La Jornada Semanal,   domingo 12 de septiembre  de 2004        núm. 497
 
Antisemitismo
y antisionismo

entrevista con
Norman G. Finkelstein

Carlos Alfieri

Hace ya muchos años que Norman G. Finkelstein, norteamericano de ascendencia judía nacido en Brooklyn, Nueva York, en 1953, asumió la incómoda tarea de poner en tela de juicio una serie de ideas establecidas –o mitos, según él– del sionismo y de desenmascarar las distorsiones y falsedades del argumentario de los gobernantes del Estado israelí. Doctorado en Ciencias Políticas por la Universidad de Princeton con una tesis sobre la teoría del sionismo, profesor en la City University of New York y en la DePaul University de Chicago, hijo de supervivientes del ghetto de Varsovia y de los campos de concentración de Auschwitz y Maidanek, Finkelstein encendió con su libro La industria del Holocausto. Reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío (2000, publicado en castellano por Siglo xxi de España Editores) las iras del stablishment judío de Estados Unidos y de sus ideólogos que, tras un inicial complot de silencio lo erigieron después en blanco de las más encarnizadas críticas, insultos y denuestos. No era para menos, ya que bajo el concepto "industria del Holocausto" el autor engloba la utilización que ciertas organizaciones y grupos de poder judíos hacen de la tragedia del genocidio nazi como instrumento de presión con fines políticos, morales y financieros, incluso a espaldas de sus verdaderas víctimas. No menos polémico fue su primer libro, Image and Reality of the Israel-Palestine Conflict (1995; hace pocos meses apareció la versión española, publicada por la Editorial Akal: Imagen y realidad del conflicto palestino-israelí), en el que despliega un análisis minucioso de la ocupación colonial israelí y de la marginación del pueblo palestino. Norman G. Finkelstein ha escrito además The Rise and Fall of Palestine (1996), A Nation on Trial: The Goldhagen Thesis and Historical Truth (1998, con Ruth Bettina Birn) y Theodor Herzl: Architect of a Nation (2003). En la siguiente entrevista reflexiona acerca de algunas de las cuestiones más candentes que plantea su obra.

-¿Qué significa para usted ser judío?

–He aquí una pregunta verdaderamente difícil. Para acercarme a su respuesta, es mejor quizás empezar por las cuestiones negativas. Yo no tengo ninguna vinculación con las prácticas religiosas del judaísmo, soy totalmente secular, no observo ningún tipo de precepto religioso en cuanto a fiestas, celebraciones, etcétera. Crecí en el seno de una familia que tuvo siempre un planteamiento ateo, una franca negación de cualquier creencia en Dios. Esta sería mi descripción negativa en cuanto a mi ser judío. En cuanto a la positiva, tanto mis padres como mi familia más inmediata experimentaron todas las vicisitudes que se derivaron de ser judío durante la segunda guerra mundial, lo que de alguna manera me hace sentir vinculado a esa herencia.

–Cuando publicó en 2000 su libro La industria del Holocausto. Reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío, desató un temporal, aún no aplacado, de virulentas críticas por parte de diversos sectores del judaísmo, que lo acusaron de abonar con sus ideas el antisemitismo. ¿Se sintió excluido por la comunidad judía?

–Le diré: Raul Hilberg, el autor de la obra sobre el Holocausto sin duda más completa, de mayor calado y que ha cosechado un reconocimiento internacional casi unánime por su exhaustividad, The Destruction of the European Jews, apoyó mi libro y se mostró de acuerdo tanto con la evidencia empírica como con las tesis que sostenía. No puedo negar que su respaldo me reconforta, porque proviene de quien ha creado una auténtica obra maestra sobre este tema.

Señalaré en segundo lugar que mantengo excelentes relaciones con buena parte de los sobrevivientes de los campos de concentración nazis, que han reconocido la pertinencia de mis tesis sobre lo que yo llamo "la industria del Holocausto", aunque se trata de judíos que normalmente no están de acuerdo con mis críticas a la política del Estado de Israel. Pero es gente que siempre me llama, me escribe, me pide consejos, porque de alguna manera piensa que las tesis que defiendo son correctas, tanto en el planteamiento general de mi crítica como en la denuncia de la manipulación de los fondos conseguidos en concepto de indemnizaciones por los daños causados por los nazis. Una parte importante de los sobrevivientes del Holocausto nunca ha visto ni un dólar de ese dinero, porque lo cobran las organizaciones judías que gestionan las reparaciones económicas ante los Estados europeos involucrados.

En tercer lugar, habría que saber exactamente qué representan esas organizaciones judías. Muchos de sus dirigentes son verdaderos gángters y sinvergüenzas profesionales que deberían estar en la cárcel, por lo que su desprecio y el vacío que puedan hacerme me halaga y me honra, porque significa que no tienen nada que ver conmigo. Son gente que han apoyado abierta y públicamente a Ariel Sharon, que es un criminal, han apoyado la agresión de Estados Unidos contra Irak. Una de las entidades judías norteamericanas más poderosas, la Liga Anti-Difamación (LAD), concedió un relevante galardón al primer ministro italiano Silvio Berlusconi, incluso después de que éste reivindicara "los aspectos positivos" de la gestión política de Mussolini, un dictador que algo tuvo que ver con la promulgación de las leyes antisemitas en Italia, ¿verdad? Hasta los premios Nobel de Economía Franco Modigliani y Paul Samuelson se preguntaron en The New York Times cómo podía ser que se premiase a un hombre como Berlusconi.

