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E S P E C T A C U L O S
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México D.F. Viernes 17 de septiembre de 2004

Leonardo García Tsao

Llamarada de petaTex

Sin duda, la habilidad de Michael Moore es más publicitaria que cinematográfica. Según se sabe, su Fahrenheit 9/11 ha sido el documental más exitoso de la historia, siendo el único en rebasar los 100 millones de dólares en taquilla en su propio país (y, quizás, el único en interesar a la industria de la piratería... el dvd de la cinta ya estaba disponible aquí hace varios meses).

No se trata de un inusitado entusiasmo del público por el testimonio político. Sucede que Moore ha sabido explotar el escándalo en torno a su película, aprovechando el impulso de las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos. Como se dijo desde el estreno de la cinta en el festival de Cannes, Fahrenheit 9/11 no revela nada nuevo sobre las transas y corruptelas de la administración de George W. Bush, el atentado terrorista del 11 de septiembre y la consecuente invasión de Irak. Moore elabora un atropellado compendio de lo que cualquier lector atento de La Jornada ya conoce, aderezado por ocurrencias no siempre afortunadas.

Ciertamente, el documental surte un efecto catártico. La ridiculización de Bush y su gabinete es efectiva por el simple proceso de la acumulación. Uno vuelve a cuestionarse cómo fue posible la elección de un hombre con tan claras deficiencias mentales. La respuesta está en la forma en que ha sido manipulado por la derecha republicana, en nombre de los peores intereses financieros (de la oligarquía texana, sobre todo). Aunque abundan los chistes burdos -esa caricaturización del presidente y colegas con los créditos de la teleserie de vaqueros Bonanza- uno no puede dejar de reír ante ese Bush más interesado en el golf que en el terrorismo, o un John Ashcroft cantando una canción patriotera de su inspiración.

Para mi gusto, el único pietaje revelador de la película -tomado por una videoaficionada y luego vendido a Moore- es el que muestra los siete minutos posteriores al segundo atentado contra las Torres Gemelas, durante los cuales Bush permaneció sentado con la mirada perdida, tratando de hacer como que lee un cuento infantil ante un grupo de niños, mientras su siniestro vicepresidente ya había ordenado un ataque aéreo.

Más un showman provocador que un documentalista, Moore ha construido una diatriba anti-Bush, comparable a un cartón político o a un comercial del partido demócrata. Es decir, se apela a la emoción con conceptos esquemáticos y superficiales. No hay espacio aquí para la profundización o, incluso, el rigor documental que aporte pruebas a sus aseveraciones (los nexos de la familia Bush con la de Osama Bin Laden, por ejemplo). Y esa es la razón esencial de su popularidad. Documentalistas políticos como D.A. Pennebaker o Emile de Antonio nunca gozaron de semejante difusión porque sus trabajos iban más allá de la propaganda.

Si bien Moore aparece menos aquí que en sus anteriores Roger and me (1989) o Masacre en Columbine (2002), en su papel de bufón buscabullas, no puede resistir gimmicks como pasearse leyendo un documento por el altavoz de un carro de helados frente al Capitolio, o interrogar a miembros del Congreso si sus hijos se encuentran combatiendo en Irak. El cineasta encuentra a su personaje más elocuente en la madre de familia de clase obrera, otrora seguidora de Bush, que se une a la protesta antibélica cuando su propio hijo muere en combate. Sin embargo, la llorosa lectura que ella hace de su última carta desde el frente es un golpe bajo sentimental, una clara prueba de que Moore no sabe ser discreto.

Los simpatizantes de Moore argumentarán que todo es válido en nombre de una causa política correcta. Puede ser, pero Ƒqué tanto se está predicando a los ya conversos? Tal vez los miles de espectadores que han pagado su boleto por ver Fahrenheit 9/11 se encuentran en esa estadística del casi 50 por ciento que se dice a favor de John Kerry. La reciente convención republicana, con su despliegue de retórica conservadora, ha inclinado la balanza a favor de Bush. Si Moore cumple su plan de que la retórica liberal de su película se difunda por televisión abierta antes de noviembre, tal vez consiga -además de atraer más publicidad hacia su persona- convencer a los votantes indecisos sobre la urgencia de hacer un relevo en la Casa Blanca.

FAHRENHEIT 9/11

D y G: Michael Moore/ F en C: Mike Desjarlais/ M: Jeff Gibbs; canciones varias/ Ed: Kurt Engfehr, T. Woody Richman, Christopher Seward/ P: Miramax Films, Dog Eat Dog Films. EU, 2004.

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