Para el protagonista, sin embargo, el combate verdadero
apenas inicia al término de su retiro espiritual, y las renovadas
tentaciones de la carne y de la vida mundana serán una prueba definitiva
para calibrar su determinación y su templanza.
NALIN PAN SE dio a conocer hace tres años
con su documental Ayurveda, el arte de ser, y con trabajos anteriores,
la mayoría cortometrajes, relacionados con la búsqueda espiritual
y la exploración sensorial. Documentalista para Discovery Channel
y National Geographic, ha tenido múltiples ocasiones de exaltar
la riqueza visual de la región del Himalaya. En El discípulo,
su primer largometraje de ficción, consigue un equilibrio entre
la exploración de ese mundo físico (la portentosa y casi
inaccesible región de Ladakh en Cachemira) y la del universo interior
del monje Tashi.
Reclusión y conflictos pasionales
ES POSIBLE DISTINGUIR en la cinta dos partes, la
primera, abocada a describir ritos ancestrales, como la reclusión
voluntaria del protagonista, y la lectura de símbolos e interpretaciones
de Samsara, rueda del destino, y una segunda, mucho más ágil,
que es ilustración de los conflictos pasionales del protagonista,
sus querellas con un comerciante conflictivo y su abandono a los placeres
del adulterio.
LO QUE PUDO haberse limitado a ser una incitación
al turismo tántrico, con paisajes sugerentes y atisbos a la meditación
trascendental, algo próximo a las superproducciones estilo Siete
años en el Tibet (Annaud, 1997) o El pequeño Buda
(Bertolucci, 1993), se transforma paulatinamente en un tributo al erotismo
y a la sensualidad de los cuerpos. "Satisfacer todos los deseos para un
día llegar a dominarlos", o parafraseando una sentencia del filme:
Cumplir primero mil deseos para satisfacer a la postre uno solo.
UN PROBLEMA CON la cinta es su pretensión
de comprimir en poco más de dos horas la belleza escenográfica
y la sabiduría ancestral del Himalaya, dejando en un segundo plano
a diversos personajes, meros figurantes en la épica interior del
protagonista. Con todo, hay que destacar el acierto de una figura como
Pema (Christy Chung), esposa de Tashi, quien asiste con serenidad y aplomo
a la crisis espiritual de su cónyuge y al dilema que compromete
su propia armonía conyugal.
LA APARICION DE Sujata (Neelesha BaVora), tentación
adúltera, libera a la cinta de toda languidez contemplativa, introduciendo
cargas de seducción y de malicia, haciéndole desplegar su
creatividad y su dominio técnico en una escena de sofisticación
erótica. Tashi es aquí discípulo no sólo de
la sabiduría budista, sino de una búsqueda sexual fuera de
lo común. Cuando el fasto escénico y la solemnidad de los
rituales no aplasta a los personajes, éstos tienen la virtud de
poder brillar con luz propia. Esto sucede en El discípulo y
en ello radica buena parte de su interés y atractivo.
EL DISCIPULO, SALA Salvador
Toscano, 12, 16:30 y 19:30 horas, hoy y mañana.
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