Además, el modo de actuar de estas organizaciones es tremendamente cicatero. A mí me acusan de negar el Holocausto –una falsedad absoluta–, cuando mi padre y mi madre son sobrevivientes de los campos de concentración de Auschwitz y Majdanek y el resto de mi familia pereció en esa tragedia. ¡Cómo pueden acusarme precisamente a mí de esa negación! Esta gente sí que logra sembrar el antisemitismo con su conducta, con sus políticas tan sucias y deshonestas.

–Hace un tiempo entrevisté a uno de sus enemigos más acérrimos, Daniel Jonah Goldhagen, el famoso autor de Los verdugos voluntarios de Hitler y de La Iglesia católica y el Holocausto; cuando le pedí que expusiera su opinión acerca de La industria del Holocausto me contestó irritado que no quería "perder el tiempo hablando de las ideas del señor Finkelstein". ¿A qué atribuye tanto encono?

–La actitud de Goldhagen puede tener razones tanto profesionales como políticas. En cuanto a las profesionales, él estaba trabajando en Harvard College, en donde pensaba que estaba rodeado de gente muy importante, por lo que participaba de esa especie de complejo de superioridad o de elitismo que cultivan muchos profesores y hasta alumnos de esa universidad. Se trata de gente que considera que no tiene por qué entrar en contacto con personas que poseen credenciales académicas menores o que no pertenecen a universidades de élite. Entonces, estos individuos tienden a despreciar a quienes tienen títulos académicos más humildes sin tomar en cuenta sus argumentos, por más serios y fundados que sean. Como Goldhagen, "no quieren perder el tiempo".

En lo que respecta a sus razones políticas, hay que tener en cuenta que hay muy poca gente que se atreva a suscribir públicamente mis denuncias sobre "la industria del Holocausto" y la explotación del sufrimiento judío. Yo me atrevo a formularlas porque soy judío, porque mis padres vivieron en primera persona la experiencia de los campos de concentración nazis y porque me siento con autoridad moral para decir lo que le ocurrió exactamente a mi pueblo y a mi familia. Todas las premisas subyacentes de la derecha judía y de la industria del Holocausto están comprometidas con acciones que son realmente inconfesables, ante cualquier postura crítica y ante los sectores de la comunidad judía que las pongan en tela de juicio.

–Goldhagen afirma que el antisionismo es una máscara del antisemitismo. ¿Cuál es su opinión?

–Igualar antisionismo con antisemitismo, si se hace de una manera generalizada, es un auténtico sinsentido. Puede haber antisionistas que sean antisemitas, claro, pero ése no tiene por qué ser un binomio que se cumpla de modo automático, como pretenden la industria del Holocausto y determinados grupos de presión judíos.

No hay ningún motivo para buscar explicaciones complejas de hechos que son tremendamente simples. Por ejemplo, si se examinan las razones por las cuales los nativos americanos se opusieron a los conquistadores europeos, sería un tanto rocambolesco pensar que se oponían porque éstos eran blancos, o cristianos, o europeos. Sencillamente se oponían a ellos porque estaban acabando con su modo de vida y les estaban arrebatando su tierra y su país. Con los palestinos ocurre lo mismo. Resulta verdaderamente truculento pensar que se oponen a los israelíes porque éstos son semitas, o sionistas, o judíos. Es mucho más simple: los palestinos se oponen a los israelíes porque los expulsaron de sus tierras y se hallan en una situación de absoluta asfixia social, económica y cultural.

En este sentido, los objetivos de la industria del Holocausto consisten en tornar irracional cualquier tipo de pretensión de los palestinos, negándole su contenido político y su fundamento lógico y racional, y en segundo término, convertir cualquier reivindicación de los palestinos y de quienes los defiendan en una muestra de antisemitismo. De alguna forma, esta es la típica tesis de Goldhagen y de los utilizadores del Holocausto, que transforman todo lo que tiene que ver con los judíos en un mecanismo de inversión de la culpa y de la victimización.

Lo que ha hecho precisamente la industria del Holocausto en estos últimos quince o veinte años ha sido invertir los papeles de las víctimas y de los verdugos, explotando el sufrimiento del Holocausto y utilizando esta tesis del antisionismo igual al antisemitismo para hacer pasar a los palestinos, que son las verdaderas víctimas, por verdugos o perpetradores del crimen, y a quienes les apoyan en antisemitas, mientras que los israelíes son presentados como las víctimas permanentes, lo que en el conflicto palestino-israelí no es así.

–¿Entonces el Holocausto sirve como escudo para chantajear moralmente a quienes critican la política de Israel?

