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México D.F. Viernes 17 de septiembre de 2004

"¡Vivan las héroas que nos dieron calle!", proclama Jesusa Rodríguez en la celebración

Trabajadores sexuales lanzan su grito de independencia contra la ley Marcelo

Convertidos en sirenas reclaman su derecho a ejercer su trabajo sin ser perseguidos

BLANCHE PETRICH

Para exigir la derogación de la ley Marcelo, que legaliza la persecución del trabajo sexual; por la eliminación del control de padrotes y madrotas, por su dignidad, un grupo de sexoservidoras y sexoservidores también levantaron su grito de independencia, al iniciar la tarde del día 15, cuando la ciudad comenzaba ya los festejos patrios: "¡Vivan las señoras héroas que nos dieron calle!", propuso la actriz y dramaturga Jesusa Rodríguez. Y ellas ondearon la bandera tricolor desde el estrado levantado justo en la boca del Metro Revolución, en una plaza de la colonia Buenavista que ni nombre tiene, pero sí renombre por las mujeres y travestis que ofrecen ahí sus servicios.

Jesusa les escribió una triste y disparatada parodia sobre el aciago día en que se abatió sobre la gran ciudad una extraña infección que convirtió a las y los sexoservidores en sirenas. Y eso no fue lo peor. Tiempo después a esos seres con cola de pescado -sin genitales para hacer el amor, pues- les salieron cabeza de políticos. Una tragedia para toda la sociedad.

El canto desafinado y desacompasado de estas sirenas en escena, una de ellas tan redonda como una ollita plateada, no atraería a marinero alguno pero dejó muy claro su reclamo:

          "No somos santas, ni somos cosas

          Pero tampoco tan peligrosas

          Somos mujeres de carne y hueso

          Tenemos esto, tenemos eso

          Tenemos ganas entre otras cosas

          De mantener nuestra dignidad"

Por segundo año, trabajadoras y trabajadores sexuales independientes se convocaron para dar su grito, reunirse y convivir. Son un grupo sin nombre oficial, sin dirigentes ni representantes, con voceras y voceros que hablan a nombre de las demás cuando el grupo les asignan esa tarea rotativa en asamblea. Son las que quedaron a la deriva cuando la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) decidió el año pasado disolver el Centro AIS (CAIS), lo que ellas califican de "decisión equivocada". Las que resolvieron no dispersarse sino mantener el trabajo que se inició cinco años antes y que a muchas les cambió la vida.

Como a Carmen Muñoz, de 50 años, 30 taloneando en las calles de La Merced. "En el CAIS primero aprendí a reconocer mis derechos, luego a defenderme de los padrotes. Luego fui a terapia de autoestima y reconocí que mi trabajo no es ilegal y que yo soy igual que todos, con los mismos derechos que cualquiera. Eso fue lo que nos liberó. Ahora lo que cobro por uno, dos o tres ratos al día, todo es para mi. Y no permito que nadie me golpee ni me extorsione".

Vienen de La Merced, Iztapalapa, Loreto, la Alameda, San Antonio Abad, Metro Hidalgo, Mixcalco y el Metro Chabacano, entre otros lugares.

Jéssica Ramírez, con antifaz de lentejuelas, tiene tablas ante el micrófono. Arenga a sus colegas en contra de la nueva Ley de Cultura Cívica del Distrito Federal, la ley Marcelo, "mal redactada, anticonstitucional, porque nos priva de nuestro derecho al trabajo que hacemos, que es un trabajo lícito, no es ilegal".

Frente al estrado, sentadas y bien atendidas, escuchan las funcionarias invitadas al acto, Raquel Sosa, secretaria de Desarrollo Social capitalino; Luz Rosales, directora del Inmujer del Distrito Federal, y Marta Pérez, del DIF-DF. Como parte de un grupo interdisciplinario del gobierno del Distrito Federal, hace varias semanas han empezado a dialogar y trabajar en equipo con las trabajadoras independientes. Luz Rosales, asignada para coordinar este diálogo que incluye a Ministerios Públicos de justicia cívica, a la Secretaría de Seguridad Pública y a la procuraduría capitalina, reconoce que a la Ley de Cultura Cívica le hace falta un reglamento para evitar que lesione los derechos de este sector.

Otra trabajadora, con una máscara tricolor, reconoce que el jefe de gobierno Andrés Manuel López Obrador, que las ha recibido en tres sesiones de trabajo en las últimas semanas, "ha tenido el valor de vernos a los ojos y comprometerse". Falta ver hasta dónde llega ese compromiso pero por lo pronto esta organización celebra la próxima apertura del primer albergue para trabajadoras sexuales de la tercera edad, en la vecindad de la Plaza del Estudiante. Ahí tendrán donde comer y dormir las viejitas que todavía se prostituyen y que viven en el último escalón de la miseria, porque ellas "ya no le interesan a nadie, ni a los padrotes, ni a los hoteleros, ni a las autoridades y muchas veces ni a sus hijos, que las echan a la calle porque ya no rinden".

Alix, que fue asignado vocera de los gays de Iztapalapa y que ha acudido a estas reuniones con López Obrador, tiene la impresión de que el gobernante "está muy comprometido". Reconoce que desde la primera audiencia asistieron funcionarios de todas las áreas involucradas: salud, delegaciones, lo legal, el DIF y desde luego, el jefe de la SSP. "A Marcelo Ebrard le dijimos claramente por qué queremos que se derogue la Ley de Cultura Cívica, denunciamos los abusos que se han cometido en los operativos. Discutimos. El dijo que no es posible dar marcha atrás. Nosotros le dimos nuestras razones y él escuchó. Al final, López Obrador le dijo: tienes trabajo".

Alix, de 23 años, de los cuales lleva 10 años trabajando en la calle, también es egresado del CAIS. "Para nosotras", explica, es vital reorganizar a los trabajadores sexuales, "para vivir sin extorsionadores".

Al final del "grito" y la obra de teatro hay convivio, refrescos, tostadas y una botellita de mezcal ultracorriente que circula sin vergüenza entre los concurrentes. Son como una corte de los milagros. Travestis como drag queens del Tercer Mundo, pintaditas, chavos sin disfraz, ancianas que agradecen la oportunidad de comer este día, toda la gama de la oferta del trabajo sexual. Varios artistas, entre ellos Regina Orozco, la Megabizcocho, se acercan para amenizar la fiesta. Todo llega a su término, lo que le da sentido a las palabras de la asesora Margullo García: "este es uno de nuestros días felices, no importa si este acto nos sale bien o mal".

Cuando todo pasa las mujeres de tacones vuelven a su trabajo y muchos señores, que se acercaron al pequeño acto con mirada pegada al vaivén de alguna minifalda entallada, siguen su camino con gesto confundido. No es frecuente que estas mujeres y estos gays hagan escuchar su palabra.

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