–Sin duda, el Holocausto fue utilizado por los dirigentes israelíes en el último cuarto de siglo como instrumento para un chantaje moral y político, pero en tiempos más recientes también para el chantaje financiero, en cuanto se presionó a ciertos países europeos –Alemania y Suiza, en particular– para que compensaran económicamente a las víctimas del genocidio. El chantaje político y moral se remite constantemente a ese mecanismo de inversión de víctimas y victimarios a que antes he aludido por parte del Estado de Israel. Cabe destacar que la utilización abusiva y recurrente del Holocausto ha llegado a agotar la capacidad de recepción de la opinión pública. Pero hay que decir, y lo digo con la mayor objetividad, que Goldhagen está totalmente acabado como ideólogo, en cuanto la industria del Holocausto está de alguna manera cerrando un capítulo de presión sobre la opinión pública y está sustituyendo sus anteriores argumentos por la apertura de un nuevo campo propagandístico y de investigación, que es el de lo que denomina "nuevo antisemitismo". Esta es la última táctica para reconstruir esa posición permanentemente victimista acerca de Israel y de los judíos.

–¿Cuáles son las raíces y la posible proyección futura de la alianza de hierro entre la derecha pura y dura de Estados Unidos, encarnada en el presidente Bush, y su homóloga israelí, personificada en Ariel Sharon?

–Seguramente esa alianza seguirá siendo muy fuerte en el futuro, porque ambos socios se necesitan y operan en los mismos parámetros geopolíticos. La cuestión del petróleo es fundamental, y la voluntad de aplastar a los árabes como posible fuerza independiente es también crucial para ambos. Por eso creo que se va a mantener y a fortalecer todavía más, y los hechos del 11 de septiembre de 2001 la apuntalaron.

–¿El pacifismo israelí es tan débil o está tan desprestigiado como para que la mayoría de los ciudadanos voten a la derecha y a la extrema derecha?

–La propuesta de paz que el primer ministro laborista Ehud Barak hizo a los palestinos y que éstos rechazaron fue presentada a la opinión pública israelí como extremadamente generosa. Así, gran parte de la población israelí llegó a la conclusión de que la paz era imposible, porque, pensaban, "¿cómo pueden los palestinos rechazar una oferta tan fantástica?" Por otra parte, los ataques suicidas palestinos contra los israelíes fueron endureciendo cada vez más la postura de Israel y haciendo crecientemente difícil la posibilidad de una solución pacífica del conflicto. Por eso la conducta de los palestinos es perjudicial, en primer lugar, para su propia causa, mientras que fortalece a la derecha de Israel. Estas dos variables explican que incluso amigos míos que en otras circunstancias votaban a la izquierda, hayan votado a Sharon. Se trata de una encrucijada de percepciones mediáticas por un lado y de ataques terroristas por otro.

–¿Sólo una Palestina rendida es garantía de paz para Israel?

–No. Para el gobierno de Israel no es garantía una Palestina rendida sino una Palestina exterminada. Y eso no sucederá. Precisamente, estoy leyendo un voluminoso estudio que publicó la administración británica cuando ocupaba los teritorios de lo que hoy es Israel y Palestina, elaborado por la Comisión Peel en 1937 y dirigido al Foreign Office. En ese informe se narra la durísima resistencia de los palestinos, a la que no renunciaron en ese momento –década de 1930–, ni han renunciado setenta años después, ni renunciarán en el futuro, salvo que sean literalmente aniquilados. Y como esta última posibilidad es bastante inviable, creo que la resistencia palestina será ineluctable.

–Pocos son hoy optimistas con respecto al logro de una solución efectiva y duradera, que respete de verdad los intereses de las dos partes, del conflicto palestino-israelí. ¿Usted también es pesimista?

–Depende un poco del día de la semana. Según cómo me encuentre, me inclino hacia una actitud pesimista u optimista, pero siempre tengo claro que la razón y la verdad pertenecen al pueblo palestino.

El obstáculo principal para la solución del conflicto lo constituyen Estados Unidos e Israel, que se oponen al consenso que se ha alcanzado entre la comunidad internacional y los países árabes. En realidad, los únicos que no están de acuerdo son ellos, porque no están dispuestos a permitir el establecimiento de un estado palestino viable. Y el mayor culpable es Estados Unidos, puesto que Israel opera siempre dentro de los parámetros fijados por Washington. La situación no es tan complicada como para no poder resolverla con un puñado de medidas relativamente simples que están definidas y consensuadas por la comunidad internacional: sólo falta la voluntad política necesaria para aplicarlas.

–¿Retomando la base de los acuerdos de Oslo?

–No, no me refiero en absoluto a los acuerdos de Oslo sino a que se sepa cuál es la situación y cuáles los hechos básicos de lo que está ocurriendo en Oriente Próximo. El problema radica en que el conflicto está demasiado enmarañado por la capacidad mediática de grupos de presión muy fuertes y que disponen de un enorme poder económico para intervenir y modelar la opinión pública mundial. Son ellos quienes continuamente están enredando y emponzoñando la percepción pública del conflicto.